Marta Nieto pierde la sincronía entre el sonido y la imagen
La actriz protagoniza junto a Miki Esparbé esta original y personalísima historia dirigida por Juanjo Giménez sobre la identidad y la disociación sensorial
Creada:
Última actualización:
Estimular la atención de las masas con representaciones cinematográficas ilusorias y especulaciones equívocas solo resulta efectivo cuando el espectador acepta las reglas del juego y decide participar. En “Tres”, el último trabajo de Juanjo Giménez y su tercera inmersión en el largo, dan ganas de no abandonar nunca el tablero, de caer en el engaño, de mover constantemente las fichas e incluso dejar con placer que el director las mueva por nosotros. Sabemos que lo que vemos no es real, pero podría serlo: “Parece una película de ciencia ficción, pero habla de algo que nos puede pasar a todos”, subraya su protagonista, Marta Nieto en entrevista con LA RAZÓN.
El personaje encarnado por la actriz en esta original y personalísima propuesta que ya sorprendió tras su premiere mundial en la sección Giornate degli Autori durante la reciente edición del Festival de Venecia, trabaja como diseñadora de sonido abrazada a una soledad elegida y a ratos impuesta hasta que empieza a desarrollar de forma inesperada un padecimiento auditivo que la empuja a escuchar los sonidos con retardo: oye la realidad de las cosas minutos después de que sucedan. “Cuando algo se te da bien y te apasiona, como le ocurre a C, es muy fácil que el lugar de trabajo se convierta en un lugar en el que sentirse a salvo, un espacio al que ir sin sentirse agredido. El mundo personal en cambio es mucho más difícil y costoso, más si eres mujer en muchos aspectos relacionados con lo que se espera de ti (ser madre, tener pareja, entrar dentro de una serie de parámetros). En el trabajo si lo estás haciendo bien y estás cobrando nadie te va a cuestionar. ¿Peligroso? No lo sé, supongo que sí porque todo en exceso termina siendo malo, pero a mí me pasa un poco. A veces se me pasan los días únicamente pensando, hablando y viendo cine o interpretaciones, libros relacionados con el trabajo… Es complicado delimitar dónde está el equilibrio”, indica la actriz al preguntarle por la obsesión por el trabajo que manifiesta la protagonista.
Por su parte Giménez ubica el detonante de esta inmersión laboral en el contexto del propio oficio desempeñado: “Pienso que hay trabajos en donde esa desconexión a lo mejor es muchísimo más factible, trabajos como el que desempeña personaje de Marta, en donde trabajan muchas horas solos y pierden la conexión con el tiempo. En un estudio no sabes si es de día o de noche y tú sigues ahí metido. Además, luego la comunicación con tu entorno llega a ser más difícil si también tu forma de ser es un poco más introvertida o tiendes a aislarte como le sucede a nuestra protagonista. En la película la gente no se dice a la cara, es muy difícil que alguien así comunique de una forma estructurada lo que siente: al revés, intenta evitarlo. Ella de hecho en la película tiene muchas oportunidades de explicarle a mucha gente lo que le sucede por dentro y por fuera y no lo hace en ningún momento. Se lo va quedando y en alguna ocasión eso tiene que explotar”.
La génesis de tan original punto de partida, se desarrolla, en palabras del propio director, como consecuencia directa de la vivencia propia: “Esta idea loca viene de mi experiencia como diseñador de sonido, que no soy un profesional, pero me gusta mucho. Cuando te pasas 10, 12 o incluso más horas en el estudio entras como en una especie de borrachera sensorial y cuando sales a la calle procesas todo como si todavía fuera una peli, como si la vida real tuviera una banda sonora y dudas de si tus compañeros y amigos hablan sincrónicamente o no, les miras los labios y dices joder, no puede ser. Y precisamente de ese “puede ser”, de ese “¿y si fuera posible?” viene todo esto”, contextualiza el cineasta acerca del origen del proyecto. “En esta película el sonido se ha impuesto por encima de todo lo demás. Pedí al principio en producción poder rodar secuencias de sincrónicas lo primero de todo, hacer un parón en el rodaje y montar una especie de postproducción básica para poder saber si el sonido y la imagen estaban funcionando como teníamos previsto”, añade.
Desconexión con el entorno
Al plantearles a ambos la posibilidad de experimentar esa disociación tan radical entre imagen y sonido en la sencillez de la vida ordinaria, se muestran generosos en experiencias. “Totalmente sí, lo he vivido en alguna ocasión. A veces no conectas con lo que tienes alrededor, con las personas o con la situación que estás viviendo y esa sensación puede durar días. A mí me pasa, de hecho. De repente no te sientes entendido, nada fluye, no hay un feedback real en lo que está pasando…pero bueno, yo creo que tiene que ver también con el hecho de que gestionar el mundo interno y adecuarlo al externo es una habilidad que va y viene constantemente porque el centro de las personas se mueve”, admite Nieto.
Y Giménez apostilla: “Hay una secuencia en la peli en la que Marta pierde a un familiar muy directo, que está basada en algo que me sucedió a mí, y creo que a muchos: el momento en el que tienes que pasar por una serie de encuentros en donde te hablan de cosas muy mundanas como elegir una urna o rellenar un absurdo formulario después de que suceda algo que te está dejando en shock. Cuando te preguntan todas esas cosas tú en realidad no estás allí, estás en otro presente. Por eso decidí introducir ese doble juego con el síndrome sonoro que tiene ella a modo de espejo de la desincronía emocional que padece”.
La identidad de esta mujer sin nombre y sin origen que trabaja en algo que la apasiona y al mismo tiempo la esclaviza y se muestra contenida con su madre y con su entorno, es otro de los epicentros narrativos que sustentan la trama: “Ella no sabe qué tiene dentro, ni sabe quién es ni, de dónde viene ni siquiera de lo que es capaz de conseguir. Tiene una pasión muy clara, que es el sonido, pero no se conoce”, indica la actriz. “Solo a ella le puede ocurrir lo que le ocurre, está predestinada”, añade el cineasta.
“Pierde lo único que tiene, lo único que le queda, que es el cine sonoro. Y nosotros como espectadores lo perdemos también durante la película, estamos obligados a ir al origen. Hay un momento de hecho, en donde ella está obligada a comunicarse con intertítulos, como si fuera una película de Buster Keaton. Es una paradoja gigante que alguien que es el cine sonoro se vea obligada a meterse en una película muda. No solo está presente el hecho de buscar los orígenes de su personaje, sino que hay como un paralelismo con la necesidad de ir todavía más hacia atrás y buscar los orígenes del propio cine”, remata. El sonido aquí, recorrido por estremecimientos de futuro, se mueve a destiempo, igual que el silencio, igual que la búsqueda, igual que la vida.