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Premio Pritzker

Francis Kéré, el Pritzker que andaba veinte kilómetros para ir a la escuela

La vida del ganador del Nobel de arquitectura está tan trufada con los estereotipos de la “biografía de la superación” que, por momentos, parecería haber sido escrita por una mentalidad occidental

Kéré trabajó como carpintero y recibió una beca de la «Carl Duisberg Gesellshaft», para una práctica en Alemania.
Kéré trabajó como carpintero y recibió una beca de la «Carl Duisberg Gesellshaft», para una práctica en Alemania.La RazónLa Razón

El multiculturalismo no ha dejado de ser, durante mucho tiempo, el discurso fabricado desde occidente para maquillar a las instituciones con la pertinente capa de diversidad. En el momento de la verdad -el de los reconocimientos y los puestos de poder-, los llamados a la gloria siempre pertenecían al mismo perímetro que, a lo largo de la historia, ha acumulado privilegios y visibilidad. Pero, de unos años a esta parte, la cuestión de la diversidad cultural ha comenzado a trascender el plano de lo políticamente correcto para transformarse en una realidad ilusionante y llena de posibilidades. En 2017, el Premio Turner -el galardón artístico más prestigioso del planeta- recaló en la artista de Zanzíbar, Lubaina Himid. Y ayer, para sorpresa de no pocos, se hizo público que la edición de 2022 del Premio Pritzker -el “Nobel” de la arquitectura- había reconocido al arquitecto y promotor burkinés (Gando, 1965) Diébédo Francis Kéré.

La vida de Kéré está tan trufada con los estereotipos de la “biografía de la superación” que, por momentos, parecería haber sido escrita por una mentalidad occidental. Pero no es así. Hijo primogénito del jefe de un poblado de Gando, caminaba 20 km diarios para asistir a la escuela de Tenkodogo. Esta construcción estaba conformada por bloques de hormigón y se hallaba muy mal ventilada, por cuanto el calor que sufría durante las clases se le grabó, por sofocante, indeleblemente en la memoria. Estudió carpintería y, con una beca, viajó a Alemania a realizar unas prácticas. Allí continuó su formación en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Técnica de Berlín. Desde sus inicios, la producción de Keré podría ser caracterizada como una “arquitectura de kilómetro cero”: el empleo de materiales locales para dar solución a problemas específicos hace de sus proyectos una suerte de experiencias micropolíticas que abarcan desde la recaudación de fondos hasta la construcción, pasando por la promoción.

Vista parcial del interior del colegio Benga Riverside de Benin, uno de los proyectos con los que Kéré puso en valor los materiales tradicionales
Vista parcial del interior del colegio Benga Riverside de Benin, uno de los proyectos con los que Kéré puso en valor los materiales tradicionalesJaime Herraiz MartinezFundación Hyatt /EFE

El ejemplo más conocido -además de ser su primera obra- es la edificación de la escuela de Gando -comenzada en octubre de 2000 y finalizada en julio de 2001-. En el diseño de este edificio, los dos factores que guiaron la labor de Keré fueron la sostenibilidad y la climatización. Así, los muros de carga se componían de bloques de tierra comprimida que absorbían el calor, mientras que el techo quedaba ligeramente elevado sobre el muro para proteger de la lluvia y, al mismo tiempo, permitir la circulación del aire. Keré no estaba dispuesto a que las nuevas generaciones creciesen en los mismos entornos adversos en los que él lo había hecho. El prestigio del arquitecto burkinés -que le ha llevado a ser invitado por instituciones artísticas tan importantes como la Royal Academy o la Serpentine Gallery de Londres- ha ido creciendo en paralelo a la escala de sus proyectos: el Campus del Lions Club -en Kenia- o el proyecto del Parlamento de Benín, en Porto Novo, constituyen ejemplos insuperables de la gestión -a gran escala- de los recursos y las identidades locales.