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Andrea Marcolongo: «Usar las palabras para despertar emociones es una barbaridad»

La historiadora y filóloga revela en «Etimologías para sobrevivir al caos» la raíz de los vocablos para que sepamos su origen y ayudarnos a reconocer las tergiversaciones intencionadas

La escritora Andrea Marcolongo
La escritora Andrea MarcolongoAlberto R. RoldánLa Razón

En este mundo de indefiniciones y vaciados de palabras, Andrea Marcolongo ha escrito un libro para recuperar las raíces de las palabras y mostrarnos de dónde vienen y qué querían decir en su origen. «Etimologías para sobrevivir al caos» (Taurus) es un viaje por la lengua que enriquece que ayuda a huir de un habla imprecisa y al mismo tiempo, supone el redescubrimiento de historias clásicas, muchas veces olvidadas. «Lo clásico es la única manera de contar el presente. Igual que unas potentes gafas, te ayuda a ver lo que te rodea. El primer mundo intelectual que descubrí fue el griego, a los 14 años y no considero que pertenezca al pasado. Clásico no es viejo, es lo que está fuera del tiempo. Es atemporal. Lo que sucede es que no está de moda».

-Hay un nuevo interés por él.

-Cuando empecé a estudiar, me decían: «Estás loca. Nadie habla de lo clásico». Ahora está de moda. Cuando estamos perdidos y nos rodea el caos es cuando sobreviene de nuevo el mundo clásico. Es como un manual de instrucciones. Está comprobado que funciona, porque los antiguos ya lo han comprobado. En tiempos de fractura y desorden, como está sucediendo hoy en día, nos ayuda resistir y reaccionar.

-Hoy se están retorciendo palabras

-El interés por las raíces de las palabras, para mí, tiene que ver con el pensamiento que esconden en su interior. Estudiar y amar las palabras tiene una relación con amar la capacidad de pensar. Las palabras nunca son extrañas. Cambian porque nosotros cambiamos. El lenguaje es una ciencia humana y no son solo las palabras del diccionario. Si las palabras están en peligro, inmediatamente tenemos que identificarlo como un signo de la fragilidad de la manera de pensar de la época. Las palabras son inminentes a nosotros. El riesgo está, hoy en día, en pensar de una manera objetiva y hacer el esfuerzo de encontrar los términos adecuados para que cada palabra corresponda a un pensamiento o una idea y que no se vacíen, que, de repente, no haya nada dentro de ellas. Las palabras son como maletas y el pensamiento es el contenido. Hay que evitar que se queden sin nada dentro.

-¿Se puede resucitar el pensamiento de una cultura al recuperar una lengua?

-Sí se puede resucitar el pensamiento de hace 2.000 años. Este libro es una declaración de amor hacia eso. Supone traer a nuestros días la belleza de pensar como mediterráneos. Volver al pasado es como ir a la fuente de las palabras, son como las ramificaciones del río. La fuente es única y ahí alcanzas los pensamientos no contaminados, porque estás en el origen. Todas las constantes de la cultura están en nuestra lengua. Tiene que ver con eso. Eso para mí es una maravilla. El mundo anglosajón se ha puesto de moda hace poco. Es una moda económica que ha colonizado nuestra manera de ser. Es muy respetable, pero no es lo nuestro. Los mediterráneos no somos hijos del sistema capitalista. No nos levantamos diciendo qué tenemos que producir hoy. Somos hijos y herederos de la belleza y la alegría de vivir. Con una pandemia es más difícil, pero esa alegría está en nuestra forma pensar. Me refiero al goce, al buen humor. Nuestra mentalidad está más volcada para producir y crear. Es lo que hay en el alma de las culturas mediterráneas.

-Las palabras se usaban para llegar a la verdad. ¿Ahora?

-Me encanta la Grecia antigua, pero no todos eran filósofos y no creo que hoy tampoco todos usen mal las palabras. No todos estamos perdidos. Mis libros me han enseñado que los intelectuales tienen una responsabilidad, sobre todo cuanto más baja el nivel cultural contemporáneo. La cultura es política y al descender su nivel, más se debilita la manera de pensar. Creo que las personas tienen ganas de pensar. Antes, no todos eran filósofos y hoy tampoco debemos pensar que lo sean. Nuestro cerebro sigue siendo el mismo.

-Pero hay una uniformización del lenguaje.

