Enrique Llamas: “Me hizo valorar la amistad como nunca”
Elige a David Trueba, de quien aprendió, como escritor, sobre “la cercanía del lenguaje, cómo los temas cotidianos los hace universales”
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La amistad, ese vínculo tan selectivo e intenso que, a veces, traiciona, pero otras te deleita con su inquebrantable confianza. Enrique Llamas recurre a la amistad como estilo de vida, como tema principal narrativo, y así lo plasma en su recién publicada «Todos estábamos vivos» (Alianza). En su novela, la cosa va de amigos, así como también recurre a dicho aspecto al elegir uno de sus libros favoritos. Tras pensarlo un poco, se decide por uno que el propio título ya alude a sus intereses:
–«Cuatro amigos», de David Trueba.
–¿Por qué lo elige?
–Es una novela sobre un viaje a finales de los 90 de cuatro amigos por España en verano, cada uno con personalidades distintas. Y, en el fondo, se esconde una historia de amor del protagonista con su ex pareja, quien se casa ese mismo verano con otro hombre. La novela muestra muy bien el modelo prototípico de amistad masculina. Ahora que se habla tanto de la masculinidad, este libro trata de esa sentimentalidad, de cómo el hombre, como hombre y no ser humano, no está acosumbrado a exteriorizar o a verbalizar determinados problemas. El libro es un viaje metafórico, pero también literal.
–¿Qué conclusión saca?
–Que los sentimientos están ahí pese a la carcasa. Al final, de una manera o de otra, acaban saliendo. Hay otro tema muy interesante que, además, lo toco mucho en mis novelas, que es la relación de los personajes con sus padres, algo que te configura.
–¿En qué sentido?
–En que, dependiendo de a qué se dedican tus padres o qué te exigen, eso acaba formando tu manera de estar en el mundo. Otra cosa interesante del libro es que salen varias partes de España, como Valencia, un pueblo del interior, un bar de carretera, Galicia... Y compruebas cómo esos diferentes veranos que todos en la juventud hemos experimentado nos van modificando.
–En «Todos estábamos vivos» también escoge una ciudad española, Madrid, como escenario. ¿Qué aporta el lugar a un libro?
–Es un personaje más. Te da el lenguaje de los personajes. No es lo mismo uno que habla en Castilla en los años 70, que otro en Madrid durante la Movida. Aunque solo están separados con 10 años en el tiempo y a 200 kilómetros de distancia, el cambio es muy radical. El escenario te da el sabor de boca que se va a quedar el lector.
–Como escritor, ¿qué aprendió de Trueba?
–He aprendido mucho sobre la cercanía del lenguaje y la naturalidad con la que trata temas del día a día. Cómo cada uno puede extraer una lectura y hacerla propia. Los temas cotidianos los hace universales.
–¿Cómo descubrió «Cuatro amigos»?
–Fue la primera obra de Trueba que leí. (Piensa). Llegué a él un verano que pensaba que iba a pasar acompañado, pero al final lo pasé solo. Me ayudó a reencontrarme con determinados amigos. Me hizo valorar la amistad de toda la vida como nunca.
–Resúmame la amistad de los personajes.
–Es una relación en la que el cariño y la crítica entre ellos se manifiesta de forma canalla, con la típica palmadita en la espalda o con un insulto cariñoso. No llegan a decir en todo el libro un «te quiero».
–¿Se ve identificado?
–Depende. Con amigos con los que tengo una relación parecida a los personajes de la novela, desde luego, me expreso de esa manera críptica.