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Por qué tienes que ver... “La Unidad”: El imperio sombrío de la ley

Tras una labor propia de superhéroes hay seres vulnerables con los que es imposible no conectar
larazonMOVISTAR+
La Razón

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El nuevo trabajo compuesto a cuatro manos por el director Dani de la Torre y el guionista Alberto Marini, la dupla que ya brilló con «El desconocido», es «La Unidad». Se trata de un más que solvente ejercicio de alta tensión sostenido por un trabajo actoral igualmente memorable. Aquí trabajan con ingredientes similares, pero con el plus de gravedad que proporciona el telón de fondo de la historia: la lucha contra el yihadismo.
En esta ocasión, al tándem Marini-De la Torre se añade en labores de coescritura Amèlia Mora –cuya mano ya se dejó notar, por ejemplo, en el estupendo guión de «[REC]2»– para ofrecer un trabajo caracterizado por la ambición y la falta absoluta de miedo a la hora de enfrentarse a los temas más comprometedores y complejos.

1. El 11-M

«El 11 de marzo de 2004 en Madrid murieron 193 personas tras el mayor atentado terrorista perpetrado por una célula yihadista en nuestro territorio. Desde entonces, España se ha convertido en el país del mundo donde se llevan a cabo cada año el mayor número de operaciones contra el terrorismo yihadista internacional». Con estos títulos explicativos arranca una propuesta que ha sido apuntalada con un trabajo acorde a la seriedad que pedía el objeto de estudio. En total son cinco horas de ficción con espíritu de periodismo de investigación; televisión que remite al mejor cine de Paul Greengrass, director fundamental para entender el thriller de acción y espionaje moderno, y cuyas obras más destacables han partido siempre del estallido de traumas colectivos. Aquí se siguen los pasos tanto de los criminales como de los agentes de la ley sin perder nunca de vista la multitud de etapas por las que sus acciones deben pasar. No se trata solo de plantar o desactivar bombas, sino también de abastecerse, esconderse, afrontar las preguntas de la Prensa o bailar al ritmo de la música del siempre mareante juego político.

2. Realismo

El realismo en el que se apoya la propuesta se sustenta también en la firme voluntad, por parte del equipo detrás de las cámaras, de humanizar a sus personajes centrales. Es por esto que la trama de «La Unidad» no solo bebe de la tensión inherente a la caza terrorista, sino que también se nutre de las tensiones y dramas personales que laten bajo el intenso trabajo de oficina y de campo retratado. Así, la conciliación familiar –las organizaciones frenéticas de comuniones o las negociaciones angustiosas de divorcios– se reivindica como una realidad más a abordar en este campo de minas que es el entorno laboral. El mensaje queda claro: detrás de una labor digna de superhéroes encontramos a seres humanos vulnerables, con los que en consecuencia es casi imposible no conectar.

3. Personajes femeninos

El laberinto por el que se mueve «La Unidad» suele ser, por desgracia, un mundo de hombres: las mentiras, dobles intenciones, falsas identidades y puñaladas traperas que la serie retrata componen una red en la que las mujeres casi siempre tienen un papel más bien secundario. Pero en el mundo creado por De la Torre y Marini las cosas son distintas. Nathalie Poza y Marian Álvarez confirman su condición de valores punteros en el panorama interpretativo español encarnando a dos de los personajes más potentes de la serie. Ellas comandan una avanzadilla femenina consciente de partir de una posición de franca desventaja con respecto a los compañeros del otro sexo, pero que revierten este obstáculo autoimponiéndose un grado de exigencia tal que, llegada la hora de la verdad, las revela como las líderes ideales del cuerpo policial de élite al que el título de la serie remite.

4. Soberbio Luis Zahera

«La Unidad» nos permite reencontrarnos con el rostro, la voz, la cadencia, la entonación y las vocales alargadas características de Luis Zahera, un intérprete gloriosamente empeñado en crear escuela. Cada una de las apariciones de este secundario de lujo –o, si se prefiere, auténtico «robaescenas»– es oro puro. Cuando está en pantalla, el control absoluto con el que se gestiona la historia se desactiva para prestar atención a un monstruo de la interpretación que, por encima de las imposiciones que establece el guión, marca a voluntad el paso al que se mueve todo el universo que rodea a su personaje.

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