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Historia
Tener un San Cristóbal a mano en las calles, plazas o iglesias en la creencia popular de entonces era una manera de asegurarse «no morirse de mala muerte -non norte mala morietur- y estar libre de todo infortunio». En 1530 la peste flageló la ciudad y se hizo procesión de rogativas para librarse lo antes y mejor posible de la epidemia, a resultas de lo cual se hizo a San Cristóbal patrón y abogado defensor de Valencia en las epidemias, añadiéndole esta característica a las que ya tenía anteriormente de protector contra los ladrones y las tempestades.
En la Edad Media, el santoral de la Iglesia Católica tuvo cierta inflación legendaria entrando en su calendario litúrgico hasta santos que no existieron nunca. Al compás del Concilio Vaticano II, Pablo VI en 1969 promulgó el Calendarium Romanum Generale, del que se quitaron algunos santos y santas de dudosa historicidad, entre ellos el popular san Cristóbal.
El pueblo llano ha ido a su bola y ha pasado de lo que pueda decir la Iglesia oficial sobre el santo existió o no. En Valencia, Alboraya y Picassent, por citar tres ejemplos muy cercanos, la devoción y culto a san Cristóbal sigue fuertemente vigente. En la calle Alboraya, Joan Carles Salanova Albiach, es el héroe y núcleo fuerte de la tradición, el enlace entre el Monasterio de las Cristobalinas y la gente, para hacer sus grandes fiestas al titular del cenobio el 10 de julio, con desfile de vehículos antiguos, bendición de los nuevos y procesión.
El convento de religiosas cristobalinas de clausura (calle Alboraya, Barri Trinitat) guarda aún la diminuta imagen de san Cristóbal, de dos palmos y de madera de castaño, datada en el siglo XIV, procedente del antiguo convento de Sanct Cristofol, instalado en la calle que aún lleva su nombre, colindante a la iglesia de san Juan del Hospital.
La venerada talla dice una piadosa tradición apareció milagrosamente - a los gritos, se cuenta, de jueus exiu de ma casa- en el subsuelo de una sinagoga judía el 10 de julio de 1391 y sobre cuyo solar se levantaría el cenobio que llevó el nombre del santo hallado. La historia surge, o se provoca, en plena tensión entre las comunidades judías y cristianas, que acabaría con la expulsión de los judíos.
Tal era el afecto popular por sanct Christofol, protector contra la mala muerte (non norte mala morietur) y contra las epidemias de peste, que la ciudad se llenó de altares callejeros (rajoletes) con la imagen del santo, a quien rotularon varias calles y plazas, a sugerencia de san Vicente Ferrer, dada la virulencia de la epidemia de peste de 1373. Para la epidemia de 1530, el Consell de la Ciutat convocó procesión de rogativas el mismo 10 de julio, fiesta del santo, para que librara a la ciudad de la peste.
De la devoción de los valencianos a san Cristóbal también es prueba es la presencia en nuestras fiestas de Corpus del Misteri de sanct Cristofol desde 1449, texto en Lengua Valenciana que se considera el más antiguo de todos los "misteris".
En el manuscrito que se conserva se explica que sant Cristòfol vestía una "tunica blaua pera davall". "Una altra pintada a pexos. Un roque, los tapins, la palma, diadema y guants bermells". Relata el misteri que San Cristóbal se encuentra con un ermitaño a quien dice que va en busca del "Señor de todo el mundo". El ermitaño le responde que ese Señor quiere que entre a su servicio y que si ayuna le encontrará pronto. San Cristóbal le dice que no puede ayunar, dado que su cuerpo es tan enorme que necesita alimentarlo y le ruega le cambie la penitencia. El ermitaño accede a la petición y le encarga que pase peregrinos de una a otra parte del río.
Uno de los peregrinos es un niño. Cargó Cristóbal con él y notó un gran peso, como si llevara el mundo encima. Jamay porti infant petit que tant pesas. / Com lo tingui en mon coll/ par que tot lo mon portas. "Jesús le responde: Tu dius. Termina el Misteri con el canto de los peregrinos camino de Jerusalén, con una melodía típica similar al canto de unos gozos antiguos valencianos".
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