Rafael Tarradas Bultó: «La revolución cubana ha sido una revolución para mal»
Después del éxito de “El heredero”, el escritor regresa con “El valle de los Arcángeles”, una novela de ambiciones, dinero y sentimientos que gira alrededor de los ingenios azucareros de Cuba
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El valle de los Arcángeles es una topografía doble, que Rafael Tarradas Bultó ha creado con los alambres de lo humano y lo geográfico. Situado en Cuba, sobre el telón de los ingenios azucareros y un tapiz humano de propietarios, siervos y esclavos, el autor despliega en su novela, una suerte de precuela de su anterior éxito, «El heredero», una gama de personajes tallados con el buril de los sentimientos, las ambiciones y el impulso innegable que dan los apellidos. Ubicada entre 1864 y 1869, entre España y Cuba, la historia describe un periodo de esplendor y crisis, donde los afortunados luchan por mantenerse en los asientos del poder y los desfavorecidos anhelan alcanzar sus cimas. Un ambiente de arribismos, amores, atracciones y asesinatos en un mundo que se acercaba al año clave de 1898.
Es una lucha entre los poderosos y los que desean serlo.
Para mucha gente, Cuba, y las colonias españolas, fueron una oportunidad de empezar de cero. Aquellos que no tenían posibilidades en la Península se iban. Muchos se habían marchado para hacer las américas y enriquecerse. Al regresar se hacían una buena casa. Eso aumentó las expectativas de muchos, aunque, claro, nadie hablaba de los que se iban y acababan mal... Suponía una posibilidad de dejarlo todo y empezar de nuevo.
Aparece la esclavitud.
El libro está centrado en un periodo concreto de las plantaciones. En 1820 se prohíbe el tráfico de esclavos. No pueden venir, pero puedes tenerlos. En los ingenios azucareros de Cuba, los plantadores tienen que buscar una opción. Saben que la esclavitud se va a acabar y que los eslavos son un producto de lujo. Como no tienen sustituto, los cuidan mejor, los dan alimentos. De cada cuatro barcos que salía de África, llegaba solo uno. Los esclavos cada vez son más caros. Los propietarios se preguntan qué hacer cuando su negocio está en medio del auge del negocio de azúcar. La solución fue reemplazarlos por asalariados. Lo curioso es que estos vivían peor que los esclavos. Firmaban contratos en los que aceptaban castigos físicos, les daban fatal de comer, un alojamiento horrible y unos horarios intempestivos... Que se muriera un esclavo era tremendo, pero un asalariado daba igual.
Tiene un punto a Lampedusa: que todo cambie para que todo siga igual
Es como hoy. Los grandes cambios vienen con cataclismos, como el que venimos viviendo desde hace unos años. La tecnología para comunicarnos por Teams o Zoom estaba antes, pero ahora se ha implantado. Todo va a transformarse por esto. Los que tenían un Workcenter no se lo pueden creer. Hoy todos trabajan en casa. Los que alquilaban oficinas, se tienen que replantear su negocio. Es un cataclismo total. En aquella época, aunque nos resulte increíble, fue que se acabaran los esclavos.
Eran esenciales para la economía.
Los ingenios cubanos tenían una dualidad increíble. Una mano de obra que corta de caña y el procesamiento del azúcar, que era hipertecnológico. Los propietarios adquirían las mejores máquinas. La primera vía de tren que se desarrolla en el ámbito hispano fue en Cuba, para los plantadores de azúcar, porque les interesaba que esta mercancía se fuera enseguida a Europa y otros lugares.
El azúcar era dinero.
La competencia era Haití, pero hubo una revolución sangrienta y se acabó. Los plantadores que sobrevivieron se fueron a Cuba. Es el único lugar donde se hace azúcar en gran cantidad. Por otro lado, la caña se da mejor aquí que en ningún otro lugar. La caña hay que cortarla cada cuatro años; en Cuba cada siete u ocho años. Es una ventaja alucinante. Además, está cerca Estados Unidos. Y, al otro lado, Europa. En Cuba solo se producía azúcar, café y un poco de cobre. Todo era importante para la economía de ellos y para España, porque teníamos el monopolio mundial.
Qué pasó con la Revolución Cubana.
