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¿Cuántas vacaciones deben tener los políticos?

Tras el cierre estival del congreso y la inminente celebración del último consejo de ministros, surgen las críticas sobre los días de asueto de los representantes públicos en plena quinta ola de pandemia. Varios expertos coinciden en la necesidad de unos días de desconexión que no superen las tres semanas, pese a que los diputados gozan de más de un mes de ocio frente a los 22 días laborables del resto de la población
La Razón
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Con el Congreso de los Diputados cerrado ya por vacaciones, después de su última sesión el pasado 21 de julio y un Gobierno que apura su agenda antes de celebrar el Consejo de Ministros de despedida el próximo día 3, el debate sobre las merecidas, o no, vacaciones de nuestros políticos vuelve a ponerse encima de la mesa. Es más, las desafortunadas declaraciones de esta semana por parte del consejero de Salud de Cataluña en las que ponía en duda que los sanitarios puedan vacacionar ante los repuntes de la quinta ola de la pandemia, han hecho que las redes sociales estallen. ¿Deben nuestros representantes políticos desconectar? ¿Cuál sería el número de días de asueto idóneo para ellos? ¿Tienen demasiadas vacaciones nuestros servidores públicos?
Si bien es cierto que los días de descanso no están expresamente recogidos en cuanto a los derechos y deberes del Gobierno, los diputados sí tienen un marco jurídico al que agarrarse. Según el artículo 73 de la Constitución, las Cámaras se reúnen en dos periodos ordinarios de sesiones: de septiembre a diciembre y de febrero a junio. Es decir, que julio y agosto son inhábiles, no hay actividad parlamentaria, al igual que enero. Así, a primera vista, gozan de tres meses fijos de vacaciones a los que hay que sumar las de Navidad y Semana Santa. Aunque lo cierto es que, pese a que el Congreso no tenga actividad, sí existe la Diputación Permanente con 21 miembros en alerta para cualquier situación de emergencia, eso sí, sin agenda ni compromisos.
En cuanto al Gobierno, este año, los «chicos de Sánchez» estarán «liberados» hasta el 24 de agosto, tres semanas. ¿Demasiado? ¿Insuficiente? ¿Debe ser público el destino vacacional de sus señorías? Varios expertos en política y comunicación analizan para LA RAZÓN esta situación y cómo deben gestionar nuestros líderes su tiempo de descanso. «Hay que pensar que los políticos son trabajadores como el resto de ciudadanos y es gente que, guste o no, tiene mucha exposición y desgaste. Tienen derecho a un descanso, pero eso no puede significar que el Gobierno o la Administración también lo hagan. Hay recursos de sobra para mantenerlo activo», asegura Eduardo González Vega, consultor político y profesor en la Universidad Camilo José Cela.
Es más, este analista asevera que las vacaciones son un momento perfecto para «humanizar al personaje político y acercarlo a la sociedad». Para él, todo es cuestión de planificarse bien, «jugar con los calendario y analizar momentos clave», aunque, lamentablemente, pocos lo consiguen. González Vega recuerda ejemplos de fiasco de gestión estival como la de Pedro Sánchez, en 2016, cuando se vio obligado a dar una rueda de Prensa en su destino vacacional (Ibiza, en esta ocasión), con el fondo de la discoteca Pachá. «Estas situaciones hay que controlarlas y más ahora en plena pandemia. Deben atender la prioridad sanitaria y, además, hacerlo ver, que la sociedad reconozca que están conectados pese a estar unos días fuera de la oficina. No deben permanecer desaparecidos de la opinión pública bajo ningún concepto», apunta.

