Cultura
“La mejor manera de curar una herida es aprender a vivir con ella”
Julia Peró desgrana en “Anatomía de una bañera” el proceso de autoconocimiento que la llevó a resurgir de sus cenizas
“Se me ha caído el alma al suelo, y nadie se ha agachado a recogerla. Supongo que cada persona tiene suficiente con el peso de la suya propia”. Júlia Peró es joven, pero la vida la ha convertido en una mujer madura y llena de sabiduría. Su libro, “Anatomía de una bañera” (Editorial Planeta), concentra en tres partes el proceso de crecimiento personal de esta poeta que confiesa que empezó a escribir antes de que le gustara leer.
- ¿Por qué una bañera?
- El libro en sí surge de una situación que yo sufrí en una bañera, a raíz de un suicidio. Me afectó tanto esa situación, me llegó a traumatizar tanto, que me sumergí en esa situación, me acabé convirtiendo en ella. La bañera es un objeto muy recurrente en el libro porque es una metáfora de mi misma y de toda esta situación. Esta “Anatomía de una bañera” no es más que la miscelánea de mi cuerpo, yo misma, con esta bañera y lo que va surgiendo al final.
- ¿Crees que el arte siempre surge del dolor?
- En mi caso, en este libro sí. No siempre es así, pero siempre surge de una incomodidad, yo diría. En este caso es el dolor por el duelo, por la muerte, pero en muchos casos es una incomodidad política o de cualquier otro tipo, que te provoca un sentimiento de crítica hacia algo, o de querer contar algo desde tu punto de vista.
- En este sentido, ¿crees que ahora es un buen momento especialmente propicio para el arte?
- Ahora creo que no. Yo misma me estoy dando cuenta de que el hecho de afectarme tanto una situación no me ayuda a escribir sobre ella en ese mismo momento. Es cuando cicatrizas esa herida cuando te dan ganas de explicarte o de ayudarte de, en mi caso, la escritura, para acabar de cerrarla. Creo que a muchos artistas les está pasando eso. Es una situación muy incómoda, muy dolorosa, en la que te estresas y pierdes la dirección, no puedes centrarte. Dentro de unos meses cuando se empiece a calmar todo y empecemos a pensar sobre esta situación de una forma diferente, van a surgir cosas muy interesantes.
- Dices que “el viaje más largo no es llegar más lejos sino llegar a una misma”, ¿cómo se hace ese viaje de autoconocimiento?
- Con mucho dolor y muchas dificultades. Hubo algo que me afectó muchísimo, no solo esa situación, sino todas las que vinieron después, o todas las que se habían producido antes pero de las que no había tomado consciencia. Fue en ese momento cuando me dí cuenta de que me habían pasado cosas y no me había dado cuenta o no las había expresado. El libro tiene tres partes y es un camino hacia dentro. El hecho de ir eliminando las culpabilidades, las inseguridades, toda esa rabia que yo tenía dentro por lo sucedido se tenía que ir limpiando para que yo pudiera surgir de una forma diferente y tener una especie de catarsis. Es un proceso muy largo, de muchos años, con mucha ternura dentro, mucha sensibilidad, aprendiendo a enseñar las partes más vulnerables de mi, creo que este proceso no podría ser posible si no te reviertes y enseñas todo lo que te duele, porque si lo vas escondiendo al final te come. Enseñándote, no al exterior sino a ti misma, hablando contigo y trabajándote.
- Empezaste muy joven con la escritura, ¿no?
- Sí, siempre hago la misma broma (sonríe). Yo escribí mi primera novela a los doces años, me la editó y publicó mi padre y se la leyó solo mi padre. Siempre he sido una persona con mucha imaginación y me ayuda mucha crear. La escritura siempre ha estado conmigo, porque he sido siempre una persona muy tímida. Lo que no podía explicar hablando, lo tenía que explicar de otra forma, siempre con medios de expresión distintos, pero la escritura es el más efectivo. No fue hasta que me sucedió esta situación en la bañera en la que yo agarré este medio que ya había estado acariciando y lo puse encima de la mesa para aprovecharlo con mucha más profundidad.
- Tu estilo es moderno pero al mismo tiempo presenta rasgos de la poesía clásica, ¿cómo has hecho este trabajo de fusión?
- Yo empecé a escribir sin referentes. Empecé a escribir antes de que me gustara leer, esto es negativo y a la vez positivo, porque sin referentes, escribes como tú, y ya está, de la manera más sincera posible, y sin buscar nada más. Luego empezaron a llegar referentes, como Alejandra Pizarnik, Gloria Fuertes, Marguerite Duras... Voy cogiendo referentes y voy vistiendo el envoltorio de mi poesía, sin perder nunca esta sinceridad y buscar la palabra más concreta.
- Tu presencia en las redes sociales es fuerte, ¿qué diferencias encuentras entre comunicarte a través de las redes y hacerlo en un libro?
- Siempre digo que yo en las redes y yo en mi vida somos cosas muy diferentes. Muchos me han tildado de poeta de Instagram y me encantaría alejarme de esto porque yo antes que poeta de Instagram soy poeta. Antes de que existiera Instagram ya existía. Las redes me han ayudado porque son una ventana al mundo, pero es una ventana muy pequeña. Hay muchas personas que ya por solo saber de mi en las redes intuyen lo que soy pero solo intuye lo que quiero. En mi obra es lo mismo. Las redes están ensuciadas de lo que quiere la gente. Yo a lo mejor tengo mucha obra pero en instagram solo enseño obra que funciona en Instagram. Luego ya vienen los libros y los proyectos que ni siquiera sé si algún día saldrán a la luz, en los que soy mucho más yo misma.
- ¿Qué mensaje de esperanza lanzarías a las personas que en este momento pueden estar atravesando un proceso de dolor?
- Mi proceso ha sido escribiendo. Cuanto más escribía sobre lo que me dolía menos daño me hacía. En el libro hay tres partes. En la primera se habla mucho del dolor, de la pérdida, de la culpabilidad, las inseguridades... en la segunda se deja esta temática, porque yo ya la he desgastado mucho escribiéndola y la he podido superar o aprender a convivir con ella. En esta segunda parte hay mucho más amor y un punto más sano, pero no tanto, porque yo me doy cuenta de que hay mucho amor hacia los demás, pero no hacia mi misma, por lo que también hay una especie de duelo. En la tercera yo voy creciendo y asimilando, cometiendo errores y acabo por entender que simplemente necesito amor, pero amor hacia mi misma y el respeto hacia mi misma, saber decir que no, que sí, ese crecimiento personal. La forma más efectiva de curar una herida es aprender a vivir con ella, y contigo.
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