
DANA
La odisea de un barbero en Aldaia tras la DANA: “Me conformo con que el local esté para funcionar”
Adonay Rivera acababa de abrir una barbería cuatro días antes de la catástrofe y aún no tenía seguro. Ahora reclama que hace falta personal para arreglar los desperfectos

A las 19:40 del martes 29 de octubre, un amigo le llamó a la puerta a última hora para ver si le podía cortar el pelo. A sus 30 años, Adonay Rivera acaba de abrir su primer negocio en Aldaia solo cuatro días antes y se había propuesto bajar la persiana cada día a las ocho de la tarde para pasar tiempo con su hija de cuatro años.
Desde el cristal de su negocio ya veía el torrente de agua que bajaba poco a poco por el barranco de la Saleta. En los cinco minutos que tardó en recoger y cerrar tras el corte, se había desbordado ya.
Iba a su casa cuando le llamaron para alertarle de que el agua ya iba por las rodillas. “Fui a rescatar a mi perra como pude, las cañas y palets que arrastraba el agua me daba en las costillas”, recuerda. Con su hermano volvió a bajar para falcar su casa con palets y ayudó a su padre a subir el coche a una zona alta, pero al hacerlo metió la pierna en una alcantarilla. “Si llega a ser grande me engulle. Haces las cosas sin pensar en ese momento”, dice ahora
Desde ese día vive de nuevo con sus padres. Tanto su casa como su negocio están en una planta baja y no se salvaron de la riada. La casa la ha tenido que vaciar entera y es diáfana y el agua entró más de medio metro en su nuevo local de barbería y tatuaje y arrastró todo a su paso. “Ese miércoles, entré en shock”, dice.
Adonay llevaba un año complicado. Inmerso en un proceso de divorcio, a principio de año le despidieron “de malas maneras” y tras casi siete años trabajando de barbero, se vio sin nada. “Fueron un cúmulo de cosas que me hizo pensar: ¿cómo se me complica tanto la vida?”, cuenta.
Un mes después de la DANA no hay ni rastro del barro, pero el negocio que había abierto cuatro días antes no existe más allá de la pintura en la entrada que todavía lee ATB Studio. Nada hace indicar que dentro había una peluquería. No está el sofá de la entrada, ni los dos sillones para cortar el pelo, ni los espejos en la pared, ni por supuesto los carritos para el material de peluquería. Por no estar no está ni el suelo de parquet, que se levantó con el agua y lo ha tenido que quitar “Solo se han salvado las hojas estas falsas, ya me dirás tú”, ríe señalando a una estantería alta en la pared.
El joven había decidido apostar por sí mismo. Antes de verano pagó 10.000 euros por el traspaso del local e invirtió otros 13.000 euros para diseñarlo a su gusto. “En las dos butacas 1.300, en el arquitecto otros 1.500, en tres máquinas otros 1.000”, suma casi de memoria pensando en el dinero perdido. El esfuerzo comenzó a valer la pena en cuanto abrió: en tres días facturó casi 600 euros. “Estaba más a gusto, lo tenía todo organizado. Empezaba a remontar en la vida”, dice.
Adonay aún no sabe cuánto podrá recuperar de la inversión. Dos días después de la DANA comenzaba la cobertura del seguro que había mirado con mucho ímpetu, por lo que el consorcio no le cubrirá nada. La Generalitat Valenciana y el Gobierno de España han anunciado ayudas públicas complementarias por valor de 5.000 euros cada uno para ayudar a las autónomos a poder reabrir. Adonay ya ha solicitado las ayudas públicas, pero de momento sigue sin recibirlas. El único dinero que sí ha ingresado es el de la iniciativa Alcem-se de Marina de Empresas liderada por el empresario Juan Roig, que ha dedicado 25 millones de euros para ayudar a pymes y autónomos. En cuanto le informaron hizo la solicitud y en una semana dice que tuvo el dinero tras demostrar con fotos y pruebas los daños en su negocio. “Manda narices que tenga que ser un señor rico que ponga millones para salvar Valencia”, dice disgustado.
Aún así, Adonay asegura que las ayudas monetarias no son la única solución. El barbero se ha dedicado por su cuenta a intentar arreglar todo el material que ha podido salvar para poder reabrir cuanto antes, pero aún asi depende de otros. Mucha gente le ha ayudado, como la empresa que el mismo día de las lluvias tenía que traerle su carro para el material y se lo ha acabado dejando a precio de coste, pero también deja claro que no todos son buena gente.
Tras sacar y volver a tapizar los sillones para cortarse el pelo fue a la tienda donde los había comprado hace unos meses para que le intentaran arreglar el sistema hidráulico que sube y baja al cliente mientras se le corta el pelo. Dentro, le dijeron que los daños por una inundación no entraba en garantía y no se lo podían arreglar. “Me salí con una rabia”, dice.

Ahora la prioridad es arreglar la persiana de la entrada para poder abrir su negocio. “Si en vez de centrarse en ayudas que no llegan desde el gobierno movilizaran a todos los persianistas de España, la gente podría empezar a abrir con seguridad y ganarse su pan”, dice.
A pesar de todas las dificultades, en ningún momento ha pensado en tirar la toalla y cerrar. “No me lo he planteado. Tengo la mentalidad de que si lo has conseguido una vez, lo volverás a hacer. Todo es tiempo, si no es hoy será mañana”, asegura. En su agenda tiene ya lista de espera para cortarse el pelo y espera poder coger clientes pronto. Su objetivo es abrir esta semana que viene, aunque sea con un sillón y un espejo para poder empezar. “Me conformo con que el local esté para funcionar y mi casa poder vivir, sin grandes lujos”, afirma.
A corto plazo sabe que su negocio no se parecerá en nada al que había cuando abrió, pero aún así su ánimo e ilusión siguen intactos para volver a dejarlo como estaba antes. “Sé que lo voy a conseguir. A lo mejor tardo dos años, pero el local me va a quedar incluso mejor”, dice convencido. Adonay ya sueña con esa fiesta de inauguración que tenía prevista en noviembre y ha tenido que esperar.
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