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Aaron Lee y el calvario por su homosexualidad

El músico lleva a los escenarios su traumática historia en «Yo soy el que soy», montaje con el que el Pavón Kamikaze cerrará sus puertas
.El Pavón Teatro Kamikaze
La Razón

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La vida de Aaron Lee (Madrid, 1988) parecía tener un rumbo muy definido desde que era apenas un niño. Nacido en el seno de una familia de músicos surcoreanos que se habían instalado en España, tocaba el piano desde los cuatro años y a los nueve ya estudiaba violín con destacados maestros. Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse para él a los 16, precisamente cuando acababa de ingresar en el conservatorio. Fue a esa edad cuando les contó a sus padres que era homosexual; y a partir de ahí comenzó un calvario de cuatro años.
Ni las traumáticas terapias para “reconducir” su orientación sexual, ni el hecho de que sus progenitores lo echaran de casa tras el repetido fracaso de esos tratamientos, ni tampoco el pavoroso encierro, contra su voluntad, en la habitación de una iglesia en una remota isla entre Corea y Japón, donde estuvo aislado, sin dinero ni pasaporte, consiguieron que el joven Aaron retomase el camino vital –porque del musical nunca se desvió– que sus padres tenían pensado para él.
Precisamente fue la música lo que le permitió encontrar, según sus palabras, “la estabilidad económica que necesitaba para seguir nadando y salir del pozo”. Eso ocurrió en 2010, cuando aprobó las pruebas de ingreso en la Orquesta Nacional de España, convirtiéndose entonces en el miembro más joven de la institución. Antes había estado trabajando como camarero y como dependiente, y tocando el violín en las calles; pero aquella plaza, conseguida cuando contaba solo 20 años, le aseguraba “un techo, una tranquilidad, una serenidad y un equilibrio emocional que yo en ese momento necesitaba”. “Para mí aquello supuso un antes y un después –explica–. Yo en realidad seguía siendo la misma persona, con los mismos sueños y pasiones. Pero los sueños se ven muchas veces limitados por el miedo, y tener aquel trabajo, en aquel entorno de seguridad, era lo que entonces más necesitaba”.
En el recién concluido 2020, Lee dio cuenta y razón de todo ese traumático periplo personal en un libro titulado “Yo soy el que soy”, cuya publicación tuvo bastante repercusión en los medios de comunicación. Ahora, sin que ello estuviera previsto en un principio, el libro se ha convertido en una función teatral protagonizada por Verónica Ronda, bajo la dirección de Zenón Recalde (director residente de “El Rey León”), en la que Lee, además, participa como músico en el escenario junto a Gaby Goldman, director musical de este proyecto y anteriormente de otros tan populares como “Billy Elliot” o “West Side Story”.
“Al principio pensamos en hacer solo una especie de lectura dramatizada de una media hora de duración, a modo de presentación del libro, en la que Gaby (Goldman) y yo tocaríamos –explica el violinista–. Nos pusimos en contacto con Zenón (Recalde) simplemente para que nos diera una visión y una orientación externa, y se lo pasamos a Verónica Ronda para que fuese ella quien hiciese esa lectura. A ambos les gustó mucho la idea. Y fue Verónica quien nos trajo en un ensayo a Miguel del Arco, que también se interesó mucho por el proyecto. De hecho, fue él quien nos convenció para que esto no se quedara en una mera presentación y lo convirtiéramos en una obra de teatro; y fue él quien además se ofreció a programárnosla en El Pavón”.
Dicho y hecho: Recalde y el propio Lee se pusieron manos a la obra para dar al texto original el formato de “teatro dramático musical” que ahora tiene “Yo soy el que soy”. Juntos han construido una pieza (“quizá un tanto original en cuanto al género en el que cabría encuadrarla”, afirma el violinista) en la que Ronda ejerce de narradora –y también de cantante– al tiempo que se va desdoblando en los distintos personajes que aparecen, incluidos el propio Lee, su padre y su abuelo.
Una circunstancia curiosa esta, la de que el músico tenga que ver cada noche en el escenario su propia vida desde fuera, filtrada, sentida e interpretada por otra persona. “Durante las primeras semanas de ensayos fue muy duro –reconoce Lee–. Tuve que aprender a coger cierta distancia y cierta técnica de autocontrol para no derrumbarme en el escenario. Es algo que sigue impactándome, lógicamente, y más al ver la forma que tiene Verónica de interpretarlo. Pero ha sido igualmente duro para todos; a todos nos brotaba la lágrima al principio, y todos hemos tenido que coger esa cierta distancia para poder transmitir bien al público la historia. Verónica, por ejemplo, me decía que el hecho de que yo estuviera allí presente cada día suponía una novedad en su experiencia como actriz, y hacía que para ella todo fuese más impactante que interpretar otro tipo de personajes al uso”.
Y esa rutina de ver pasar delante de sus ojos, día tras día, su propia realidad ha terminado por incidir, a su vez, en la forma en que Lee asume hoy su pasado. “Sí, creo que siempre van surgiendo para mí nuevas reflexiones al respecto –confirma el músico–. Hoy ya no me crea más trauma revivir esa parte de mi vida cada noche; lo que provoca ahora es que se me abran otras puertas y otras ideas que considero muy positivas”.
En El Pavón Teatro Kamikaze, Madrid, del 13 al 30 de enero (23 y 25 euros).
CARÁCTER SOLIDARIO
Al margen de su carrera estrictamente musical, una de las actividades en las que más volcado está hoy Aaron Lee es la de presidir la Fundación Arte que Alimenta, una entidad sin ánimo de lucro creada para poner en valor el arte, en sus distintas manifestaciones, como instrumento en favor del desarrollo humano. La fundación, que presta especial atención a los colectivos más vulnerables, asume la producción de Yo soy el que soy y reinvertirá en sus proyectos todos los beneficios que el espectáculo genere. “Uno de nuestros objetivos –explica el músico– es intentar que el arte vuelva a tener el protagonismo que tuvo en la sociedad para mejorarla, que no sea solo un mero entretenimiento. Creo que, en estos momentos de crisis, sanitaria, económica y social, la cultura debe desempeñar un papel activo. No debemos conformarnos con ese cliché de ‘somos víctimas porque no nos dan dinero’; quizá nosotros también podamos y debamos generar ese dinero”.