Gastronomía
La longevidad eterna del torrezno
Todo indica que tenemos vía libre para tocarle los costados al cerdo de manera saludable. El infierno del maldito colesterol se torna cielo
Dicho y escrito está, por acreditado y fundado en nuestro último viaje a la tierra prometida del torrezno que nunca tantas voluntades gustativas se conjuraron tan bien en el nombre de nuestro protagonista que goza, de lejos, del prestigio y del tirón popular evidente que alimenta los ritos culinarios y fomenta el bullicio restaurador como prácticas aconsejables para el éxito. Las encuestas a pie de barra les son más que favorables.
Un reciente estudio llevado a cabo por expertos en nutrición, quizás sea más cierto que lo que pretende, ha generado una ola de sorpresa al sugerir que los torreznos pueden ofrecer beneficios nutricionales comparables a ciertas verduras.
En el mundo de la gastronomía donde la tendencia hacia opciones más saludables ha sido la norma, el modesto torrezno vuelve a emerger como protagonista que desafía las percepciones tradicionales de cojitrancos paladares sobre la supuesta comida beneficiosa. Según los resultados, los torreznos son ricos en proteínas de alta calidad, grasas recomendables y minerales esenciales.
Aunque los torreznos son conocidos por su contenido graso, el estudio revela que estas grasas son principalmente monoinsaturadas, las cuales se asocian con beneficios para la salud vascular convirtiéndolos en un bocado más equilibrado de lo que podía haberse imaginado.
Despenalizado por los científicos, tan refutable para unos como desdeñable para otros, de verdad que no era necesario para los que confiamos en su inocencia primigenia gustativa, parece que todo indica que tenemos voz propia para tocarle los costados al cerdo. El infierno del maldito colesterol se torna cielo. Que buenos tiempos vienen.
La agenda nos guía a la búsqueda del colosal torrezno con inobjetable pulcritud gourmet. El edén culinario podría ser este archipiélago gastronómico conocido como «Torrezno Beach». Un circuito gastro serrano formado entre los costados de tres provincias: Soria, Segovia y Las Serranías de Guadalajara, donde este delicatessen que forma parte de la espina dorsal de la hostelería serrana nos invita a una inmersión gastronómica.
El torrezno que se despliega por bares y restaurantes busca la excelencia, el reconocimiento y la obediencia fiel a su sabor mientras ocupa y coloniza aperitivos, comidas, meriendas y cenas, sin complejos, para comensales atacados por una codicia gustativa irrefrenable. Nos convertimos en rehenes del torrezno que maniata de satisfacción nuestros paladares.
La escapada gastronómica sirve para encumbrar el torrezno. Durante la jornada nos acompaña un gastrónomo casi centenario, Luis Ricote Benito, 96 años de paladar perfilado, subyugado al torrezno imperial.
No desestimamos su imponderable tutoría sobre la materia, cuyos comentarios nos dan cobertura. El torrezno es algo más que una válvula de escape culinaria y un refugio gastronómico, es eterna nostalgia.
De receta humilde a manjar. La llamada ventresca del cerdo es una tríada que se conjuga entre la corteza, el magro y la presencia del justo tocino.
La tertulia en la mesa parece premonitoria de otro futuro advenimiento gustativo. Máxima solemnidad y expectación ante la llegada de los torreznos que confirman las predicciones. Controlamos los ímpetus, mientras se reinicia el culto. Gastronomía infatigable, de paladar fácil, que transita por la senda gourmet de manera ortodoxa.
En plena barra preguntamos a este albacea del torrezno tras conocer los titulares del estudio. ¿Se arrepiente? Claro que me arrepiento de no comerlo más. Lo reconoce con el aire compungido que es de rigor en el fiel que, de rodillas, confiesa sus pecados. Examen de conciencia y propósito de enmiendas son necesarios.
Pocas veces en una gastronomía tan heterogénea como la nuestra se produce una coincidencia tan unánime. El interés por comer un torrezno similar al que nos preparaban las abuelas se ha convertido en una obsesión.
Su capacidad de influencia es inmediata. La corteza merodea al magro y al fino tocino mientras se filtran los sabores y las texturas en busca del gusto referencial.
Todo un máster acelerado que nos descubre el calado del torrezno. La panceta fresca adobada hace singular lo más sencillo y consigue una recóndita armonía a través del mágico horneado que manipula la espoleta de cualquier paladar. Sin fanatismo ni ceguera. El torrezno probado es fantástico y perturbador.
La fuerza de los acontecimientos matutinos del almuerzo y la pujanza pertinaz delvermú nos empujan a no capitular. Si el auténtico torrezno encabeza su lista de pasiones ya no tienen excusas.
Nos quedamos con una certeza indiscutible, la longevidad eterna del torrezno.
✕
Accede a tu cuenta para comentar