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“María Cristina, reina gobernadora”, una novela con imprecisiones

La autora ha cometido algunos errores históricos en este relato biográfico
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La Razón
  • José Ramón Urquijo Goitia

    José Ramón Urquijo Goitia

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Antes de empezar debo aclarar que no soy un crítico literario sino un especialista en la Historia de España de los años que se abordan en esta publicación, y que en consecuencia me centraré especialmente en si las fuentes son las adecuadas, y si en el relato se han tenido en cuenta los acontecimientos fundamentales de la vida del personaje.
La presentación da a entender que se trata de una biografía novelada articulada no desde la investigación científica sino desde una recreación literaria que respeta los elementos principales de su trayectoria vital, para lo que incluso introduce notas bibliográficas, e incluso algún documento de archivo.
Sin embargo, al analizar los títulos llegan las sorpresas desagradables. Se utilizan dos ediciones de la misma obra (Burdiel, biografía de Isabel II, pero en las notas sucesivas no se identifica cuál es la usada). Otras menciones simplemente están plagadas de errores: la revista “Vínculos de Historia· no pertenece a la Universidad Complutense sino a la de Castilla-La Mancha; resulta imposible que Fernández de Córdoba haya publicado una memoria sobre los sucesos de julio de 1834 (en realidad son los de 1854) el año 1833. Por otra parte, resulta difícil escribir este libro sin mencionar a autores excelentes como Pirala, La Parra o Kiernan, etc.
La obra muestra una excesiva dependencia de la publicada por el marqués de Villa-Urrutia, del que coge informaciones y algunos de sus errores, como situar la visita al papa en Albano, en lugar del Palacio del Quirinal de Roma, como se menciona en la “Gaceta de Madrid”. En el segundo capítulo, junta en un totum revolutum hechos del reinado de Fernando VII. Además, hay errores históricos importantes como mezclar acontecimientos de 1814 y 1820 (pp. 19-20, 134); atribuir al Vaticano la presión en favor de la moderación de Fernando VII, papel que sí jugaron Francia, Austria, etc. (22); afirmar que se reinstauró la Inquisición en 1823 (22); desconocer el papel de los tres embajadores “italianos” en la crisis de 1832; mezclar la Milicia Nacional y los Voluntarios Realistas (49); convertir a la esposa del rey Luis Felipe en española en lugar de napolitana (160); calificar a Prim de moderado y situarlo entre los sublevados de 1841 (165).
Temas ausentes
En algunos casos no se respeta la cronología como cuando menciona la epidemia de cólera de 1832, en realidad 1833 (23-24); o el nombramiento de Martínez de la Rosa un año después de la muerte de Fernando VII, en realidad sólo tres meses y medio después (64); o mezcla hechos como la batalla de Luchana y el Abrazo de Vergara (124-126). Resulta incalificable considerar que el Estatuto Real era “un remiendo” de la Constitución de 1812 (67) o decir que fue publicado en 1837 (154), y que dicho texto reconocía la soberanía nacional; o que Martínez de la Rosa jugó un papel fundamental en el tratado de la Cuádruple Alianza (68).
Hay varios temas que están ausentes en la obra y que son fundamentales en esta biografía. En primer lugar y sobre todo las negociaciones entabladas por María Cristina para entregar la corona de España a su cuñado don Carlos tras la sublevación de La Granja; y las publicaciones de Matilla Tascón sobre su testamento en el que se habla de su archivo y de sus joyas.
La obra parece escrita con excesiva prisa y sin haber sufrido un repaso posterior. Hay frases mal construidas como la que parece indicar que Zumalacárregui había fallecido en la batalla de Mendigorría (72); o calificar Ayacucho como guerra cuando fue una batalla (124). La calificación de la biografía de Espartero escrita por Shubert como de estupenda evidencia sus carencias históricas. Su redacción no merece una calificación laudatoria y ciertamente sus notables deficiencias históricas la hacen inservible.