Cultura

Así se puede celebrar Halloween a la valenciana: del Miquelot a Butoni

Desde el hombre de las 365 narices hasta el Miquelot, el bestiario valenciano servía para entender lo inexplicable

El bestiario valenciano ha sido retratado en obras como "Rondalles valencianes" de Enric Valor
El bestiario valenciano ha sido retratado en obras como "Rondalles valencianes" de Enric ValorLa Razón

Conocer los monstruos valencianos es una opción para aprovechar la imparable invasión de Halloween. El miedo es un motor para el cerebro y una de las bases para construir las identidades de los pueblos. Alecciona, cohesiona y provoca obediencia, porque apela a la supervivencia del individuo y su comunidad frente a lo desconocido. Gracias al miedo tomamos unas decisiones u otras y evitamos o escogemos ciertos caminos.

Hay una parte del miedo que, sin embargo, resulta atrayente: la que nos hace ver películas de terror, celebrar Halloween o jugar a la ouija. Frente a estos miedos “buscados”, el cerebro segrega adrenalina, serotonina y dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer.

Cada cultura tiene sus propios monstruos, igual que tiene sus propios mitos. En la Comunitat Valenciana, esa mitología de claroscuros se ha transmitido oralmente durante generaciones, como una forma de explicar el mundo a los niños y advertirles de los peligros, mucho más reales que imaginarios, que les podían acechar fuera de casa. Estos monstruos son la personificación de algunos de ellos, “els espantacriatures”.

Miquelot

Miquelot deambula de pueblo en pueblo en busca de niños perdidos o solos
Miquelot deambula de pueblo en pueblo en busca de niños perdidos o solosLa Razón

Conocido también como Saginer o el hombre del saco, Miquelot vaga por los pueblos y se lleva a los niños que andan solos por la calle. En algunas versiones de la historia, utiliza la grasa de sus cuerpos para fabricar jabones, ungüentos y mantecas. Es uno de los monstruos de forma humana, con aspecto desarrapado, corpulento y oscuro. Se le reconoce por el saco que lleva colgado del cuello, donde supuestamente almacena los cuerpos de sus víctimas. Nunca entra en las casas, que quedan así representadas como el espacio seguro para la infancia.

Es una figura presente en toda la Península Ibérica, y alimentado por sucesos como los del crimen de Gádor, en Almería.

El Butoni

Si Miquelot era la amenaza para los niños que salen demasiado, el Butoni es para los que se portan mal en casa. Aparece cuando los niños no se acaban la comida o tardan en dormirse, y no tiene una forma definida: a veces es un demonio y otras una bestia o un monstruo. Se le suele representar con cuernos, garras colmillos y el cuerpo grande y peludo. Los niños que le temen están a salvo, pero los que se burlen o no crean en él son los que corren peligro de que se cuele en sus casas por la cerradura, cuando descubra que no duermen.

El Butoni sólo acecha a los niños que se portan mal
El Butoni sólo acecha a los niños que se portan malLa Razón

Es una de las leyendas más populares de la Comunidad: antaño era un juego infantil; y después de la Guerra de la Independencia, se creó en València la “ronda del Butoni”, un cuerpo de vigilancia policial conocido así por la brutalidad de sus actos. Como el Butoni, llegaban de noche y gritaban cuando se llevaban a alguien.

“L’home dels nassos”

“L’home dels nassos” es otro de los que tiene aspecto semi-humano: un hombre con tantas narices como días quedan en el año. El 1 de enero tiene 365 y el 31 de diciembre -el único día en el que se le puede ver- le quedaría la última. Mezcla de terror y comedia, esta figura se conserva en formas parecidas en otras localidades españolas, donde las narices también pueden ser orejas.

Como sólo se le puede ver el último día del año, podría ser cualquier persona, y los padres solían bromear animando a sus hijos a salir a buscarlo, diciéndoles que acababan de verlo pasar por la calle o señalando a alguien que no fuera del pueblo y pasara por allí en fin de año. Según algunas versiones, vive en los árboles, y no representa un peligro para los niños.

