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Albert Uderzo, el dibujante que cayó en una marmita

El padre del héroe galo y sus compañeros, así como cocreador de estos personajes junto a René Goscinny, fallece a los 92 años de una crisis coronaria. El cómic despide a uno de sus grandes nombres y a un artista que deja detrás toda una escuela

Muere Albert Uderzo, legendario dibujante de Astérix
Boceto realizado por el dibujante Uderzo en el que aparecen los personajes de ficción Astérix y Obélix. Con este dibujo se ha querido anunciar su fallecimientoEDITORIAL ANAYAEFE

La poción mágica no era más que dos ingredientes: el ingenio de Goscinny, que murió en 1977, y el dibujo de Uderzo. El primero creaba las historias y el segundo prestaba la fuerza de su trazo gamberro. Los dos comprendieron que no existe nada más serio que el humor y que éste no consiste en un chiste grueso. En una época dominada por la pujanza de Tintín, un personaje más seriote y de escasos mimbres para la gracia más allá que la básica, ellos introdujeron el ingenio, un soplo de aire fresco que renovó la viñeta que venía encorsetada por cierto tono de gravedad. Uderzo falleció ayer a los 92 años de una crisis cardíaca (no por coronavirus) y con su desaparición la biblioteca de la infancia, la primera que uno forma, queda algo huérfana, aunque todavía nos queda Ibáñez. Él pertenecía a una generación de dibujantes que irrumpieron en el cómic para darle modernidad y renovarlo, que consistía en imprimirle una falta de reverencia, una retranca que hasta entonces no se había visto.

Uderzo comenzó pronto su carrera de dibujante. A finales de la década de los cuarenta trabajó en las historias de Belloy y de Arys Busk, y ganaba prestigio en una publicación, «¡Bravo!» desarrollando a un personaje, Capitán Marvel Jr., y alquilando su talento a precio de saldo en otras revistas. Su trayectoria cambió en 1951, cuando en su camino se cruzó Goscinny, uno de los cofundadores de «Pilote», donde saldrían las primeras tiras de Astérix y Obélix, y un hombre con un don insospechado para guionizar historietas. Entre ellos nació una complicidad y una amistad que irían probando en sucesivas creaciones, todas de distinta aceleración y pulso. Lo primero que su inteligencia conjunta entregaría a aquellos lectores de la posguerra europea sería «Jehan Pistolet», y, más tarde, «Umpah-pah», una serie con la que fraguarían cierto prestigio. Se desarrollaba en la América colonial del siglo XVII. La confrontación de dos culturas, una más adelantada, la europea, y otra (hipotéticamente) más primitiva, la india, sería un antecedente del mayor éxito de su carrera: Astérix. La carta bautismal de este personaje está clara. Para todos nace el 29 de octubre de 1959 en la mencionada publicación seamanal «Pilote». Entonces nadie habría podido aventurar que publicarían 37 álbumes con este héroe galo, que sus aventuras se traducirían a 57 idiomaps y que venderían más de 300 millones de ejemplares en todo el mundo. Un verdadero capital y una columna que sostendría durante años la industria del cómic.

Blanca irreverencia

Goscinny improvisaría unas historias con una irreverencia blanca, sutil, inteligente, que dejan la impresión de que podrían haber sido el atrio o la puerta de entrada de los «sketches» que los Monty Phyton desarrollaron años después en un filme épico. Tenían un punto surrealista y descarado, un acento burlón que le permitía reírse hasta de la «grandeur» francesa (quizá por eso, cuando a Charles de Gaulle le preguntaron por su cómic favorito, el estirado general dijo: «Tintín», lo que es una respuesta lógica en alguien que no comprendió el 68 y que recuperó la patria desembarcado por Normandía). Uderzo también trajo consigo una revolución que no es despreciable: la del dibujo.

Su apuesta estética suponía una ruptura con el diseño franco-belga que imperaba en ese momento. Procedía de una escuela hiperrealista (alrededor de él gravitan nombres como los de Franquin, Morris, Peyo y otros). Pero él supo afilar las oportunidades que le ofrecía la caricatura, una disciplina para la que estaba especialmente dotado, con el fin de tallar a sus personajes y, de paso, también renovar esta técnica. La demostración es que a lo largo de la serie de Astérix introdujo distintas caricaturas de celebridades de la época, lo que acentuaba su lado más insolente y también le daba un tono muy juguetón. El actor Charles Laughton,un ogro en las películas y en la vida real (Alfred Hitchcock declaró que en sus filmes nunca se verían a niños ni tampoco a Charles Laughton), aparece en uno de sus álbumes como Gracus Astutus; en «Astérix en Bretaña» podemos ver a los Beatles; en «Astérix en Bélgica», a Balduino (con el flequillo de Tintín, para mayor escarnio); en «Astérix y compañía», a Jacques Chirac, otro convencido de sí mismo; en «Astérix y el caldero», a Valéry Giscard d’ Estaing, como recaudador de impuestos, lo que no es nada casual; y en «Astérix en Hispania», a Don Quijote y Sancho, que son más importantes que ningún político o rey que haya salido de aquí.DE Uderzo también dependió ubicar la aldea gala. Goscinny le dejó ese privilegio y él recordó su infancia y los años que pasó en Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Ahí la situó. De hecho, muchos críticos han señalado que este conflicto estuvo en la génesis de la historia: una pequeño pueblo de irreductibles que aguanta una invasión extranjera. A partir ahí, Uderzo, junto a Goscinny, rubricaron unos cómics exquisitos, introdujeron en el habla corriente expresiones latinas («QuoVadis, galo?») y renovaron el interés por el imperio romano a través de los héroes Astérix y Obélix, la tribu celta a la que pertenecían y su fiel acompañante el perro Idéfix, y emplearon el humor para introducir veladas críticas sociales y políticas. Y, además, lograron algo tan difícil como crear unos personajes universales y a la vez más franceses que la Torre Eiffel.

Una batalla por los derechos de autor

Albert Uderzo y René Goscinny son importantes por las historias de la irreductible aldea gala, por su capacidad para regenerar la viñeta y, también, por la batalla que entablaron en su país para lograr que los dibujantes tuvieran acceso a los derechos de autor. Una batalla por la que fueron reconocidos y que en Francia nadie olvida. Sus historias también son un ejemplo de cómo se puede cimentar una industria próspera a partir del ocio. Alrededor de Astérix ahora existe un emporio comercial, comenzando por un parque temático y adaptaciones cinematográficas. Uderzo también permitió que otro dibujante y guionista continuaran las aventuras de Astérix. Un concepto moderno que afirmaba su idea de que los personajes, una vez creados, pertenecen al mundo.