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Carmen Boullosa: “Vivimos en un orden social en el que no cabemos todos con iguales derechos”

En “El libro de Eva”, la escritora reconstruye el libro del Génesis, desmontando la figura de Adán y la concepción de la mujer como compañera del hombre
Siruela

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¿Y si, en vez de Eva, Adán hubiera sido quien probara el fruto prohibido? Lo que conocemos sobre Abel y Caín, ¿es tal y como siempre nos lo han contado? ¿Qué hubiera cambiado de haber interpretado la Biblia de otra forma? Carmen Boullosa, en su novela “El libro de Eva” (Siruela), explora los relatos que se han ido transmitiendo a la sociedad a lo largo de los años, ofreciendo una vuelta de tuerca al libro del Génesis. Esta novela plantea que ni Eva fue creada a partir de la costilla de Adán, ni es exacto que fuera expulsada del Edén, ni la historia de Abel y Caín es tal y como dicen, ni la de la Torre de Babel. “El pasado nos condiciona”, asegura la mexicana a LA RAZÓN, y por ello plantea en su obra, “que no es un ensayo”, un nuevo punto de vista respecto a la figura masculina y reconstruye el mundo a través de una mirada femenina.
-¿Dónde nace la idea de “El libro de Eva”?
-Por azar, o por una educación católica. Hace cosa de 6 o 7 años tuve curiosidad por saber qué otras versiones de Eva habían caminado de mano en mano, y empecé a buscar información en libros o textos que estudiaran mitos judíos antiguos. Evas ha habido muchas y las diferencias entre ellas no son insignificantes. Alimentándose de ellas, “El libro de Eva” fue cobrando cuerpo, junto con aquello que me tocó en suerte ver estallar en mis narices cuando era adolescente, tras el 68 del siglo pasado: la ola de feminismo, sus publicaciones, la Revuelta. Varias de las protagonistas de esa segunda ola mexicana han sido amigas toda mi vida adulta. Es mi mundo. De alguna manera, “El libro de Eva” concilia la Revuelta feminista y la tradición. ¿Cómo lo hace? Contando la vida de esa “nueva” Eva que, como todo lo nuevo, se nutre de lo más antiguo.
-¿Debemos desmontar lo que sabemos sobre el Paraíso?
-El pasado nos condiciona, sobre todo si no lo miramos de frente y si no lo leemos con cuidado. Puede tener mayor influencia en nosotros si es un pasado hipotético o inventado. Así, mejor repensar y recontar fábulas y mitos clásicos, y más si se las etiquetó por verdades divinas.
-¿Qué reflexiones propone respecto al Génesis?
-Quiero aclarar que escribo novelas, no ensayos, y creo en el valor, en la importancia de las novelas y de la imaginación que despiertan. Las reflexiones del lector no se escriben entre corchetes, sino que son signos. Dependiendo del novelista, serán signos de admiración, tal vez dando órdenes, pero en mi caso están entre signos de interrogación. Termino siempre una novela con más curiosidades, y movida (o conmovida) por lo que las provoca.
-¿Qué opina sobre que se hable de la mujer como costilla, complemento, compañera del hombre?
-No tiene sentido. ¿Quién complementa a quién? ¿Esa afirmación quiere decir que el esclavo “complementa” al amo? Es un sinsentido. En lo personal, mi mejor complemento en la vida, o el mejor que puedo imaginar en este momento, es un vaso de vino, un gazpacho y después... no sé; tengo que meditar cuál es el menú de mi complemento. Jamás pensaría que mi compañero de vida es mi complemento, o que mis hijos lo sean, o que soy complemento de nadie. Son mi dicha, que es distinto. Algunos amigos circunstanciales son condimentos, es lo que más se parece a complemento.
-¿Qué debemos hacer hoy día por el feminismo, más allá de cuestionarnos el pasado?
