Buscar Iniciar sesión

Descubre el fascinante mundo de las telas africanas

Desde la extensión de las rutas comerciales en el medievo, los textiles africanos han concedido una oleada de color a las culturas del continente
Jacek Sopotnicki
La Razón

Creada:

Última actualización:

Un bullicio de colores puebla África Occidental. Hombres y mujeres caminan bajo el somnoliento sol del mediodía, metamorfoseando el color con su movimiento como furiosas abejas que crean nuevas y psicodélicas figuras, entremezclando verdes, rojos, azules y morados que brincan y rebotan hasta empapar las paredes de cemento sin pintar. En los tendederos se alza el color de la ropa limpia, se fusiona con la piel de los ciudadanos, reluce como tesoros olvidados en la penumbra de las sastrerías. Desde que los árabes crearon las rutas comerciales a través de los ríos Níger y Senegal, tan atrás como el medievo, este lado de África ha desarrollado un exquisito gusto por las telas que vinieron desde tan lejos como Indonesia, de donde se dice que procede además la inspiración para los coloridos estampados. Puede decirse que nadie ha visitado Senegal, Gambia, Malí o Guinea-Bissau realmente, si no ha dedicado tiempo a repasar el tacto de los tejidos de las sastrerías ni ha regateado con una costurera para que le diseñe un vestido o una chaqueta.
Lo primero, la humildad
Dora es una zambiana asentada en Dakar. Su esposo falleció hace varios años pero su recuerdo se mantiene en la minúscula sastrería de la mujer, cuando una ráfaga de nietos atraviesan el local de una punta a otra y lanzando alaridos de diversión. La nieta mayor, por otro lado, no tiene tiempo para jugar ni prestar atención al recién llegado. En su lugar barre con fruición el polvo del Sáhara que introdujo el viento en la sastrería, ante la mirada atenta de su abuela. Dora asegura que su nieta debe aprender a limpiar, hacer recados, escuchar, su nieta debe ejercitar la virtud de la humildad antes de aprender a dar una sola puntada, igual que hizo ella de chiquilla e igual que hizo su hijo, el padre de la nena y que también trabaja en la sastrería. Pero Dora está algo disgustada con su hijo: “cada vez que diseña una chaqueta nueva, se viste con ella y sale a dar un paseo para enseñársela a los vecinos. Entonces convence a algún hombre para que le compre la chaqueta que lleva puesta”. Pero Dora asegura que las cosas no deben hacerse así. “No somos vendedores ambulantes, somos sastres”. Que no es lo mismo.
Todas las semanas se presenta en el mercado de la comuna de Colobane, en Dakar, donde arriban los cargamentos de tejidos extranjeros y regatea en una suerte de lonja textil las preciosidades que se llevará a su local. Existe una correlación entre el buen gusto de Dora y los vestidos que lucen las mujeres despampanantes que pasan frente a su puerta abierta de par en par y la saludan. Para probar, picado por la curiosidad de todo lo que me ha dicho, le digo que se ve fantástica con las ropas que viste hoy, y alabo con especial entusiasmo las vueltas de su musur. Dora sonríe y se ruboriza.
Moviéndose con soltura por su local, Dora extrae de una a una las telas que quiere enseñarme. Las mejores vienen de Alemania y de Suiza y pueden alcanzar precios astronómicos, hasta el punto de que “algunas mujeres se endeudan para hacerse los vestidos con las mejores telas”. Como anécdota recuerda a una joven que casó hace pocas semanas y que llevó cinco vestidos diferentes a lo largo de la ceremonia, ya que en Senegal “se da mucha importancia a la apariencia, mucho más que en Zambia u otros países de África Oriental, donde la moda se ha occidentalizado y los nacionales prefieren tonos más apagados que aquí”. Hablamos de precios que rondan los cincuenta euros por metro de tela. Si además quieren que venga cubierta con cera holandesa que repele el agua y la suciedad de la ciudad, un tipo de tejido llamado WAX (cera dicha en inglés), entonces les costará todavía más. “Mira como brillan”. Lo dice y parece un dragón admirando su tesoro fabuloso. “Mira como se sienten”. Lo susurra y manoseamos los tejidos con cuatro manos.
Otros tejidos son más baratos. Un euro y medio por metro es lo mínimo que trabaja Dora en su sastrería, que son telas procedentes de China, Togo o el Congo. Asegura que el precio que sus clientes están dispuestos a pagar no depende tanto del poder adquisitivo de cada uno, sino de la situación donde vestirán sus nuevos ropajes. Para usar en el día a día, telas de euro y medio; para bodas y celebraciones religiosas, 50 euros por metro de tela pueden suponer una inversión “social” aceptable.
Tradición y modernidad
Existe toda una cultura en torno al significado de los estampados. Es maravilloso. Cientos de años del desarrollo de la tradición africana han sorteado la influencia europea para estamparse en los vestidos. Si una mujer lleva estampados que parecen venas sobre un fondo de un color distinto, entonces el mensaje es claro: mi marido es capaz, mi marido tiene dinero, mi marido es poderoso. En otras etnias, si una mujer casada llevara estampados con flores de hibiscus, pronto la reprenderían los vecinos tachándola de adúltera y desvergonzada, no habrá piedad, ya que esta flor simbolizaría el interés de una mujer por encontrar un hombre y solo las solteras pueden mostrarla con naturalidad. Las hojas de gombo son cada vez más comunes en países como Senegal, a la vez que el papel de la mujer en la sociedad se acentúa: simboliza la independencia de una mujer y su solvencia para atender ella misma sus necesidades económicas, con marido o sin él. Las enredaderas de colorines simbolizan un secreto bien guardado, las ostras desean salud, otras dan a entender una rencilla amorosa o sentimientos de traición... son decenas de estampados y estilos diferentes que sobrepasan el significado de la moda y tiñen de color y sentimientos toda una ciudad.
La tradición textil continúa en las jóvenes generaciones, aunque podemos encontrar pequeños detalles, esquinas talladas que delimitan los ambiciosos pasos de quienes se proponen convertir una artesanía en puro arte africano. Entre los nombres que destacan en el movimiento senegalés, Khadim Bamba llama la atención por sus obras de técnica mixta. Su uso de la pintura, los textiles y la costura, aunados en una explosión de color y significado, pretenden evocar una interrelación entre la cultura local y la modernidad. Apropiándose de textiles tradicionales (alfombras para la oración, vestidos, telas de interior, etc.) ensambla figuras híbridas con un sello intercultural que promete una dilatada carrera artística. Con solo 30 años ha expuesto en Ámsterdam, Madrid, Benín, Bamako y Uagadugú. Figuras como Bamba aseguran la continuidad de los textiles en el frenético ritmo contemporáneo, al igual que abren al mundo una puerta de entrada a este mundo de tonos y tactos de delicia.

Archivado en: