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Tokio

Cuento de Tokio

Mey-Ling Bisogno estrena una pieza sobre su idea de la capital japonesa

Bisogno, en el centro de los siete bailarines de «Tokyo Dream»
Bisogno, en el centro de los siete bailarines de «Tokyo Dream»larazon

Aclaremos desde el comienzo: Mey-Ling Bisogno, pese a sus ascendentes orientales –tiene sangre china y venezolana–, nunca ha estado en Tokio. Ni falta que hace, aunque le gustaría, claro. Así que quien busque en «To-kyo Dream», la nueva pieza de la coreógrafa y bailarina, un viaje realista o una evocación de la capital japonesa, no la encontrará. «Esta obra empezó conceptualmente: Japón era una deuda pendiente en mi vida. Desde niña sentía fascinación, pero cuando he querido ir, bien porque estaba trabajando, porque no tenía dinero o porque tenía el dinero pero no el tiempo, nunca pude. Así que pensé: ¿por qué no me invento un Tokio?». Dicho y hecho, habló con publicistas, actores, amigos y conocidos... «Les propuse: ¿por qué no hablar de cómo me imagino yo la ciudad? Hoy por hoy estamos cansados de ver imagenes de Tokyo, es una ciudad de la que tenemos la información muy cerca, pero hay una parte de ella que está en el imaginario de todo el mundo».

Una realidad frágil

Su propuesta, siempre dentro del lenguaje de la danza contemporánea, pasó así a reunir «a este grupo de personas que desean estar en un sitio especial, en esta realidad, y juntos deciden entrar en esta especie de sueño consciente». El Tokio que Bisogno imagina, explica la intérprete, «está atado con alambre y pegado con celo, porque es así como lo hemos podido construir. Es todo muy frágil está todo a punto de romperse». Además de coreógrafa, Bisogno es una de las siete intérpretes de la pieza, junto a Diana Bonilla, Helena Berrozpe, Aitor Presa, Rafael Ibáñez, José Juan Rodríguez y Pilar Duque de Estrada. Además, en futuras representaciones habrá dos músicos en directo en escena, aunque éstos no estarán en el estreno este fin de semana en Nave 73, uno de los muchos espacios que estos meses han ido abriendo en Madrid, desafiando con imaginación, ganas y descaro a la estadística que dice que no hacen más que cerrarse teatros.

Cuenta Bisogno que en su concepción de la propuesta escénica, la estética tiene un peso importante, algo que sabrán quienes vieran alguna de sus piezas anteriores, como «Peep-Box» o «Cómeme». «La obra tiene líneas blancas, minimalistas; me he creado una especie de living, un lounge con un colchón infalble, y unos asientos plegables divinos. Al prinipio no, pero luego te vas dando cuenta de que todo es falso». Un «lounge fashion» que se va descascarillando. ¿Como la realidad misma acaso? Y es que, matiza Bisogno sobre un proceso de creación marcado por la falta de medios, «ante las dificultades, la obra fue mutando. Al principio quería hablar de este escenario occidental, el imaginario que tenemos, pero la dificultad hizo que la obra misma empezara a pedir cosas».