Sección patrocinada por sección patrocinada

Arte

Damien Hirst contraataca desde Roma

El británico vuelve a los circuitos artísticos con la inauguración mañana de una exposición de 80 obras en la Galleria Borghese

Realizada en bronce, esta escultura, titulada «Lion women of asit mayor», se incluye entre las 80 piezas de la exposición que acoge la Galleria Borghese
Realizada en bronce, esta escultura, titulada «Lion women of asit mayor», se incluye entre las 80 piezas de la exposición que acoge la Galleria BorghesePrudence Cuming Associates

Nadie mejor que Damien Hirst ejemplifica la tiranía del mercado y del megaestrellato, sus luces fulgurantes y sus dramáticas y espesas sombras. Tras ser el artista vivo más rico –antes de cumplir los 50 años, su fortuna era superior a la que Picasso, Dalí y Warhol sumaban a esa edad– y batir récords de obras subastadas en 2008, su luz comenzó a apagarse como consecuencia de su transformación de artista en empresario: series como la de las «Spot Paintings» se devaluaron por el inflacionismo de obras; sus dedos apenas tocaban ninguno de los trabajos que salían de un estudio, sostenido por decenas de ayudantes; su aura de «enfant terrible» del arte contemporáneo había desaparecido, nutriendo a sus galerías y clientes con un repertorio de obras previsibles y adocenadas. Conclusión: la bancarrota.

Hirst había construido un imperio de asistentes que volaban en bussiness y que a su vez contrataban a ayudantes que también viajaban en primera. No pasó mucho tiempo antes de que este tren de gasto le obligara a vender su colección de arte para poder salvar su comprometida situación económica. En lo más profundo del pozo, Hirst despidió a parte de su ingente ejército de asistentes y decidió volver a la creación: a pensar y hacer, a tocar sus propios trabajos e imprimirles su inconfundible huella.

El resultado de esta «resurrección» es el poderoso retorno de Hirst a los circuitos artísticos. Tras clausurar la ambiciosa «Fact Paintings and Fact Sculptures» en la sede de Gagosian en la londinense Britannia Street –donde no exponía desde 2012–, el británico inaugura mañana una gran muestra, con obra representativa de sus últimos años, en uno de los espacios artísticos más emblemáticos de Roma: la Galleria Borghese. Entre la colección permanente del museo –integrada por obras maestras de la escultura clásica romana, pinturas del Renacimiento italiano, y esculturas de Bernini y Canova–, Hirst desplegará 80 piezas de su serie «Treasures from the Wreck of the Unbelievable», así como pinturas pertenecientes a «Colour Space», una línea de trabajo que, concebida como la evolución de sus «Spot Paintings», pretende adentrarse en el universo visual de las células observadas a través de un microscopio. Finalmente, su colosal escultura «Hydra and Kali» se podrá ver en los exteriores de la Galleria Borghese, en el Giardino Segreto dell’Ucceliera.

La «invasión de Europa» de Damien Hirst no se acaba con su magna exposición en la Galleria Borghese. El próximo 6 de julio la Fundación Cartier de París consagrará una muestra íntegra a la serie «Cherry Blossons», una de las consecuencias de su reciente retorno a la creación. A través de estos «Cerezos en flor», Hirst ha querido apartarse del mundo rígido y minimalista de las «Spot Paintings» para adentrarse en el caos de la naturaleza. Como él mismo señala, los «Cerezos en flor» tratan sobre la vida y la muerte, además de sobre la belleza y el mal gusto. Estos dos temas constituyen, en esencia, el eje sobre el que se ha desarrollado la entera producción del autor, y a los que, desde presupuestos estéticos diferentes, ha vuelto de nuevo con el fin de reconducir y represtigiar su depauperada marca artística. Es indudable que el Hirst actual prioriza paradigmas estéticos más decorativos y complacientes que los que guiaron sus primeros trabajos. Pero, al menos, demuestra que vuelve a disfrutar con el arte. Y eso es mucho.