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Cine

Sam Raimi: “La obsesión por los multiversos tiene que ver con cómo nos percibimos por culpa de Internet”

«Doctor Strange en el multiverso de la locura» es el regreso del director de «Spider-Man» y «Darkman» al subgénero que él mismo revolucionó hace veinte años

Sam Raimi vuelve al cine de superhéroes con "Doctor Strange en el multiverso de la locura", protagonizada por Benedict Cumberbatch
Sam Raimi vuelve al cine de superhéroes con "Doctor Strange en el multiverso de la locura", protagonizada por Benedict CumberbatchTHE WALT DISNEY CO.

Conoce mejor que nadie las expectativas alrededor de su retorno. Quizá por eso se acomoda distante en el lujoso salón californiano desde el que atiende a LA RAZÓN. Se adelantó a todos allá por 1990, dirigiendo el «Darkman» que escribieron para él los hermanos Cohen, enamorados de los monstruos trágicos de la Universal. Luego, en 2002, y con el trauma aún fresco del 11-S, inventó su propio subgénero, el de los superhéroes en el cine, gracias a «Spider-Man». Ya mítico, Sam Raimi (EE.UU., 1959) vuelve al cine casi diez años después de su última película y lo hace jugando en casa, uniéndose en diabólico matrimonio con los todopoderosos Marvel y Disney para firmar «Doctor Strange en el multiverso de la locura», que se estrena hoy.

«Es como montar en bicicleta. Nunca me voy a olvidar de cómo contar una historia, y todo ha fluido de manera natural, porque básicamente es a lo que me he dedicado toda la vida. Me siento como un artesano que se ha dedicado siempre a la carpintería y, de pronto, le han puesto delante una impresora 3D, con los conocimientos necesarios para manejarla», explica en simpática metáfora el realizador de «Posesión infernal» o «Terroríficamente muertos». Más como barquero que como ciclista, Raimi hace las veces de Caronte en una película, la vigésimo octava del Universo Cinematográfico Marvel, que significa la primera incursión del portentoso estudio en las sinergias con el cine de autor. Sí, uno muy «mainstream». Sí, uno bien instalado en el imaginario cinéfilo como el de Raimi. Sí, uno que daría urticaria a los puristas del léxico.Pero sí, el de un autor: «Este era, quizá, el trabajo más particularmente complejo al que me he enfrentado nunca desde lo industrial. Es el episodio 28 de la historia. Uno más. Me he sentido libre, pero era consciente de que mi trabajo, al final, era cumplir con las expectativas de los aficionados. Con ello venían implícitas muchas cargas, como la de respetar el camino de los personajes que ya conocen, expandir su personalidad y continuar las historias. Me he sentido como un gran constructor de puentes en el medievo. Mi trabajo era completar una sección del puente, que es lo que vería en vida, para que el siguiente arquitecto pudiera seguir. Entre las obligaciones y mi pulsión artística había una película maravillosa, que es la que he intentado hacer. He sido todo lo creativo posible dentro de los confines de la obligación contractual», confiesa sincero el director.

Elizabeth Olsen es la gran protagonista, junto a Benedict Cumberbatch, de "Doctor Strange en el multiverso de la locura"
Elizabeth Olsen es la gran protagonista, junto a Benedict Cumberbatch, de "Doctor Strange en el multiverso de la locura"THE WALT DISNEY CO

Más allá del ego

Gracias a esa negociación, tan fresca y a la vez tan opaca en los tiempos que corren, Raimi nos cruza el Aqueronte con una película absolutamente suya: ahí están los muertos vivientes que le hicieron un nombre en Hollywood, los espíritus chacareros que son capaces de hacernos temblar o reír, y hasta las pulsiones «new-age» que aquí son guitarrazos a la Pachamama. «Doctor Strange en el multiverso de la locura», además de un puzle gigante del que el director no solo consigue salir vivo y con la moneda bajo la lengua, es una película capaz de conectar hasta con quien haya perdido por completo el interés en las mallas y los antifaces. De hecho, y tras un prólogo soporífero que funciona como trampantojo —otra pelea más en la ciudad, otro personaje que aparece de la nada para intentar despertar nuestra curiosidad, otra ristra de chistes lamentables— Raimi parte la película en dos y la cruza por la brujería que marca el resto del metraje, contenido, en dos horas. Es ahí cuando el Doctor Strange tendrá que lidiar con las artes oscuras de La Bruja Escarlata e intentar poner orden en el Multiverso. Ese orden, caótico y aquí explotado desde la animación y el diseño, es al final el gran triunfo como director de Raimi.

«No lo he afrontado como mi ego intentando dejar una marca. Lo he hecho desde una perspectiva mucho más positiva. Me centré en mi amor por el Doctor Strange, por qué me gustaba más que sus cómics, y he intentado hacer mi trabajo dándole más espacio a esas facetas. No se trata de qué era más loco o más creativo, sino de qué era más fascinante para mí, como director, del Doctor Strange. La gente apela al estilo, o a eso que ellos llaman estilo, pero no creo que sea algo que yo haga de forma consciente. Todas mis películas son mi estilo, y esta no iba a ser una excepción. Hay más de mi estilo, si compro el término, en qué enseño más que en cómo lo enseño. Ahí reside el jodido estilo», completa vehemente un Raimi que, claro, evita salir zombi de la película apoyándose en dos de los mejores actores de su generación, Benedict Cumberbatch (Dr. Strange) y una excepcional Elizabeth Olsen (Wanda Maximoff / La Bruja Escarlata): «No me gustaría revelar muchos detalles de la historia, pero ella y su personaje pasan por mucho, sufren mucho en ese viaje por el multiverso. Es una realidad en la que conoces a varias versiones de ti mismo, y eso genera una serie de interacciones geniales desde el punto de vista cinematográfico y dramáticas para ella. Su Wanda está traumatizada, por lo que aquí tenía que estar a la altura como actriz. Me daba miedo tener que someterla tanto tiempo y durante tantas tomas, por lo que me llegué a sentir mal conmigo mismo. Llegó un momento en el que le dije: “Por favor, dime si estoy pidiendo demasiado”. Y ella me respondió: “Como actriz, mi obligación es no tener fondo. Voy a darte lo que me pidas y cuando me lo pidas”. Me dejó helado. Pero me quitó mucha presión de encima. Su ética de trabajo es impresionante», añade.

Con el trabajo cumplido, y una sonrisa de oreja a oreja, que le permite incluso comparar a Marvel y Kevin Feige con Tesla y Elon Musk, Raimi no descarta volver para una más que posible «Spider-Man 4» si le llaman y, antes de despedirse, reflexiona jocoso sobre la obsesión del cine moderno por los multiversos y las realidades coexistentes: «No sé si tengo una respuesta a por qué se han puesto de moda, pero sí entiendo que cada vez más estamos expuestos a diferentes versiones de nosotros mismos. La de Facebook, la de Twitter, la del trabajo... La culpa es de Internet, supongo. Pero solo soy un director de cine, lo que diga más allá de las películas tiene poco sentido».