Crítica de “El triunfo”: y de pronto llega Godot ★★★☆☆
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Dirección: Emmanuel Courcol. Guion: E. Courcol y T. de Carbonnières. Intérpretes: Kad Merad, Marina Hands. Francia, 2020. Duración: 100 minutos. Drama.
En 1986, los presos de una cárcel en Gotembuergo (Suecia), que encarnaban la obra cimera del teatro del absurdo «Esperando a Godot», aprovecharon la última representación de la misma para fugarse. Dicen que, al saberlo, Beckett, el autor de aquel genial sinsentido, se limitó a señalar: «Es lo mejor que podía pasarle a mi texto». Escrita a finales de los años 40, lo protagonizan dos vagabundos que aguardan que aparezca ese inaprehensible Godot, pero nunca sabremos por qué han quedado, o no, estos hombres con él, ni siquiera si el ausente existe en realidad. Hablábamos del absurdo, aunque, si arañan los diálogos de Beckett, estos poseen la misma ira, la misma tristeza, el mismo frustrado deseo de alguien que aguarda salir de la trampa en que se ha convertido su vida, ayer, hoy y siempre. Basada en esta historia real, Courcol lanza al protagonista de su película, Etienne, un actor en paro, hasta las puertas de la cárcel (esperar, esperar) para dirigir un taller de teatro. Solo un reducido grupo de internos decide asistir, hasta que Etienne, cuyas espaldas también soportan el peso de su propia frustración profesional y personal, decide que están preparados para encarar ese «Godot» que luego crece hasta convertirse en un montaje reclamado por el Teatro Odeón de París. Es una película de segundas oportunidades para todos, de buenas voluntades (sabemos muy poco, por no decir nada, de los motivos por los que estos hombres acabaron encerrados, aunque alguien acusa a uno de ser un pederasta), sobria, humana, cuya estructura narrativa soporta un muy notable elenco de actores desde numerosos, anímicamente complejos primeros planos y escenas emocionalmente intensas. Puede que, después de todo, Godot acabe apareciendo.
Lo mejor: su notable elenco de actores liderados por un Kad Merad que es todo frustración y esperanza
Lo peor: callar casi todo el pasado de los presos para conseguir la empatía del público