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Largo y melancólico viaje hacia Vietnam

Jean-Philippe Duval explora los límites del duelo y la adopción en “14 días, 12 noches”
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Más allá de la voz profundamente autoral de un cineasta como Xavier Dolan, la mirada más generalista y ficcionada de Denis Villeneuve o la celebración consensuada de la figura de David Cronenberg, el cine canadiense sigue arrastrando una relevancia discreta, poco conocida y en ocasiones escasamente promocionada. Con independencia del componente intencional que pueda esconder el trabajo de Jean-Philippe Duval, está claro que el director de ese país viene a desestigmatizar con su nueva película, “14 días, 12 noches”, las temáticas encasilladas de la industria local. En este acompasado drama social sobre la interiorización del duelo, las diferencias culturales, la complejidad que entraña el amor maternofilial y los diferentes caminos que en ocasiones transita la identidad, Duval explora el corazón de Isabelle, una mujer desolada por el trágico e inesperado fallecimiento de su hija adoptiva y la acompaña en un viaje de transición al epicentro de Vietnam.
El realizador de la cinta “Matroni and Me” –por la que recibió varias nominaciones a los canadienses Premios Jutra– reconoce el elevado componente emocional del filme, ya que un miembro de su propia familia vivió una situación bastante parecida: “Es una película muy personal para mí, quizá la película más personal que he hecho nunca. No solo la guionista, Marie Vien, adoptó también a dos niños, incluido uno de Vietnam, 25 años antes, sino que mi hermana había hecho lo mismo con una niña china hacía 15 años”, comenta. La cuestión de los orígenes y por consiguiente de los procesos adoptivos supone en este caso una maraña emocional de difícil digestión a través de la cual, la protagonista, interpretada por Anne Dorval (”Mommy”, “Los amores imaginarios” o “Lawrence Anyways” entre otras) decide enfrentarse a los dolores de una madre, aquellos normalmente relacionados con la parte más negra y crítica del cuerpo y del alma, y compartir sensaciones con la madre biológica de su hija ausente.
El rodaje en Vietnam, explica Duval, duró quince días y la progresiva integración de la población jugó un papel importante en el concepto de mezcla audiovisual: “lo cierto es que lancé a muchas personas a la calle mientras intentaba integrar la realidad en la realización cinematográfica poética”. El resultado de esa pretensión se traduce en un ritmo y estilo ligeramente documental mediante el cual el espectador se traslada al tránsito acelerado y caótico de colores, olores, multitudes y ruido de Hanoi. “En realidad, hay muchos actores y estrellas vietnamitas conocidos en la película, pero los mezclé con la gente de la calle”, remata el director sobre el contexto del rodaje de esta exótica y dilatada elegía.