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Tindersticks giran por España con su álbum más luminoso

Los británicos presentan «No treasure but hope», un álbum que premia su carrera sin concesiones

Tindersticks
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La trayectoria de Tindersticks siempre se ha movido en los márgenes. Su pop orquestal no encajaba en el «brit pop», no era ni mucho menos grunge y no digamos ya trip hop, la tercera de las grandes olas de los noventa. «Llegamos a sentirnos incómodamente solos» dice Stuart Staples cantante y compositor de la banda británica en un hotel de Madrid adonde ha venido a promocionar su último disco, «No treasure but hope».

«En aquel momento, para el grupo era un poco frustrante. Porque eres joven y deseas cierta atención o repercusión de tu trabajo. Pero jamás nos traicionamos. Bueno, creo que aunque hubiéramos querido, tampoco habríamos sabido hacer otro tipo de música... ¿nos imaginas haciendo trip hop?», comenta Staples. Sus trabajos, impregnados de la melancolía y la oscuridad del norte, fueron recibidos como maravillosas rarezas por sus seguidores. Catálogos de emoción y clase musical con un poso literario que transmitían un estado de ánimo que, igual que a Divine Comedy, les hacía exquisitamente necesarios. El grupo hace tres paradas en su gira española: Vigo (23 de febrero), Barcelona (25) y San Sebastián (14 de marzo).

La esperanza

Sin embargo, el nuevo trabajo de los británicos está bañado por la luz del Mediterráneo, específicamente de la isla de Ítaca (Grecia) donde Staples pasa largas temporadas al año. Un álbum en el que el ambiente a humo y a bohemia se ha disipado y las ventanas han dejado entrar olor a salitre y sonido de gaviotas. «Bueno, igual estás exagerando... (ríe). Pero es verdad que yo trabajo con imágenes mentales para concebir las canciones y en este álbum hay al menos dos que están inspiradas por los atardeceres que tenéis en el Mediterráneo ¿te parece buena descripción?», pregunta el músico, de voz grave y habla pausada.

«Yo resido en Francia el resto del tiempo y me considero europeo –dice cuando le preguntamos sobre un Brexit que no era realidad cuando se hizo esta entrevista–. Ahora me defino esencialmente así, europeo, pero no pierdo la esperanza en que esto pueda cambiar en el futuro». Ahí está la esperanza de la que habla el título, un asunto que no es banal en unos tiempos donde el catastrofismo es la actitud reinante. «Yo también me siento así muchas veces. Pero pienso que el disco habla de la belleza y del dolor que hay en el mundo, a partes iguales. Y que todos tenemos de ambas cosas en nuestra realidad. La cuestión es saber gestionarlas tanto en lo que respecta a la vida política como en la personal. Las relaciones humanas y sentimentales tienen esa misma mezcla de sentimientos y hay que saber cómo seguir adelante porque merece la pena. Aunque a veces no sepamos cómo hacerlo. Pero tenemos esas relaciones porque, en el fondo, somos todos seres incompletos».

Así que la esperanza funciona como una especie de cebo. «Puedes llamarlo así. Mira nuestra historia como banda: en los 90 nos sentíamos muy solos, como unos bichos raros. Y bueno, aquí estamos. Muchos grupos de brit pop, de grunge o de trip hop no pueden decir lo mismo».