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Despedidas

Hasta siempre a la diva más cercana

Reconozco que me hubiera gustado tener más relación y haber hecho algo juntas. Porque el arte con mayúsculas no entiende de estilos; está en la ópera y está en el flamenco

Retrato de Teresa Berganza
Retrato de Teresa BerganzaTeatro RealJavier del Real

Cuando canté El amor brujo ella, Teresa Berganza, fue mi referencia. La tenía muy escuchada cuando, por fin, la conocí. Fue en unos Premios de la Música. Además de su técnica, la voz era maravillosa. Ponía el corazón en todo lo que hacía. Me emocionaba. A aquella gala (de principios de este siglo) le tocó ir en una silla de ruedas, no recuerdo por qué, me suena que estaba escayolada, pero estuvo divertidísima. Me viene su gusto por vestir y su categoría. Una artista dentro y fuera del escenario.

Me hizo ver que le interesaba mucho el flamenco: “Una música extraordinaria”, decía y no le quito la razón. Reconozco ahora que me hubiera gustado tener más relación y haber hecho algo juntas. Porque el arte con mayúsculas no entiende de estilos; está en la ópera y está en el flamenco. Cuando se hace bien, de verdad, y se pone todo lo que se tiene sirve para alegrarnos la vida, como hizo Teresa Berganza, que puso todo su alma, indispensable en la música y en la cultura.

Dio su vida por este mundillo y, encima, sin ir de diva (aunque todos sepamos de su tamaño como artista). Todo lo contrario. Era cercana. Era profesional. Cuidaba mucho los detalles. Es de esas cosas que debemos grabarnos a fuego de la cantante, ya sea encima o fuera de las tablas. Me sirvió de guía.

Una gran y triste pérdida.