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El judío que halló sus raíces

Charlamos con Clive Owen con motivo de la nueva y conmovedora película de François Girard que protagoniza, «La canción de los nombres olvidados»
larazon
La Razón
  • Rosa Gamazo

    Rosa Gamazo

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Basada en la novela del crítico inglés de música clásica Norman Lebrecht, «La canción de los nombres olvidados», dirigida por François Girard («El violín rojo») cuenta la historia de Martin Simmonds (Tim Roth), un hombre obsesionado con la desaparición de su hermano adoptivo. El pequeño, un niño judío polaco llamado Dovidi Rapaport (Clive Owen) refugiado durante la Segunda Guerra Mundial, fue acogido por una familia que decide apostar por su talento y proporcionarle estudios musicales en vista de sus virtuosas dotes con el violín. Este desaparece sin dejar pista a los 21 años justo antes de un concierto precipitando la ruina de la familia. Ya que de haberse realizado, hubiera supuesto una consagración de su carrera y un empuje económico importante para todos los miembros.
Muchas son las preguntas que quedan sin respuesta y 35 años más tarde, Simmonds, convertido en profesor y experto musical, baraja la posibilidad de que su hermano siga con vida gracias a un fortuito encuentro con un violinista que le enseña una filigrana estilística solo al alcance de su hermano. Encontrarle se convierte a partir de ese momento en su principal objetivo. Aunque para ello sea necesario recorrer todas las aristas del mundo.
Owen, que da vida al virtuoso violinista, comenta lo fascinado que quedó tras leer el guión: «Me pareció una historia muy conmovedora, escrita de una forma sublime», explica el protagonista de «Children of Men». Al actor le sorprendió que Girard, el director, pensara en él para el papel: «Cuando François me lo ofreció le tuve que preguntar por qué. Decidió elegirme antes que a cualquier otro actor, y me sorprendió porque quien realmente lleva el peso de la trama es el personaje de Simmonds. Pero Girard me repetía hasta la saciedad que era clave que cuando Martin me encontrara al final de su búsqueda, el intérprete fuera el adecuado».
A pesar de no aparecer mucho tiempo en pantalla, el trabajo que tuvo que realizar fue bastante arduo y meticuloso, ya que dar vida a un judío ortodoxo que toca el violín suponía una cantidad elevada de horas de práctica. Pero el enamoramiento instantáneo que tuvo por el guión mereció totalmente la pena.
El mismo personaje está también interpretado por otros dos actores con el objetivo de abarcar las diferentes edades del protagonista. Es por eso que Owen resalta: «Era muy importante la continuidad, sobre todo respecto a la forma de tocar el violín, así que era importante que nuestra forma de tocar y manierismos fueran similares, así como también el aspecto físico. Le mostré al director fotos de cuando era niño para que pudiera elegir a un crío que se pareciera a mí».
La primera escena que tuvo que rodar Owen tuvo lugar en una Academia Liszt de Budapest, abarrotada de público y con una orquesta al completo. Owen reconoce que nunca en toda su carrera interpretativa había sentido tanta presión. De alguna manera, se veía preparado porque estuvo ensayando con un profesor y esto le había otorgado cierto grado de confianza, pero, aun así, los nervios seguían estando a flor de piel.

Amar la memoria

Como añadido a toda esta situación, cabe resaltar el hecho de que François Girard ha dirigido ópera y espectáculos del Circo del Sol por lo que podemos afirmar que no estamos hablando de un director al uso. «Girard es extremadamente talentoso. La experiencia ha sido tan maravillosa que ya estamos hablando de hacer otros proyectos juntos. No creo que haya muchos que pudieran hacer lo que ha hecho él», explica Owen.
Por su parte, François Girard comenta que «La canción de los hombres olvidados» es un proyecto que estuvo rondando hace algún tiempo y que otros productores intentaron en su día llevarlo a cabo. El director confiesa que en ocasiones ha sido un tanto suicida a la hora de seleccionar las películas que dirige: «Cuando eliges un proyecto te comprometes al cien por cien con la causa que lo impulsa y en este caso en concreto si contamos la historia de un violín que viaja alrededor del mundo, sabes que te vas a pasar los cinco siguientes años de tu vida en aviones. Lo hicimos porque amábamos la historia y queríamos mantener viva la memoria de la Segunda Guerra Mundial».

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