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La mirada del Rey

Jamás se había visto el sol a una distancia de «solo» 77 millones de kilómetros
larazonEFE

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Millones de pequeñas hogueras; una miríada de fuegos de campamento que burbujean como pompas de agua hirviendo en la superficie naranja del Sol. La imagen más cercana jamás tomada de nuestra estrella nodriza ha revelado una sorpresa inesperada. El Sol no arde solo merced a la gigantesca actividad energética que provocan sus llamaradas y expulsiones de materia, también palpita de la mano de pequeñas antorchas que se antojan las perfectamente alienadas velas votivas al pie del altar. Una sola no es más que una débil chispa que no ilumina, todas juntas brillan con fuerza para elevar las preces de los fieles más allá de los límites de la esperanza.
El ser humano nunca había obtenido una imagen tan cercana del astro rey, si 77 millones de kilómetros (la distancia a la que la nave Solar Orbiter, de la Agencia Espacial Europea disparó la instantánea) puede considerarse cerca. No es ni siquiera una imagen de calidad. Los expertos reconocen que su resolución no es la óptima. Pero desde que Galileo observara las manchas negras de la superficie de la estrella indicando al mundo que el Sol está vivo, la ciencia ha soñado con echar un vistazo a tan corta distancia a lo que se cuece (literalmente) en esa superficie vedada al escrutinio directo de nuestros ojos. El Sol da la vida, pero mirarlo a la cara ciega, como si fuera un Dios caprichoso y acomplejado. La Solar Orbiter ha tenido que pertrecharse de la mejor tecnología humana para poder arrimarse al hogar del que mana la templanza del Sistema Solar sin correr la suerte de Ícaro: ver derretidas sus ufanas alas de cera.
Como premio a su osadía la nave ha obtenido la constatación de que esas pequeñas hogueras deben de guardar la respuesta a algunas de las preguntas que la humanidad lleva tiempo haciéndose. ¿De dónde procede la energía de la estrella vecina? ¿Por qué las partes más externas de su atmósfera están miles de grados más calientes que la superficie? ¿Qué contiene el fuego solar que en forma de viento protege con un manto invisible todo el Sistema planetario que le sirve de corte? Vivimos al cobijo de una estrella mediana de algo más de 5.000 millones de años. Estamos en el lugar exacto del vecindario para que su calor no nos achicharre pero nos dé aliento. Como si hubiésemos elegido el mejor lugar alrededor de la mesa calentada por un infiernillo, ese que dejábamos a la abuela en invierno. El azar nos puso aquí para que 5.000 millones de años después fuéramos los únicos seres capaces de mirar al rey a los ojos. Aunque sea a 77 millones de kilómetros de distancia.

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