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Disidentes necesarios

Antonio Pau publica los ensayos «Herejes», sobre quienes no aceptan el pensamiento común, y «Gatuperios»
www.albertoroldan.comLa Razón

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Es un prolífico ensayista que escribe sobre temas tan dispares como la poesía alemana del siglo XVIII, Rilke o el tango. Desde esa variedad presenta ahora «Herejes» (Trotta), sobre la vida y el pensamiento de veintidós personajes de vidas inverosímiles, y «Gatuperios» (La Huerta Grande), con dibujos de Manuel Alcorlo y una evocación de los gatos que acompañaron su infancia y de estos felinos en general. Afirma Pau que los herejes son un modelo de comportamiento social «porque son gente de una honradez intelectual y de una valentía personal muy grande y la prueba es que a veces mueren por sus ideas, por eso son un modelo de conducta y de coherencia total entre su pensamiento y su vida. Pensamos que tienen mala doctrina, pero no es así, son personas de buena fe que quieren mejorar la Iglesia».
Y explica: «Es bueno que haya rebeldes, discrepantes e insatisfechos, porque son los que hacen avanzar la sociedad, los que ponen de relieve las deficiencias y la sacan de la atonía y la inmovilidad. Se atreven a criticar lo que está mal y a proponer soluciones para mejorar. Herejía deriva del griego haíresis, opinión, creencia, criterio. En ese sentido, San Pablo asegura: “Conviene que haya herejes”, o sea, que haya gente con criterio, porque aún no había adquirido un sentido negativo».
¿Y por qué no hay herejes ahora? Afirma que en nuestro tiempo la idea de herejía se ha desvanecido. «Dentro de la propia Iglesia se habla poco de ello ya por esos ecos lúgubres de los quemados por la Inquisición. El trato ahora es distinto, se acepta su disidencia pero como opinión personal. La palabra ya tiene demasiadas resonancias negativas históricas como para seguir usándola, pero en sentido de crítico o como persona con criterio propio, sí los hay, aunque no sobresalgan en esta época de pensamiento único y de lo políticamente correcto. Hay temor a hacer crítica, gente que piensa muy bien y no se atreve a decirlo y gente osada cuyo pensamiento no es constructivo. A veces se da disociada la honradez intelectual con la valentía personal y los herejes son modelos de conjunción de esos dos rasgos de la personalidad, tuvieron el valor de decir lo que pensaban y de dar la vida por sus ideas».

Otra forma de cariño

En cuanto a «Gatuperios», reconoce que los perros tienen mayor aceptación social que los gatos: «Que intenten entender a los amos los hace atractivos, mientras el gato vive su vida, es cariñoso también, pero a su manera. Sin embargo, “gatuperio” y “perrería” son palabras con significados y connotaciones negativas en el diccionario y no es justo. Las contrapongo con chiquillada y niñería, que son inocentes, pero los animales también lo son, no tienen crueldad, cazan para comer», afirma. Y añade: «No hay animal más digno que esté condenado a una vida más indigna. Porque el gato tiene la arrogancia de los grandes felinos, pero se pasa la vida huyendo por debajo de los coches, o trepando por tapias. Es verdad que hay gatos bien tratados en hogares calientes, aunque son los menos», comenta.
«La experiencia los alecciona, hay gente que no los trata con cariño y hay quien no, pero cuando encuentran cariño son cercanos. No hay dos razas, el callejero y el doméstico, todo depende del trato». Se afirma que los gatos son enigmáticos, huidizos, desconfiados, porque están en un mundo distinto del ser humano: «Así como los perros intentan estar en el mismo mundo y entender, un gato no, lo llamas y no se mueve, se acerca cuando quiere. Nunca se distrae porque creo que no han evolucionado, viven como en la selva, al acecho y con miedo a cualquier ruido». Y concluye: «La personalidad del gato es difícil de entender, un mundo distinto que no sabemos cuál». Dice Álvaro Pombo: «Ningún gato común es común, todo gato es, por definición, indescriptible».

Otras encíclicas más importantes

Antonio Pau conjuga su doble condición de jurista y escritor. Registrador de la propiedad, Notario y Abogado del Estado, es académico de la Academia de Jurisprudencia y Consejero de Estado. Obtuvo el Premio de Ensayo y Humanidades Ortega y Gasset 1998 y la Medalla Lichtenberg de la Academia de Ciencias de Gotinga por sus estudios y traducciones de literatura alemana. Es autor de biografías, relatos breves, poemarios y textos autobiográficos sobre su infancia africana y su madurez madrileña.

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