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“Hit the road”: el alto precio de la libertad en Irán

Panah Panahi, hijo del mítico realizador disidente Jafar Panahi, debuta con un sólido alegato por la generación a la que el régimen islámico corta las alas
HARPO ENTERTAINMENT
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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En el norte de Irán, allí donde se adivina el Ararat turco a lo lejos y casi se le ven los pies a Armenia, cada día son decenas de jóvenes los que, sirviéndose de los ahorros de su familia, son encapuchados sin apenas pertenencias y subidos a una moto cochambrosa para intentar cruzar la frontera. Huyendo, en la mayoría de los casos, de un régimen islámico que les ha formado como un cuerpo de profesionales punteros en la ingeniería o las ciencias, pero que sin embargo es incapaz de ofrecerles oportunidades más allá del dogma religioso o político. Esa es la historia que ha querido contar en su debut Panah Panahi, hijo de Jafar y heredero de la retórica peleona de su padre, en «Hit the Road».
De estreno este viernes, previo paso por la última Seminci de Valladolid, donde el director atendió a LA RAZÓN, la película intenta lidiar con un doloroso dilema: abandonar la patria sin abandonar la familia; abandonar el régimen sin abandonar la fe. «La película parte de un dolor personal. Cada día tengo menos amigos jóvenes en Irán, porque todo aquel que ha podido estudiar se ha marchado», explica sincero Panahi justo antes de que la intérprete de farsi señale el cambio de registro del autor respecto a los cineastas que sí están alineados ideológicamente con Teherán y, de paso, sintetice en una sola frase décadas de geopolítica: «Me cuesta mucho hacer mi trabajo, porque el país está dividido y las palabras pesan bastante».
Entre la pena y la impotencia
Gracias a las estoicas interpretaciones de Pantea Panahiha como madre sentida y Amin Simiar como el inmigrante, el hijo del ganador en Cannes y Venecia se las arregla para buscar su propia voz a través de una «road movie» que es, por supuesto, también un viaje emocional hasta la frontera: «Como iraníes, muchas veces nos hemos preguntado qué quiere nuestro país de nosotros. No entiendo cómo se nos puede exhortar en las universidades a pensar por nosotros mismos, a ser críticos, para luego pedirnos que simplemente obedezcamos, que no tengamos libertad de pensamiento. Y eso no tiene nada que ver con el nacionalismo, porque amamos a nuestro país, ni con la alineación ideológica con otros como Estados Unidos. Es pena, pero también es impotencia», añade.
La película, que oscila con versatilidad y desparpajo, sobre todo teniendo en cuenta la descarnada materia sobre la que gira, se vuelve tierna por momentos y en parte por el descubrimiento de Rayan Sarlak como hermano menor. Ajeno a la despedida sobre la que gira el filme, el niño será nuestros ojos y nuestros oídos en un viaje incómodo, melancólico y visualmente arrollador por lo árido de la región de Hasan. «Yo provengo de una familia acomodada, y de hecho me he podido formar fuera, por eso la cinta funciona también como una especie de artefacto terapéutico. Quiero pensar, sin que suene pretencioso, que el viaje del protagonista es también el mío, uno de dolor por la identidad que uno se ve obligado a dejar atrás para ser libre», confiesa un Panahi que vio cómo su padre era encarcelado sucesivamente en 2009 y 2010 por participar en protestas pacíficas, hasta terminar siendo condenado en 2011 a seis años de prisión, de los que cumplió casi dos en su totalidad (todavía tiene prohibido salir del país). «Por la influencia de mi padre, he podido ser cineasta, y siento que entre mi situación y la de mi protagonista solo hay un apellido», completa.
Estrenada en el último Festival de Cannes y completamente prohibida en Irán, donde pese a todo Panahi todavía es libre de volver, «Hit the Road» se puede entender también como un oasis en la tragedia: si bien su discurso es desolador, y la separación de una generación entera de sus raíces parece inevitable hasta que no cambie el régimen político actual, Panahi no se recrea en la autoindulgencia, buscando el humor (negro) allá donde puede y apoyándose en la inocencia del niño: «Acercándonos a la frontera, a la zona de paso, no cambió mi percepción de lo duro que es, pero sí de la capacidad de adaptación del ser humano. En Irán se pinta a los pasantes como monstruos encapuchados, pero las protecciones que llevan, y que les hacen parecer fantasmas motorizados, responden en realidad a la arena y al sol, no a una protección de identidad en una zona que dejó de importarle a todo el mundo hace décadas», se despide el director, esperanzado, eso sí, con el futuro más inmediato.
El oficialismo iraní, en jaque
Si bien Asghar Farhadi fue uno de los cineastas iraníes que firmó en favor de la liberación de Jafar Panahi (en la foto) de prisión, a nadie se le escapa que su discurso, profundamente islámico, encaja mejor con las exigencias de Teherán. Por eso, muchos han recibido con cierto alivio su condena por plagio respecto al guion de la reciente «Un héroe». De haber ganado, la estudiante que le denunció se habría enfrentado a 74 latigazos.