A l'home dels nassos le crecen 365 narices cada Nochevieja
A l'home dels nassos le crecen 365 narices cada NocheviejaLa Razón

Nyítols

Los “nyítols” son unas criaturas muy pequeñas, similares a duendes, que entran en los cerebros de las personas a través del oído. Se alimentan de la memoria, que van royendo poco a poco. Una vez han entrado en el cuerpo, es muy difícil extraerlos. Son figuras asociadas a la noche de San Juan, y producen aturdimiento y desconcierto a la persona que los tiene, que va perdiendo los recuerdos y la consciencia.

Cualquier momento de distracción -como una noche al aire libre- es una oportunidad para estos seres minúsculos, que no se pueden ver con el ojo humano y que no descansan hasta dejar el cerebro vacío de raciocinio.

Santa Marta i la Tarasca

“La Quarantamaula”

Uno de los monstruos con más formas del bestiario valenciano: cabeza de gallina y medio cuerpo cubierto de plumas, piernas humanas, cuello de buitre, una bruja, cuerpo de caracol o de gato... La Quarantamaula puede aparecer de muchas formas diferentes, pero siempre se comporta de la misma manera: camina por los tejados, durante la noche, y golpea las ventanas de las habitaciones de los niños para asustarlos. De nuevo, un generador de obediencia.

Una de las representaciones de la Quarantamaula
Una de las representaciones de la QuarantamaulaLa Razón

El Moro Mussa

Según cuenta la leyenda, el moro Mussa era un monarca o caudillo militar musulmán que fue despojado de sus tierras por Jaume I, y que desde entonces vaga por La Valldigna en busca de venganza. Su forma de hacerlo: esconderse en las cuevas más oscuras de la montaña y aterrorizar a los niños que pasen por allí. Es tradicional decir este sortilegio para ahuyentarlo, mientras se juntan los puños contra el pecho: “Veste’n moro Mussa, o moriràs com una puça”. Suele aparecer representado junto a un gato o una serpiente.

El Caro

El Caro, mitad hombre mitad búho, aparece en medio de la noche, en la montaña. Antaño un pastor, cuenta la leyenda que fue castigado por los dioses por tratar de engañar a un viajero, y condenado a reunir eternamente a su rebaño de cabras. Sobrevuela las montañas valencianas, cantando una canción: “Ya tengo una, ya tengo dos, ya tengo tres...” Cuando llega a la sexta y sólo le queda una, se le escapan y vuelve a empezar, en una condena perpetua.

La leyenda del Caro aterrorizaba a los viajeros que cruzaban las montañas durante la noche
La leyenda del Caro aterrorizaba a los viajeros que cruzaban las montañas durante la nocheLa Razón

La Tarasca

Una de las pocas historias de este bestiario en las queel protagonista, el monstruo, puede redimirse. La Tarasca es un híbrido con cabeza de león, caparazón de tortuga y cola de escorpión. Tiene representación en la procesión del Corpus porque su historia está ligada a la de Santa Marta.

La historia de la Tarasca se entremezcla con la de Santa Marta
La historia de la Tarasca se entremezcla con la de Santa MartaLa Razón

Cuenta que la bestia salía de entre las rocas y aterrorizaba a los niños. Un día, Santa Marta fue hasta su escondite y consiguió apaciguarla, paseándola luego entre la población para demostrarles que estaban fuera de peligro. Según el DRAE, la tarasca es una “mujer temible o denigrada por su agresividad, fealdad, desaseo o excesiva desvergüenza”.

Bubota

Las bubotas son fantasmas que acosan y raptan a los niños desobedientes. Existen también en Mallorca, y cuando las personas las ven, pueden llegar a morir del susto y reencarnarse en bubotas. Tienen la apariencia tradicional de un fantasma, cubiertas de telas y de aspecto incorpóreo.

Si una bubota mata a alguien del susto, esa persona se convierte a su vez en bubota
Si una bubota mata a alguien del susto, esa persona se convierte a su vez en bubotaLa Razón

Suelen estar quietas y permanecer invisibles, y cuando alguien se acerca se hacen visibles y se mueven flotando, mientras dejan a su paso un escalofrío que recorre a los que se la cruzan. Se cuenta que durante la postguerra española, algunos contrabandistas se vestían de bubota para espantar a los guardias y que no sorprendiesen el tráfico de mercancías ilegales.