Elena Lombao: «Estamos más tiempo con el Lexatin que doblándonos de la risa»
Participa en «Que nadie se mueva», una comedia que se representará en los Teatros Luchana de Madrid hasta el 29 de marzo
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«Que nadie se mueva» es una divertida sátira de la España actual. Una mirada introspectiva focalizada en el tiempo que perdemos preocupándonos por temas que nos distraen de lo que verdaderamente debiera de importarnos. Una demostración empírica de que el humor sana y de que aunque vivir sea un viaje complejo, puede resultar fácil si navegamos todos juntos. Elena Lombao, una de sus protagonistas, piensa que «nos movemos mucho por miedo a detenernos y darnos cuenta de que no vamos por el camino correcto». En la función, suena el teléfono. Una llamada anónima revela la presencia de un cadáver. Acude la Policía Nacional. Y los Mossos D’Esquadra. Y la Ertzaintza. Y hasta la Benemérita.
–Vaya lío, ¿no?
–Un follón. Se lía muy parda porque se van mezclando los límites de jurisdicción. La comedia viene a demostrar que el humor se está condenando, cuando en realidad es solo eso, humor. Nos reímos de cosas que empiezan a prohibirse. ¡Ya está bien de tanta censura!
–¿Cuáles son los límites del humor?
–No debería tenerlos. Y para eso no hay que trabajar el chiste sino a quien lo escucha.
–¿Es España un corral con demasiados gallos?
–La actualidad política no me da igual, pero me tiene saturada. Esos gallos tendrían que trabajar para nosotros y organizarse para que podamos vivir lo mejor posible. Deberían respetar la diversidad de ideas. Todo lo demás me parece un circo.
–¿Se imagina la situación de la obra en la realidad?
–Seguro que superaría la ficción, por muy dantesca y absurda que sea. Aunque eso tendrían que decirlo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que tienen anécdotas buenísimas.
–En Cataluña ya colaboraron Mossos y Policía Nacional.
–Es que frente a un problema hay que colaborar, no enfrentarse.
–Usted, en la función, hace de Policía Nacional. Si lo fuera en la vida real, ¿a quién le gustaría detener?
–¡Vaya pregunta! (Piensa) A algún ex novio (risas).
–La obra puede considerarse una sátira de la España que nos está tocando vivir.
–Así es. Llevamos al extremo una situación para poner al descubierto lo ridículo que a veces resulta el conflicto entre las ideas. Enfrentarse es absurdo. Y el humor sana, ayuda a liberar tensiones y a mostrar que estamos todos en lo mismo, se piense lo que se piense.
–¿Está España para vivirla o sufrirla?
–Eso es una elección de cada uno. El dolor es inevitable, pero aquí hemos venido a disfrutar. Los conflictos hacen que las cosas evolucionen. Hay que resistirse menos y evolucionar y disfrutar más.
–A veces, resistirse nos lleva a desatender lo que de verdad importa.
–Sí. Cuando hay mucho ruido es porque se tapa algo. Para entender lo que ocurre en España, tenemos que analizar nuestra situación personal, ya que es lo mismo pero multiplicado exponencialmente. Y es que cuando nos preocupamos por cosas que a priori parecen importantes, no prestamos atención a lo que de verdad deseamos y necesitamos, que al fin y al cabo es amor. Las peleas, las faltas de acuerdos entre nuestros líderes… Todo eso emborrona la vida y la unión entre la gente. Vivir es complejo, pero puede resultar fácil si lo hacemos juntos.
–«Que nadie se mueva» se trata de una mirada hacia adentro. ¿Qué vemos ahí?
–Mucho amor y mucha necesidad de hacer las cosas bien y de colaborar. Somos animales que necesitan la unión, no seres independientes e individuales.
–¿Deberíamos mirarnos más?
–Sí, cada uno a sí mismo. Y hacer el trabajo de dentro hacia fuera. Una vez analizados, es más sencillo entender a los demás.
–¿Por qué nadie tiene que moverse en esta función?
–Porque la historia debe ser contada. Y no digo más.
–En general, ¿nos movemos mucho o poco?
–Nos movemos mucho por miedo a detenernos y darnos cuenta de que no vamos por el camino correcto.
–¿Cómo se afila el humor?
–Acercándose a lo que puede generar más repercusión.
–¿Nos reímos lo suficiente?
–Habría que reírse más. Estamos más tiempo con el Lexatin que doblándonos de la risa. Si nos riéramos más nos convertiríamos en personas más felices, seríamos más capaces de hacer feliz a quien nos rodea y la sociedad sería menos violenta.
–¿A usted, personalmente, qué le hace gracia?
–El absurdo, lo que me sorprende y no me espero.
–¿A quién le gustaría sacar una sonrisa?
–Me encantaría representar esta función en el Congreso de los Diputados. Creo que marcaría un antes y un después.