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Literatura

Sant Jordi

Librerías con mascarillas, guantes y mamparas

Se aplicarán criterios de distanciamiento y exigen unas normas claras de sanidad

Las librerías celebran el Día del Libro cerradas y con la única posibilidad de la venta online
La librería La Rossa gestiona un pedido con un trabajador de un servicio de mensajeríaBiel AliñoEFE

Nada más extraño que un día del libro sin librerías. El coronavirus no se ha conformado con arruinar las fiestas populares, también ha eclipsado una de las citas culturales más relevantes del año. Pero los lectores más pertinaces no han desistido de la costumbre de adquirir libros y han respondido combatiendo el aislamiento con compras «online». En el caso de la Librería Antonio Machado, las ventas a través de este servicio se han incrementado notablemente respecto a temporadas anteriores, aunque reconocen que jamás van a cubrirán los ingresos que suelen generar por esta fecha cuando están abiertos. Ni siquiera se alcanza un diez por ciento. En el caso de Cataluña, donde esta jornada supone entre un diez y un quince por ciento de la facturación anual, también se ha acogido ánimo el incremento de pedidos «online» durante estas semanas porque creen que es una señal de que el interés por los libros no decae,

Pero la principal preocupación del sector ahora mismo es saber cuándo van a abrir de nuevo las puertas a los clientes. Todavía no existe un fecha, pero todo parece indicar, como avanzó este diario, que sea alrededor del día 11. La mayoría de los libreros coinciden en dos cosas: que todas las librerías levantarán la persiana del cierre juntos y que no tiene sentido reabrir si la gente todavía no puede salir a la calle. No compensarían los gastos.

También hay que sumar otra preocupación: el protocolo sanitario que deben seguir para retomar su actividad. Rodrigo Rivero, de la Librería Lé, asegura que ya se está preparando. «Tenemos que protegernos a nosotros al igual que a los repartidores, comerciales y compradores. Hay que adecuar convenientemente el establecimiento. Eso consiste en procurar material sanitario para los empleados, como guantes de goma y mascarillas. En mi caso, quiero señalizar el suelo para que se respeten las distancias, se sepa por dónde avanzar y que las personas puedan moverse con comodidad. También instalaremos mamparas». En la librería La Central en Barcelona ya han encargado guantes, mascarillas y paneles de metacrilato como medidas de protección para la reapertura, aunque aguardan a las indicaciones de las autoridades sanitarias. La librería Canillo, en Castelldefels, está a la espera de las indicaciones gubernamentales, aunque ponen en entredicho alguna medida que se pueda imponer, como las mamparas de metacrilato en caja. Creen que no resultarían muy efectivas porque los libreros tienen que asesorar al público. «Estamos expuestos en todo el local, la fórmula al final es mantener las distancias de seguridad», aseguran.

Limitar el aforo

Álvaro Manso, de CEGAL, comenta lo importante que resulta este punto: «Nosotros podemos adoptar medidas, pero debe haber una norma a la que acogerse. Estas deben estar marcadas. Hay que determinar el aforo, que debe estar en relación con los metros cuadrados de cada establecimiento. Tiene que haber unas distancias que se respeten, llevar mascarillas y guantes. Hay que adaptar las librerías a las medidas adecuadas de limpieza y de higiene». Álvaro Manso no menciona una fecha de reapertura, pero considera que lo esencial hoy en día es incrementar la seguridad. «Si para lograrlo hay que retrasar una semana el regreso de las librerías no importa. No dejamos de mirar a Europa, donde las librerías han ido abriendo poco a poco. Hay que ver qué cosas funcionan allí y qué hay que implementar».

Aldo García, de la Librería Antonio Machado, comenta que «la perspectiva para abrir las puertas es mantener claro cuántos clientes puede haber respecto a la superficie de cada librería. A lo mejor, en cuanto tengas cinco personas dentro, debes cortar para que no haya contagios entre empleados y clientes. La separación es de 1,5 metros y el espacio de establecimientos es peculiar, porque hay islas para mostrar las novedades, etcétera. Te puedes llegar a sentir como un policía». Álvaro Manso también comparte la idea de que «no podemos abrir teniendo a la gente en casa», pero también subraya algunas medidas oportunas, como «incorporar el personal de las librerías de manera gradual, según se incremente el flujo de personas. Hay que volver con garantías».

La incógnita del verano

La otra incógnita que desconocen los libreros es el efecto que tendrá el verano. Empieza en junio. Parte de las ventas dependerán de si se permitirá viajar o no; de si las personas o las familias podrán desplazarse por el país o tendrán que quedarse en su domicilio. Eso determinará
que se produzcan buenas o malas ventas durante el estío. En lo que coinciden todos es en que siempre será mejor tener las librerías abiertas a que estén cerradas, porque el incremento de ventas «online» no cubren las ganancias que generan cuando tienen las puertas abiertas.

El COVID-19 no solo ha castigado este mercado cultural con un largo cierre y la suspensión de eventos clave, como el Día del Libro, Sant Jordi y la Feria del Libro de Madrid (que hipotéticamente se celebrarán en otras fechas, aunque todavía eso está por ver). También traerá consigo problemas. Para muchas librerías era importante los ingresos que percibían por la realización de actos culturales, como presentaciones de novedades. Pero, de momento, ninguno sabe si estas actividades podrán llevarse a cabo más adelante o quedarán suspendidas. El otro temor es la respuesta que habrá cuando termine el confinamiento. Las librerías son conscientes de que no están en el mismo punto que en 2008, cuando la crisis económica estancó las ventas. Ahora hay gente dispuesta a comprar, pero lo que no pueden es salir de su domicilio (aunque habrá que ver cuál es el impacto de la economía, que se ha desplomado a niveles realmente preocupantes). Por ahora las sensaciones que tienen son buenas. Hay clientes que les comunican que están deseando regresar y comenzar a comprar libros. «Lo notamos con las llamadas y correos que recibimos –explica Aldo García–. La gente desea entrar en librerías y comprar libros. Están necesitados de venir y sentirse parte de la sociedad. Confío en que cuando se pueda abrir de forma normal, habrá de nuevo unas buenas ventas».