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Festival de Olite: una apuesta teatral por el eclecticismo

Con el aforo completo en la mayoría de espectáculos programados en su escenario principal, se cierra otra edición de un festival que se ha rebelado con éxito contra la pandemia… y contra el frío
Villar López / Festival de Teatro de Olite
La Razón

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En su afán por sacar el Festival de Olite de las estrictas coordenadas del teatro clásico en las que antaño se inscribía, su director, Luis Jiménez, dejó caer ayer el telón de una 22º edición caracterizada por la variedad de propuestas en cuanto al género, al estilo e incluso a la disciplina artística en que cabría encuadrarlas. Precisamente la música, y no el teatro de texto, fue la protagonista anoche de “Pies en tierra”, un espectáculo codirigido por la soprano Saioa Goñi y el violinista Mario Oroz que se estrenaba en el propio festival y que sirvió para poner el feliz broche de oro a un evento amenazado, como tantos otros, por las cambiantes limitaciones que han ido imponiendo las autoridades sanitarias en virtud de la evolución de la pandemia. Con un reparto muy joven, “Pies en tierra” propone un recorrido lírico por la tradición de Navarra y Euskadi presentándola bajo un prisma “teatral” en el que se advierten, principalmente en el empleo de las videoproyecciones, algunas influencias contemporáneas.
Curiosamente, también fue la música, aunque en este caso de raíz flamenca, la protagonista del espectáculo inaugural en la Cava –escenario principal de Olite- el pasado día 16. La popular cantaora Carmen Linares celebró sus “40 años de flamenco” poniendo voz a la poesía de Federico García Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y José Ángel Valente.
Pero, entre ambos montajes, ha habido tiempo para ver de todo.
Juan Carlos Rubio, director invitado este año, ha acudido a la localidad navarra para mostrar su última colaboración con la compañía Histrión Teatro. Protagonizada por Gema Matarranz y Marta Megías, “La isla” es una obra sobre la culpa y el dolor que intenta arrojar algo de luz en los rincones más oscuros de nuestro intricado mapa emocional.
Otro de los grandes atractivos de la programación ha sido “La batalla de los ausentes”, el último trabajo de La Zaranda, que podrá verse en Madrid, en el Teatro Español, a partir del 17 de febrero de 2022. Con su inconfundible estilo esperpéntico, inquietante, profundo y poético, la veterana y aplaudida compañía andaluza indaga, con esta nueva pieza, en la lucha desesperada del ser humano por ennoblecer su propia existencia.
Otro montaje al que habrá que estar muy atentos en Madrid la próxima temporada será “Principiantes”, una adaptación del relato de Raymond Carver “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, que viene con la firma de Juan Cavestany –en una versión que añade otros elementos propios de la narrativa del autor estadounidense- y que dirige Andrés Lima. Las reflexiones en torno a la naturaleza de las relaciones amorosas de dos matrimonios reunidos para tomar unas copas antes de ir a cenar constituyen el núcleo argumental de una vibrante y formidable función que deja ver el trasfondo de unos personajes patéticamente humanos y reconocibles, a ratos lúcidos y tenaces y, a ratos, como todos, descorazonados y perdidos. Y todo llega con la debida contundencia al espectador, en buena medida, por el gran trabajo de los cuatro actores: Vicky Luengo, Daniel Pérez Prada, Mónica Regueiro y, muy especialmente, un inconmensurable Javier Gutiérrez.
El espléndido y tierno homenaje que hace a nuestros mayores la compañía El Patio, en un espectáculo de teatro de objetos llamado “Conservando memoria”; el difícil y extraordinario reto interpretativo de Antonia Paso, bajo la dirección de Lucía Miranda, en “Chicas y chicos”, de Dennis Kelly; o el recital de Héctor Alterio en torno a la poesía de León Felipe han sido otras de las propuestas más destacadas de un festival que tampoco ha pretendido arrinconar el teatro clásico, “A mí me preocupaba que las compañías que hacen teatro contemporáneo no pudieran girar sus espectáculos en verano, porque casi todos los festivales están dedicados al clásico –explica Luis Jiménez-; pero no se trata de excluir nada; mi intención es que el público de Olite pueda acceder a una oferta variada”. Y, efectivamente, también el teatro clásico ha tenido su hueco: el dinámico “Tito Andrónico”, de William Shakespeare, que dirige Antonio Castro Guijosa para la compañía Teatro del Noctámbulo, o la preciosa puesta en escena que ha hecho Ana Zamora en “Nise, la tragedia de Inés de Castro”, a partir de las dos obras que dejó escritas sobre esta conocida leyenda Jerónimo Bermúdez, se han podido ver también en una Cava que ha agotado las localidades –el aforo con las restricciones es de 236 butacas- en la mayoría de las funciones que allí se han programado. Y todo ello pese a la lluvia, que obligó a aplazar una representación, y pese al temido frío, siempre presente en las noches de Olite, pero este año mucho más intenso que otros que se recuerden.
A ese público de la Cava hay que sumar, además, el de los otros espectáculos de pequeño formato -muchos de ellos englobados en un ciclo denominado Poética Teatral- que se han exhibido tanto en Olite como en las cercanas localidades de Tafalla y, por primera vez este año, de Beire.