Nueva Vulcano: rock, resaca y Disney
Editan «Ensayo», un disco que echa de menos las salas de conciertos
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«La verdad es que la escena se parece un poco a Monegros Fest», bromea Artur Estrada sobre un panorama musical desértico como el paraje aragonés. Él, junto a Wences Aparicio y Albert Guàrdia, se educaron en las salas y crecieron en ellas como grupo cuando formaron Nueva Vulcano, una de las bandas más interesantes del rock alternativo. «Sin el CBGB no habrían salido los Talking Heads o los Ramones. Las salas han hecho que los grupos existan. Ahora hacemos estas cosas de conciertos sentados, pero solo puede ser un parche. Y hay que pensar que, cuando una sala cierra, no volverá a abrir». La banda acaba de publicar «Ensayo» (Bcore), un disco con buenas dosis de experimento y de prosa automática pero también de estribillos que dejan una bomba de tiempo programada o una media sonrisa. «Líbrame de la violencia y las rotondas. Líbrame de la espiral y de esas cosas», cantan contra el alquitrán, la cuneta y el parking subterráneo.
Del cineclub a «Frozen»
O, por ejemplo, cuando hablan de una tarde de «Disney y resaca padre». «Mira, es que vivimos en Gràcia (Barcelona) y, claro, es un barrio en el que es fácil que algún día acabes saliendo a tomar algo, o al menos lo era, cuando escribí la canción antes de la pandemia –explica Estrada–. Y claro, tengo dos hijas, de 5 y 8 años, y al día siguiente te ves en la trampa moral de ponerles la peli de Disney y abrirte una lata a escondidas en la cocina», cuenta el vocalista del grupo. Ya, no me diga más: «Frozen» o «Frozen 2». Estrada ríe: «Exactamente. Justo esas».
No todo va a ser en la vida «sexo, drogas y rock & roll». «Yo era de Filmoteca y cineclub, pero es impresionante el poder que tiene Disney. En su día fuimos al cine toda la familia y te encontrabas con amigos y te mirabas y afirmabas: ''Bueno, que igual no está tan mal, ¿no? ¡Dicen que está muy guay!''», bromea. Lo que no ha cambiado es la forma de pensar y de hacer música en Nueva Vulcano. «Hacemos algo que se puede llamar rock de sótano. De esos donde bajas el ampli por la escalera estrecha y enciendes una bombilla desnuda que cuelga del techo. Y el disco, más que de una idea, nace de un lugar físico, el local. No ha habido ninguna estrategia previa. Salió de ir avanzando con cierta sorpresa. Volvimos al local y nos íbamos transmitiendo sensaciones entre nosotros. Nos sentíamos medio artistas otra vez después de un tiempo parados. Vimos que en la fuente había agua y, bueno, aunque no teníamos confianza en nosotros, nos la transmitíamos en grupo», comenta el vocalista. Y así es como suceden los milagros: «No hemos estudiado música, tocamos mal, cantamos lo justo. Pero cuando por fin nos juntamos y empezamos a hacer eso que hacemos de maltratar los instrumentos, nos fueron saliendo cosas sin saber cómo».