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Música

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La música ante la pandemia

Hay que tomar medidas ya para que el público no abandone los grandes foros de la música

El director de orquesta Pablo Heras-Casado
El director de orquesta Pablo Heras-CasadoTeatro RealLa Razón

Tras analizar la situación de la música por el mundo, faltaba opinar sobre qué se debería hacer. Lo primero es que debería imponerse el criterio de los epidemiólogos. ¿Mascarillas no, mascarillas sí? El problema es que a estas alturas no estamos seguros de que los epidemiólogos sepan de qué va el Covid y cómo tratarlo después de tantas opiniones contradictorias. Ante ello queda algo importante: el sentido común. Éste nos dice que habrá que llegar a un equilibrio entre la salud y la economía. La cultura, junto con la educación, son dos bienes preciosos en toda sociedad. Sin ellas peligrarían muchas cosas, entre ellas, la democracia. Basta ver las diferencias entre sociedades como la Suiza y la nuestra. Allí se vota casi todo y en las urnas salen decisiones –como la de no aumentar los días de vacaciones– que aquí serían impensables.

No será fácil que teatros y auditorios vuelvan a una actividad normal si los dejamos caer. Como será difícil que una orquesta se recomponga si sus músicos han tenido que, como en Inglaterra, buscarse otro trabajo para comer. Pero tampoco le es fácil al público asistir a espectáculos con la amenaza de enfermar. El público que se pierda hoy será complicado de recuperar mañana. Economía y salud.

Por ello hay que exigir a las autoridades un apoyo decidido y unas medidas proporcionales y bien diseñadas. El legislar solamente un porcentaje de aforo conduce a hechos polémicos como los vividos en alguno de nuestros teatros. Les pagamos porque les suponemos unos conocimientos y para que piensen. No para que, como en marzo, nos digan que una de las excepciones al confinamiento es llevar a los niños al supermercado. Además del aforo son imprescindibles separaciones entre butacas, ocupación, ascensores y aseos, etc. Muy conveniente la ausencia de descansos para que el público no se junte, como también el orden en entradas y salidas. Y, por qué no, pensar en utilizar otro tipo de estructuras para la clásica habituales en la pop.Y no se trata solo de evitar contagios, sino también de llevar confianza a un público atemorizado, como puede comprobarse por la caída en la venta de localidades. Apenas se han vendido quinientas entradas en Madrid para todo un Juan Diego Flórez. A este público hay que hacerle ver que está más seguro en un auditorio, con mascarillas y distancias, que en un restaurante almorzando sin ellas. Y, así, la cultura le podrá solicitar su ayuda, el apoyo con su asistencia, porque sin su asistencia el parón será irremediable. De verdad que la cosa no es tan difícil, pero hay que dedicar esfuerzos a pensar y después a comunicar a la sociedad algo más que ideologías.