Crítica de “Vaca”: humanimal ★★★★☆
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Dirección: Andrea Arnold. Fotografía: Magda Kowalczyk. Reino Unido, 2021. Duración: 94 minutos. Documental.
Como bien dice Marta Segarra en su reciente ensayo «Humanimales», el reto de los estudios animales ha sido la transformación del concepto de sujeto, que, desde la normativa de la tradición, está circunscrito al hombre. Una vaca, nos dice Andrea Arnold, es un sujeto, y si el trabajo de cámara nos permite asumir su punto de vista, el cine estará resolviendo su tendencia antropocéntrica para abrirse al campo del pensamiento y la emoción animal, negando la división de las especies que se practica, por ejemplo, en la macrogranja donde seguiremos los pasos de Luma, este rumiante que, durante poco más de una hora, somos nosotros por obra y gracia de la paciencia del cine digital. Arnold denuncia cómo el capitalismo separa las especies, las jerarquiza, y una explota a la otra. El humano encima del animal. Uno de los aspectos más estimulantes de este «Cow» es el modo en que la subjetivación del dispositivo documental logra en este caso hibridar la mirada de la vaca y la del espectador, potenciando la dimensión experiencial de una película que quiere demostrar –eso sí, con la brutalidad que caracteriza el cine de Andrea Arnold, tan pegado a la respiración de la naturaleza y la inherente agresividad de lo humano– que la victimización de los animales es otro síntoma del declive de la civilización occidental, en la que la explotación y el esclavismo no distinguen a estas alturas entre carnívoros y herbívoros.
Lo mejor: su fuerza poética y política, que evoca a «La sangre de las bestias», de Franju
Lo peor: las canciones que desde la radio se cuelan en las imágenes no acaban de funcionar