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La espía de Franco

Las investigaciones, sobre todo, se desarrollaron entre los años 40 y 60
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La Razón

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Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, el fundador de Falange Española, nunca imaginó que pudiesen espiarla. Ni mucho menos que, quienes lo hiciesen, fueran de su propio bando. La red de información A.P.I.S., que probablemente a muchos les suene a chino, existió de verdad. Como señala Javier Domínguez, autor de una exhaustiva investigación sobre el delicado asunto: «En el período comprendido –al menos– entre comienzos de los años cuarenta y mediados de los sesenta, Franco recibió sin cesar innumerables informes que procedían de una red de espionaje dedicada sobre todo a la investigación antimasónica». Pero también persiguieron, como advertimos, a quienes supuestamente estaban en su mismo barco. Los informes contienen el sello de la organización, donde el nombre A.P.I.S. –España rodea la figura de una abeja, cuya raíz etimológica –apicula– significa precisamente «pequeña abeja».
El símbolo de la abeja
Todo el mundo sabe que la abeja simboliza el trabajo abnegado y meticuloso de las obreras de la colmena, o de la red de espionaje en este caso, con un componente claramente femenino, pues todos los agentes de APIS eran mujeres. En los informes secretos se advierten dos lemas: uno que los encabeza, atribuido a Franco («Por el mejor servicio a la Patria»), y otro estampado al final del texto manuscrito, reducido casi siempre a las iniciales «Q.C.D.», pero algunas veces explicitado: «Quién como Dios». Las mismas palabras vociferadas por el arcángel San Miguel a Lucifer y a los demás demonios sublevados contra Dios. La principal agente de la red de espionaje era una mujer que escondía su identidad bajo las siglas «A. de S.», y que solía enviar sus informes desde Cascais (Portugal), donde residía la Familia Real española en el exilio, pero también desde Ginebra, París e incluso Tánger. Toda la información era canalizada por el verdadero alma mater de la organización, María Dolores de Naverán y Sáenz de Tejada, en calidad de secretaria general de APIS. ¿Quién era en realidad esta enigmática mujer que firmaba los informes confidenciales sobre Pilar y otros camaradas suyos enviándolos a continuación a Luis Carrero Blanco, subsecretario de la Presidencia del Gobierno desde mayo de 1941, de modo que acabasen en manos de Franco, tal y como se precisaba al comienzo de algunos documentos: «Preparado para S. E.»? Naverán era hija del conocido poeta vasco Onofre de Naverán, autor de «Álbum poético infantil de Escuelas» (1930); curiosamente, era monja teresiana dedicada al principio a la docencia, como profesora en la Escuela Normal de Vizcaya. Mientras trabajó para A.P.I.S, era la Vocal del Consejo Superior de Protección de Menores, dependiente del Ministerio de Justicia. Años después, en febrero de 1952, sería nombrada inspectora extraordinaria permanente en Enseñanza Primaria por orden del Ministerio de Educación Nacional.
Antes de su muerte acaecida el 13 de febrero de 1967 en Madrid, Naverán cursó a Carrero Blanco un informe sobre Pilar Primo de Rivera. Datado en Madrid el 13 de octubre de 1943, lo exhumó el académico de la Historia Luis Suárez pero aun así, descontextualizado, es natural que haya pasado casi inadvertido hasta hoy. Tras criticar a Pilar por pedir la dimisión de José Luis de Arrese, ministro secretario general del Movimiento, Naverán calificaba a la directora de la Sección Femenina de «energúmena», de «muy apta para dejarse influir», y hasta de poseer una «escasísima inteligencia», cuestionando también su liderazgo dentro de la organización.
«Buena y piadosa»
Naverán se dirigía al almirante como «mi respetable y buen amigo» y deslizaba a continuación este extenso párrafo para dejar constancia de su insólito informe: «Pilar es buena, D. Luis, muy buena y piadosa. Pero de escasísima inteligencia y no sabe distinguir lo que es un desiderátum de lo que es una posibilidad y de lo que ésta determina sin renunciar a aquél. Es además muy apta para dejarse influir, y yo creo que convendría ponerse al habla disimuladamente con ella y atraerla también por nuestra parte […] Perdóneme la lata, pero también yo me he agitado al fin. Mándeme siempre. Q.C.D. Mª Dolores de Naverán». Naverán se cebaba no solo con la directora de la Sección Femenina, sino que se permitía incluso la licencia de criticar también a algunas de sus camaradas más queridas y admiradas, como las hermanas Ridruejo, «que influyen mucho y mal en Pilar», según denunciaba a Carrero. Entre ellas, Eulalia Ridruejo: la misma que, durante veintidós años y hasta su fallecimiento el 22 de febrero de 1956, se entregó en cuerpo y alma a la Falange durante la República, la guerra y la paz. Verlo para creerlo.