Viajes ocultos

Lo que ocurre, según este profesor universitario, es que existe una fuerte diferencia entre la realidad y la percepción. Es decir, que la población da por sentado que los políticos tienen demasiadas vacaciones «y lo cierto es que no es así, tienen menos de las que pensamos, por eso, los representantes públicos deben hacérselo mirar». Y como ejemplo pone al Parlamento Europeo que tiene una agenda detallada de la actividad de cada diputado para que su trabajo sea visible.
A González Vega le cuesta encontrar un buen ejemplo de político que sepa conjugar esto de manera sobresaliente. Y tan solo encuentra un caso «ejemplar» en el Rey Felipe VI: «Aunque el suyo no sea un cargo político, sí que es institucional. Él, todos los años disfruta de días de vacaciones, pero organiza su agenda con cuestiones de trabajo. Por ejemplo, el año pasado, en plena pandemia redujo sus días de ocio y se centró en el trabajo y las visitas a diferentes puntos de España. Es más, canceló el viaje privado que siempre hace con su familia. Él es un ejemplo positivo y que la gente entiende. La sociedad no se irrita con que los políticos tengan vacaciones, sino que sientan que no trabajas».
Otro caso de gestión positiva según este experto es la que hizo Isabel Díaz Ayuso después de tomar posesión en 2019 cuando optó por no cogerse ningún día libre en verano: «Esto contrasta con lo que Sánchez hizo el año pasado cuando, en plena pandemia, estuvo tres semanas fuera. Creo que fue exagerado ya que, además, la situación era mucho peor que la actual», puntualiza.
Este año, el presidente también estará más de 20 días fuera, que repartirá entre La Mareta, en Lanzarote, y Doñana, donde se alojará como ya es costumbre en él y su familia, en el Palacio de las Marismillas.
Si nos remitimos al Estatuto de los Trabajadores, donde vienen recogidos los derechos vacacionales, en ningún caso pueden ser inferiores a 30 días naturales al año, lo que viene a ser 22 días laborales. Así que, en este caso, Sánchez y sus ministros cumplirían: «He visto que la mayoría estará como unos 18 días o así de descanso. Luego hay otros, bien es cierto, que llegan a estar hasta 40 días, lo cual me parece excesivo. Nadie puede negarles su derecho al descanso para así retomar con fuerza la actividad política del nuevo curso, que vendrá bastante cargada en septiembre, pero deben hacerlo con responsabilidad», apunta Allende Martín, experta en comunicación política e institucional y CEO de CompoLider.
Para ella, que exista una regulación del asueto político no es necesario más allá de lo que ya está indicado en la Constitución en cuanto a la actividad parlamentaria: «Tienen derecho a su intimidad, como ocurre en cualquier empresa donde comunicas tus días de vacaciones, pero no informas de tu destino. Eso sí, los políticos deben tener una serie de responsabilidades como servidores públicos que no ocurre en el resto de la ciudadanía», matiza.

Austeridad y prudencia

En cuanto a comunicar dónde viajarán, para Allende Martín podría ser beneficioso, aunque no obligatorio. Un plus para su propia imagen, ya que es un momento idóneo para visitar diferentes partes de la geografía española y estar en contacto con la población. «También hay que tener en cuenta que, recientemente, se ha producido un cambio en el Ejecutivo y estoy convencida de que los nuevos ministros no tendrán muchas vacaciones, ya que tienen que ponerse al día sobre las agendas de los anteriores responsables de las carteras», dice la analista.
Para Moisés Ruiz, profesor de Comunicación y Liderazgo Político en la Universidad Europea, «los políticos deben ser la imagen viva de la sociedad y eso incluye unos días de vacaciones, eso sí, deben hacerlo con la ejemplaridad que se les presupone, con austeridad y prudencia». En cuanto a la exposición estival de los políticos hace una distinción entre aquellos que están en primera línea y los diputados menos conocidos, siendo los primeros los que están en la obligación de ser más cautos.
«Además, el hecho de que nuestros políticos hagan públicas determinadas visitas a lugares desconocidos es muy bueno para el turismo. Los que son una referencia deberían estudiar cómo comunicar sus vacaciones, sería positivo para su imagen, para ello tienen asesores. Y por supuesto, en relación al presidente sería un error que se ocultase. Además, ahora, con las redes sociales todo ha cambiado y la ciudadanía está ‘’a la caza del personaje público’'», dice. Y si no que se lo digan a Revilla y su puro de la discordia.