-Por mi parte, escribo. Eso, a ojos de mi bisabuela Pastora de la Fuente, si aún viviera, sería triunfar en un campo de batalla. A los ojos de mi tatarabuela, Ricarda Berruecos (de quien me tocó en suerte guardar sus poemas manuscritos), publicar hubiera sido impensable, era cosa de hombres, así que puedo dar por hecho que publicar es también cuestionar el papel de la mujer en el pasado. Yo no vivo en pie de lucha. Sé que debiera, porque el caldo no está para bollos. Pero no lo hago.
-¿Está de acuerdo con quien defiende que “el machismo es solo cosa de hombres?
-No. Volviendo a mi tatarabuela, los poemas que escribió con un “mensaje” preciso, es de lo más machista que he tenido cerca en un buen tiempo, sus recomendaciones a mujeres o a varones son de temer para una mujer con deseos de vida completa. Ricarda no caía en la cuenta de que escupía hacia arriba. Ricarda vivía en el XIX, pero ese espíritu no ha muerto.
-¿Vivimos en una mentira?
-Me parece que no vivimos en una verdad, ni tampoco en una mentira. Baste de ejemplo el caso de Trump, que es de lo más mentiroso: no vive él en una mentira. Hijo de un truhán (entre otras bellezas, un proxeneta), multiplicó la herencia recibida perpetrando repetidas bancarrotas y echando mano de dinero sucio. Él es lo que es: su verdad es la mentira, mentir es su verdad. Lo que sí vivimos en verdad es un continuo y legítimo deseo de reinventar nuestras “costumbres”. Eso es vivir en una verdad. Vivimos en un orden social en el que no cabemos todos con iguales derechos, eso es verdad, pero no es una mentira. Debemos reinventarnos, crear, como escribía Rosario Castellanos, “otra manera de ser”.
-De la misma manera que ha reconstruido la Biblia, ¿sobre qué aspectos actuales le gustaría proponer otra versión?
-Buscar otro ángulo y ver distinto es, para mí, una obsesión continua. Lo hice de ciertas verdades históricas y con la vida y obra de Cervantes en “La otra mano de Lepanto”, o de otra forma en “El Velázquez de París”, y con Sofonisba Anguissola en “La virgen y el violín”, por citar tres novelas entre las que publicó Siruela. Es lo mío. Me condiciona creer que una novela es un espacio de imaginación y de preguntas, un laboratorio de la lengua y de los hechos.
-La ideología feminista, ¿está ligada a la religión?
-No soy la persona idónea para contestar esta pregunta porque soy bastante hereje. Sólo sé que el asunto Eva no tiene que ver con “la religión”. En Twitter, más de un par de señores me han escrito que si no me gusta la religión, no escriba de Eva. Aunque quieran decir “religión católica”, porque religiones hay muchas más, su afirmación está mal. En gran medida porque Eva es un mito, no hace falta abrir la Biblia para saber su historia. Segundo, porque el machismo y la religión (o las religiones) no son lo mismo. Las feministas católicas en distintos países, como por ejemplo “Católicas por el derecho a decidir”, o las organizaciones que luchan por la instauración del sacerdocio entre mujeres, no han roto con la religión católica. No han tomado el camino de decir que el Creador, Dios, era mujer, como desde siglos anteriores han dicho otras y otros, algunos sin romper con su religión, otros inventándose otra religión.
-¿Qué son los “papeles sueltos” que incluye en cada capítulo de su novela?
-Son como las otras voces del libro. Es otro guiño al Génesis de la Biblia, que contiene “otros papeles”, que se llevan la contra o se reafirman. Lo que sí tiene mi novela a todo lo largo son guiños a varias autoras clásicas de nuestra lengua. También recurrí a estudiosos de textos anteriores de la mitología judía -Ginzberg, Graves y Patai, algunos de los textos que ellos citan-, pero las “otras voces” son más bien esas que piden la posibilidad de expresar su versión de los hechos.
-¿Cómo le gustaría que el lector recibiera “El libro de Eva”?
-Me doy por satisfecha si les dan ganas de leer más novelas. Leer es lo que en verdad nos renueva, leer ficción, ese perpetuo preguntarnos, esa no-simulación.