Paleontología

Revelados los últimos y agónicos instantes de los pterosaurios: una fuerza descomunal les quebró las alas en pleno vuelo

El hallazgo en Alemania de dos crías de pterosaurio con las alas rotas desvela la causa de su muerte hace 150 millones de años: violentas tormentas que las abatieron en pleno vuelo antes de que aprendieran a dominarlas

Este gigantesco pterosaurio sobrevoló los cielos de Australia hace 107 millones de años
Este gigantesco pterosaurio sobrevoló los cielos de Australia hace 107 millones de años

Unas precisas fracturas en los huesos de crías de pterosaurio han resuelto un misterio paleontológico de 150 millones de años. Los restos, hallados en los célebres yacimientos de Solnhofen, en la actual Alemania, no dejan lugar a dudas: la vida de estos jóvenes reptiles voladores terminó de forma abrupta y violenta. Los investigadores han identificado lesiones limpias en el húmero que desvelan los últimos instantes de vida de estas criaturas, atrapadas por una fuerza contra la que no pudieron luchar.

De hecho, todo apunta a que el culpable fue el mal tiempo. Las tormentas tropicales que azotaban este antiguo archipiélago generaban vientos huracanados que actuaban como una trampa mortal para los ejemplares más inexpertos. La hipótesis principal sugiere que una fuerza descomunal torció sus frágiles alas en pleno vuelo, haciéndoles perder el control y precipitarse sin remedio a las aguas de la laguna, donde murieron ahogados. Los adultos, más grandes y fuertes, probablemente podían sortear mejor estos temporales.

En este sentido, el hallazgo da por fin una respuesta coherente a una pregunta que ha desconcertado a los paleontólogos durante años: por qué la abrumadora mayoría de fósiles de pterosaurio encontrados en Solnhofen pertenecen a crías. Su vulnerabilidad a los fenómenos meteorológicos extremos explicaría esta desproporción en el registro fósil, una idea que comparten desde Ars Technica. Se trata de la primera prueba directa de traumatismos esqueléticos en estos animales.

La tormenta que dio la muerte y regaló la eternidad

Paradójicamente, las mismas tormentas que les causaron la muerte fueron las artífices de su excepcional estado de conservación. Al caer al fondo de la laguna, los pequeños cuerpos fueron enterrados a gran velocidad por los sedimentos que el propio temporal removía. Este rápido sepelio los protegió de inmediato de la acción de los carroñeros y de los procesos de descomposición que ocurren en la superficie. Este fenómeno de sepultura súbita es una de las claves de la paleontología, un proceso similar al que permitió que la vida en Pompeya quedara sellada en el tiempo bajo un manto de ceniza volcánica.

Además, el temporal alteró drásticamente la química del agua. La laguna se convirtió en un entorno pobre en oxígeno y con una alta concentración de sal, condiciones que frenaron de golpe la actividad de las bacterias responsables de la putrefacción. Este cóctel químico creó una cápsula del tiempo casi perfecta que ha permitido que los fósiles lleguen hasta nuestros días con un nivel de detalle asombroso.