¿La dehesa española será algún día un desierto?
En su nuevo documental, “Dehesa”, Joaquín Gutiérrez muestra a través de unas poderosas y bellísimas imágenes la vida de los animales que la pueblan
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Para un divulgador como Félix Rodríguez de la Fuente, la Naturaleza tenía unos inocentes dueños que en momentos de decaimiento le ayudaban a refirmar su amor por ella: “En las raras ocasiones en que los esfuerzos que vengo realizando en defensa de los animales salvajes han llegado a fatigarme, me ha bastado pensar que la Naturaleza pertenece a los niños para reanudar mi batalla encaminada a la conservación de la fauna” aseguraba el conocido realizador de “El hombre y la Tierra”.
Para alguien como Joaquín Gutiérrez Acha, cineasta y naturalista con más de treinta años de experiencia en la realización de documentales, esa fauna mentada por De la Fuente merece ser mostrada y homenajeada. También aquella que se encuentra en lugares tan particularmente hermosos y ricos como el bosque mediterráneo de la Dehesa, escenario que da nombre a un nuevo largometraje galardonado con un Premio del Jurado en los Jackson Wild Media Awards (conocidos como los Oscar de este tipo de cine), con el que el director remata una potente trilogía basada en nuestra poderosa biosfera.
El despliegue majestuoso de las alas imperiales de las águilas sombrea la extensa dimensión del bosque, mientras los conejos de monte se resguardan acelerados en sus madrigueras y algunas crías de un lince ibérico trastean con sus inexpertas patas por los montículos de tierra después de una lluvia torrencial. La vida en esta pompa salvaje excepcional empieza y acaba casi al mismo tiempo. El director destaca el carácter singular del entorno: “Siguiendo con la política que tenemos de dar a conocer los espacios y especies que tenemos en España, que son muchos y muy diversos, hemos estado en las marismas del Guadalquivir, en las altas montañas del Cantábrico... Ahora queríamos mostrar un ecosistema que es exclusivo de la Península Ibérica, no lo hay más allá. Es nuestro y un gran desconocido”.
Detrás del despliegue técnico y de la captación de imágenes tan espectaculares como las que se muestran en la cinta, se esconden muchas horas de espera: “Siempre decimos que la herramienta más importante de nuestro oficio es la paciencia. Y después la perseverancia, porque hay que volver una y otra vez. Puedes estar un día entero esperando al lince y resignarte al ver que no aparece, pero nunca desistir. Vuelves al día siguiente”, señala. Algunas de las escenas que aparecen en “Dehesa” están, pese a lo que algunos puedan pensar, perfectamente medidas, calculadas y establecidas con anterioridad: “Mucha gente piensa que nosotros cogemos las cámaras, nos vamos al campo y vamos improvisando la filmación. Pero no es así. Las escenas están perfectamente diseñadas de antemano, antes del rodaje, antes de comenzar el propio proyecto. En base a eso, organizamos la operativa para rodar”, puntualiza en director de “Cantábrico”.
Primero toca elegir la localización. “Escogemos la que nos parezca más adecuada, por delante van los naturalistas y dejamos cámaras espías que nos puedan dar pistas sobre los hábitos de las especies”. Después, hace su aparición estelar la paciencia anteriormente mencionada: “Instalamos pequeños observatorios de un metro y medio y ahí nos pasamos las horas muertas esperando que lleguen los animales para grabarlos (risas). Hay secuencias que están muy bien programadas y no salen y otras que sin embargo suponen un auténtico regalo. A lo mejor quieres hacer dos buitres peleándose por el alimento pero si de repente entran dos zorros a comer y montan ese espectáculo pues para nosotros es una joya. Todo lo que no está en el guión, engrandece la imagen”, apunta Gutiérrez.
Para el documentalista, el confinamiento ha sido “una tregua entre hombres y animales”: “En estos tres meses han roto esas barreras que tenían de seguridad. Se han atrevido a acercarse. A recuperar espacios que habían sido suyos. Pero tampoco necesitábamos un virus que nos hiciese ver lo mal que nos portamos con la Naturaleza. Ya lo sabíamos antes de que apareciese”, reconoce. Precisamente “Dehesa”, constituye una gran oportunidad visual a la hora asumir esta relación tortuosa del hombre con la naturaleza. Esa naturaleza que pertenece al niño, pero también al adulto, y que debe respetarse, conocerse y protegerse con la misma intensidad y delicadeza con la que el lince lame los cuerpos de sus cachorros.