Crítica de «Las apariencias»: El demonio francés de los celos ★★★☆☆
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Las apariencias engañan, o no. Eve y Henri forman un matrimonio galo que vive en Viena. Ella trabaja en el Instituto Francés de la ciudad y él es un prestigioso director de orquesta. Desde fuera, esta pareja de clase alta parece perfecta. Las apariencias, ya saben. Incluso cuando se planteó el tema de que Eve no se quedaba embarazada decidieron adoptar a un niño muy moreno que apenas da ruido. Pero, entre cenas carísimas con amigos tan pijos y chovinistas como ellos, entre visitas a la peluquería donde solo peinar cuesta 70 euros (más 20 para el bote), estos dos alejados personajes apenas comparten otra cosa que no sea un costoso queso regado con champán. Hasta que llega el día en que Eve conoce el secreto, que la engaña. Y, aunque fuera de sí, debe disimular inmersa en ese entorno burgués que no admite que se publiciten según qué pecados de la carne mientras pergeña una venganza que termina volviéndose contra ella misma por culpa de un obsesivo joven que conoce durante una etílica noche de rabia. Influida por el genial Chabrol, este drama con ciertos toques de comedia gira hacia un interesante, elegante y oscuro thriller en el que los protagonistas deben llegar al límite aunque les cueste, no la vida, sino el repudio social. Y eso sí que duele en este mundo de fachadas y máscaras..