La revolución cubana consistió en que ahora ya no hay azúcar allí. Es increíble, ahora Cuba tiene que importar el azúcar y Venezuela, el petróleo. Es una cosa inaudita. Lo mejor hubiera sido que no tocaran estos sectores. Ahora no funciona nada en ellos. Bueno, en Cuba es muy difícil encontrar cosas de esa época. Se ha destruido, con lo rentable que hubiera sido para el turismo hoy. Es impresionante lo que ha sucedido. No se entiende. Es de no creer. Ha sido una revolución para mal.
¿La ambición es una de las fuerzas más poderosas?
La ambición es lo que mueve al personaje principal, que nace en la miseria y se pregunta cómo salir. Cuando lo hace, ya no es suficiente, quiere ir más allá, desea ser plantadora, y la mejor plantadora, quiere que se la respete, no por lo que tiene, sino por lo que hace. Es una chica que es guapa, pero ella no quiere ser la guapa, sino la lista. Es un personaje que me encanta a pesar de a su falta de escrúpulos y maldad. Tiene mucha fuerza, no se achanta con nada, tira hacia adelante. Su ambición no acaba nunca.
Habla de Isabel Palau.
Sé como empiezan y acaban los personajes, pero luego todos tienen vida propia, te vas nutriendo de distintos aspectos. Yo me esfuerzo mucho en este punto. Y creo que para el lector, dentro de que Isabel es una persona mala, le coge cariño. El motivo esencial es que es una luchadora, es una buena madre. Tiene dualidades, pero como todos. Al final eso te lo da de dónde vienes. Hay poco asesinos que durante su infancia fueran queridos. Por lo general son personas llevadas al límite. No lo justifico, pero creo que cada uno es del lugar del que proviene. Isabel procede de un sitio: ha vivido en la miseria, ha sido prostituida... es una vida complicada.
¿Ese arribismo existe hoy?
Constantemente. Sucede a lo largo de la historia de la humanidad. Hay personas que han llegado a donde han querido por su falta de escrúpulos. Hoy en día, también. Existen momentos en que siempre gana la ambición. Son esa clase de gente que tira hacia adelante, que tiene arrestos a hacer lo que otros no se atreven. Y estamos rodeados.
¿Han aumentado esas personas?
El problema de antes es que había una parte de la sociedad que se contentaba con lo que tenía porque era muy difícil cambiar la situación. El empleado de una fábrica sabía que se pasaría toda la vida apretando el mismo tornillo. El que planteaba cambiar eso, tenía que apostar muy fuerte. Isabel Palau es lo que hace. Ahora, ¿qué pasa? Todos estamos mejor. Partimos de otra casilla de salida. Hoy, la gente más rica ha ganado el dinero que ha hecho por sí misma. Suelen ser individuos que han salido de una casilla similar o parecida a la de los demás. Esto es lo que ha cambiado. Ahora, el arribismo existirá siempre.
¿El amor cómo juega en las dinámicas de la historia?
He intentado hacer historias de amor muy contemporáneas, de hombres poderosos enamorados de mujeres guapas que cogen el mando; de hombres que se van a la otra punta del mundo para tener el amor que persiguen. Al Valle de los Arcángeles van a hacer lo que quieren y no pueden en las metrópolis. Uno ahí se puede casar con una esclava, todos viven un poco como quieren. Allí se quitan un poco los corsés sociales.
Es una época anterior a 1898.
Lo que pasó en el 98 estaba presente en Cuba durante el siglo XIX. Al perder la esclavitud, Cuba medita en unirse a los Estados Unidos, que todavía tenía esclavos en el sur... por otro lado, saben que, con España, más o menos, hacen lo que quieren, pero una vez que suben los impuestos y España, no solo no acepta su reclamación, sino que añade otro nuevo, se produce la quiebra. Les queda la sensación de que producen para mantener el imperio. Con el 98, esto se cae. El shock fue total para España porque supuso el final del imperio. Se ha acabado, además, perdiendo lo más importante, Cuba, una isla del caribe con el monopolio de un producto que todos necesitan. Era un lugar pequeño para controlar el mercado, estaba bien comunicado con la metrópoli y, de repente, se va... De ahí la expresión: «Más se perdió en Cuba».