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“Cosmética del enemigo”: Maíllo desmaquilla al monstruo de Nothomb

El catalán, de la mano de Tomasz Kot, Athena Strates y Marta Nieto, dirige su propia versión del turbio y oscuro clásico instantáneo de la escritora belga
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La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Una holandesa y un polaco deciden sentarse a conversar, en inglés, en un aeropuerto francés. Aunque de primeras quiera sonar a chiste casposo, se trata de la premisa inicial de la sibilina «Cosmética del enemigo», nueva película de un Kike Maíllo («Toro») que adapta de manera libre la novela homónima de la escritora belga Amélie Nothomb. «Lo que más me interesaba era la idea de reabrir heridas del pasado, de cómo esos monstruos que intentamos enterrar siguen en nuestra casa y cómo la culpa siempre nos acaba alcanzando», explica el director, que llevaba años tras los derechos de la obra original. Y sigue: «Mi adaptación también es la de una nueva contextualización. Ese personaje extraño, incómodo, el de Textor, lo hemos hecho mujer. Hay un prejuicio de género del que nos podíamos aprovechar, porque no es lo mismo que te persiga una mujer a que lo haga un hombre. La pelmaza es muy distinta al pelmazo, al menos, en nuestra sociedad de hoy».
La «pesada», interpretada con una cadencia naive y maravillosa, es la sudafricana Athena Strates, y quien la sufre, el protagonista, Tomasz Kot, quien se hizo célebre por su hieratismo en «Cold War»: «Aquí es más efervescente, pero aun así es una efervescencia polaca, no de Valencia», bromea Maíllo antes de añadir: «Me hacía especial gracia tener a alguien tan elegante, con esa planta y con el que es fácil empatizar como alguien a quien cada vez se le ven más las costuras. De eso va la obra de origen, de cómo el extraño utiliza el orden universal de la tradición oral para que tú también te acabes abriendo».
Todas las piezas del puzle
Aunque en un registro más pasivo del habitual, en «Cosmética del enemigo», Marta Nieto interpreta a la pieza crucial del puzle que es en sí todo el misterio de la película: «Resulta muy difícil construir un personaje que apenas tiene diálogos, aunque tenga muchas escenas. He trabajado con confianza absoluta en las direcciones que consideraba Kike (Maíllo), y hemos llevado el personaje a donde él quería llegar», relata sobre el rodaje, antes de sopesar las consecuencias de un posible cambio de paradigma en los estrenos de cine. La película se mostró en el Festival de Sitges con intención de estrenarse en salas, pero finalmente es la plataforma Filmin quien hace su estreno viable: «Espero que sea puntual, pero no tiene pinta. Hacer cine con la perspectiva de la pantalla grande, rodeados de gente, y que vaya directamente a ’”streaming”, pues… Hay que asumirlo por las circunstancias, pero espero que no sea así para siempre», confiesa.
En esa línea se expresa Maíllo, que cree que la pandemia solo «ha acelerado un proceso de pérdida de espectadores que se venía acrecentando en las últimas décadas» y que insiste en que su afán como director, sea en salas o en casa, «es que el visionado sea lo más rico posible» y que «eso normalmente solo se puede dar en los cines».
Nieto, que atiende a LA RAZÓN por vía telefónica, coincide en el diagnóstico con su director, pero achaca los paliativos a esa brecha entre crítica y público a una cuestión más cultural que macroeconómica: «Yo relaciono esto con la época del “No a la guerra” y ese discurso de las subvenciones que se ha quedado flotando. Me parece que la gente que va al cine suele ir a ver un solo tipo de tipo, que es comedia y más ligero. Lo otro, eso a lo que no les apetece contribuir, no les inspira. Es una cuestión de cultura y sobre todo de datos, porque por cada subvención que hay al cine se recauda un 130% de la misma» ¿Tiene que ver eso con un «abandono institucional» del cine? La actriz es clara: «La pandemia demuestra que no tenemos un Estado todo lo sólido que es en el resto de Europa».