-Creo que hay que luchar contra eso sin ceder a la comodidad de mirar todo el rato las pantallas o tomar por cierto todo lo que nos llega de ellas. Hay declaraciones incesantes de los políticos, pero también existen palabras para desmontar esas declaraciones sin no son correctas. Los intelectuales en este caso tienen una responsabilidad clara hacia la cultura.

-Pero los intelectuales han cedido terreno.

-Estoy de acuerdo. Escribir está bien, pero esto también impone ciertos deberes. No se pueden escribir libros únicamente para que te saquen fotos, sino también para ocupar un espacio en la sociedad.

-¿Se están descuidando las humanidades?

-Después de este año de pandemia, el sistema educativo es un problema. Me encantaría que en todos los colegios se enseñaran las lenguas clásicas, pero muchas veces el nivel educativo es una señal que nos indica cómo se encuentra un país y cuál es su nivel. La educación se ha convertido en una mera formación para trabajar. Se forman trabajadores, pero no ciudadanos. Esta es la primera responsabilidad de los políticos, antes de hablar de cualquier cosa: el estado de su sistema educativo.

-¿Cuál es su papel en esta sociedad técnica y científica?

-Es que nos hemos olvidado, de una forma que casi escandaliza, que las humanidades son también una ciencia. Desde la antigüedad, las ciencias y las letras eran lo mismo. Eran materias de la física. Las humanidades se preguntaban sobre los descubrimientos de la ciencia. Las humanidades intentan comprender hasta qué punto merecen la pena ciertos descubrimientos y donde poner unos límites a ellos. Esos grandes temas éticos pertenecían a las humanidades. Hemos construido un sistema educativo en que parece que piensan solo científicos, y los humanistas se entregan a las musas. La gran fractura histórica se produce con la Ilustración. Es cuando empezó a considerarse una fantasía el pensamiento de las letras. Lo que sucede es que las humanidades son fruto de un recorrido político, porque si se quita valor a las humanidades, lo que tendremos son ciudadanos que únicamente producen, pero que no son capaces de interrogarse o recapacitar... Esta pandemia me ha entristecido mucho, porque nos hemos sentido aislados a muchos niveles. Solo hemos visto en las noticias cómo era el estado de la Covid y cómo iban las vacunaciones. Cada uno aguantaba su propia angustia de supervivencia. Se ha hablado de las guerras y la necesidad de cohesión. El miedo nos ha hecho estar unidos. Pero unir a un pueblo alrededor del miedo es lo más peligroso que se puede hacer.

-Dedica una de las entradas de su libro a la palabra «libertad».

-Es la palabra que hoy urge más recuperar, porque la libertad no es anarquía, no, es decir: «Ahora hago lo que quiero porque soy el más fuerte». Libertad es el derecho de elegir a dónde vas y dónde quieres a estar, porque siempre tienes que estar en un sitio. Decir «libertad» para contraponerse a otra cosa o a otros es negar eso. No puede ser. La libertad es el derecho de elegir. En política me dan miedo las palabras cuando se usan de esta manera. Otros son sensibles a la vida, yo a las palabras. Recuerdo cuando Macron dijo que estaba en «guerra» para referirse a la pandemia. Es una palabra fuerte. Las palabras se usan así para despertar una emoción, pero luego pasan páginas. Cuanto más empobrecemos las palabras, más necesidad tenemos de gritar otras y cada vez hay que gritar más fuerte esa palabra. Cuando «emergencia» no es suficiente, pasamos «guerra».

-Y es un uso equivocado.

-Usar las palabras para suscitar una emoción es una barbaridad. Es como gritar a alguien, en lugar de hablarle. Es mejor que las palabras se empleen para hacer pensar y que después cada uno decida en libertad.

-Las palabras son un arma política.

-Las palabras no son únicamente cosas preciosas que embelesan. Son un acto político desde Grecia hasta nuestros días. George Orwell ya dice que lo primero que hace un dictador es cambiar las palabras. He decidido escribir este libro, no solo para contar las raíces de las palabras, sino para que no nos arrebaten las palabras. Por eso voy a la fuente. Las palabras están ahí.

-¿Hay cierta pereza intelectual al hablar?

-El lenguaje no es que sea de un gran nivel en algunos programas de televisión. En la ignorancia se ha encontrado hoy un valor. Parece que cuanto menos pulido hables, cuanto menos cuidada sea tu manera de hablar, estás más de moda y eres más aceptado.