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La vía judicial
Una catedrática de Geografía Física de la Universitat de València (UV) ha declarado este jueves ante la jueza que instruye la causa penal por la gestión de la dana de octubre que la alerta enviada por los servicios de emergencia “llegó tarde” y “no fue adecuada para el momento en que se envió”.
“Yo creo que cada alerta tiene un momento. En cada momento de la emergencia uno tiene que mandar un mensaje”, ha señalado esta experta, Ana Camarasa, a los medios tras su comparecencia como perito ante la instructora de Catarroja, según recoge EFE.
La docente ha insistido en que “las alertas tienen que enviarse antes” y que “las de última hora ya tienen que ser con instrucciones muy claras de autoprotección”, y en su opinión, a la hora tan tardía a la que se envió la alerta (20:11) “tendría que haber tenido ya un mensaje muy mediato: Póngase usted a salvo, súbase” a plantas altas.
Según ha explicado, si una alerta se lanza cuando ya se están produciendo inundaciones, “da la sensación de que tengo tiempo, me están alertando de que algo va a pasar, no de que algo ha pasado o de que va a pasar de manera inmediata”.
En ese contexto, ha advertido, “es muy probable que piense en salvar bienes materiales antes de la propia vida”, lo que, según han relatado familiares, ocurrió en varios de los casos investigados de aquel 29 de octubre.
Respecto a la percepción del riesgo, ha indicado que era “muy baja”, en parte por la distribución de las precipitaciones durante el episodio de ese día.
“Donde estaba lloviendo era en la cuenca alta, mientras que las zonas más expuestas son las de la cuenca baja, y ahí no estaba lloviendo”, ha explicado la catedrática.
También ha recordado que este comportamiento es habitual en las ramblas, donde puede producirse una avenida súbita (flash flood), que pasa “de no llevar agua a alcanzar el pico de caudal en muy poco tiempo”. En el episodio del 29-O se registraron dos grandes oleadas, la segunda con más de 2.200 m³/s, un fenómeno como el sucedido en Texas y donde ha habido 68 fallecidos. Según ha podido saber LA RAZÓN, ha admitido que los avisos que se dieron a la población a través de diferentes medios no fueron suficientes para que la población actuase con medidas de "autoprotección" debido a que no tiene la formación necesaria.
Así mismo, ha admitido las obras hidráulicas planificadas pero no ejecutadas podrían haber mitigado la catástrofe, pese a que se trató de un episodio de una magnitud nunca vista anteriormente. Fuentes presentes en la declaración también aseguran que ha asegurado que en la emergencia están implicadas las tres administraciones: local, autonómica y estatal.
A su juicio, la alerta meteorológica ya advertía con antelación del riesgo de esa dana y las medidas de prevención y respuesta fueron tardías.
Según la experta “se conocía lo que iba a pasar” porque la alerta meteorológica “llevaba mucho tiempo anunciando lo que iba a ocurrir” y, además, se había declarado el nivel rojo, el máximo contemplado. “No hay más allá del rojo, no hay un superrojo”, ha matizado.
En ese sentido, ha defendido que una vez se desarrolla el fenómeno, “es muy difícil reaccionar porque se produce una situación de caos”, por lo que “o se tiene un plan y se sabe qué hacer o no hay tiempo de reacción”.
Para la catedrática, el Cecopi debió reunirse antes, "o bien la noche anterior o bien a primera hora, cuando ya estaba activada la alerta roja para la provincia de Valencia”, y ha añadido que la alarma ES-Alert entró en los móviles a las 20:11 horas, cuando “ya habían llegado las tres grandes oleadas” de agua.
En sus declaraciones ante los medios también se ha referido a bulos que circularon esos días como sobre la apertura de compuertas de la prensa de Forata: “Si yo vivo en Catarroja, no me va a llegar el agua de Forata”, ha dicho, y ha añadido: “Todos esos bulos no sé quién los transmite, pero flaco favor hacen porque están contaminando la verdadera información”.
Asimismo, ha advertido de la escasa cultura hidrológica de la población y ha explicado que “la gente no conoce el concepto de cuenca de drenaje”, lo que genera confusión sobre la procedencia del agua y dificulta la respuesta individual ante el riesgo.
“Lo que llueve en Chiva no va a llegar nunca a Algemesí. Son cuencas distintas”, ha explicado para subrayar que es "importante" saber dónde vive cada uno "para saber de dónde le llega el agua y qué hacer en estos casos”.
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