La batalla del «selfie» en los museos y monumentos
Las pinacotecas van prohibiendo de manera paulatina las fotos en sus salas. Una práctica común que cada vez más será un privilegio de los famosos
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Con el verano y las vacaciones, Roma se llena de turistas. Algunos tan ilustres como el actor australiano Russell Crowe, el protagonista de «Gladiator», que llegó hace unas semanas a la capital italiana junto a su familia. El Coliseo o «mi antigua oficina», como lo definió con mucho sentido del humor el protagonista de la célebre película de gladiadores que rodó Ridley Scott, fue uno de los primeros lugares que visitó el intérprete, que llegó a la ciudad para rodar una película inspirada en el sacerdote Gabriel Armoth, el histórico exorcista del Vaticano que falleció en 2016. Después de contemplar la arena romana, el actor se fotografió también en la Capilla Sixtina, donde oficialmente está prohibido tomar instantáneas, lo que hizo que muchos protestaran.
Este es un privilegio al alcance de sólo unos pocos afortunados y eso fue lo que despertó una ola de indignación en las redes sociales. «Mi madre caminó por estos pasillos con mi padre hace más de veinte años con los miles de turistas que acuden aquí todos los días y lo convierten en el tercer museo más popular del mundo. Esta vez la empujamos en una silla de ruedas por esos mismos corredores. Pero esta vez no hay multitud de turistas, solo nosotros», escribió el actor en Instagram después de visitar en privado los Museos Vaticanos. «No estoy seguro de que haya un privilegio más especial en el mundo que tener la llave de la Capilla Sixtina y experimentar su gloria en silencio», añadió, junto a unas fotografías de la obra del genio del Renacimiento. Y no le falta razón. El problema es que la página web de los Museos Vaticanos no deja lugar a dudas: «En la Capilla Sixtina está prohibido sacar fotos o registrar vídeos con cualquier tipo de dispositivo electrónico».
Sin embargo, no siempre fue así. Las fotos en la capilla que custodia la obra maestra de Miguel Ángel están prohibidas desde que en los años 1980 la compañía japonesa Nippon Television Network Corporation se hizo con los derechos exclusivos para fotografiar la sala a cambio de financiar la restauración de los imponentes frescos, que ascendió a más de tres millones de dólares de la época. Los derechos caducaron hace años, pero, a pesar de eso, la Santa Sede decidió mantener la prohibición en todas las salas de los Museos Vaticanos.
Solo para visitas especiales
Hacer fotografías dentro de la mayoría de los museos italianos –incluida, por supuesto, la pinacoteca vaticana– es un privilegio al alcance sólo de unos pocos, pero a diferencia de lo que pueda parecer, no es necesario ser una estrella de Hollywood. «Todos los grandes museos ofrecen la posibilidad de acceder a visitas especiales cuando están cerrados al público», cuenta Filippo Cosmelli, experto de arte y fundador de la agencia IF Experience, que organiza eventos culturales relacionados con el lujo. En los países anglosajones, las visitas especiales no son ninguna novedad. «Y ahora se están difundiendo también en Italia donde los Museos Vaticanos han sido los primeros en proponerlas».
Las visitas privadas permiten a los afortunados que pagan por ellas disfrutar de las obras de arte de un museo sin estar rodeados por decenas de turistas y, a menudo, acompañados por un guía con dedicación exclusiva, que en ocasiones puede acceder a zonas normalmente prohibidas para el resto de los mortales por motivos de seguridad. En estos casos, un par de fotos de recuerdo suelen estar permitidas, siempre que sean sin flash. Estas visitas tienen un doble beneficio, según algunos expertos. Por una parte, permiten a las pinacotecas diversificar los beneficios, ya que suelen realizarse en horarios normalmente cerrados al público; y por otra, el museo obtiene una publicidad gratuita en el caso de que la persona en cuestión tenga relevancia mediática.
Ocurrió con la «influencer» Chiara Ferragni. Con más de 25 millones de seguidores en las redes sociales, la modelo y empresaria italiana hizo un tour en el verano de 2020 por algunos de los rincones más bellos del país transalpino junto a su marido, el músico Fedez, que también cuenta con una legión de seguidores, para ayudar al mundo de la cultura transalpino a recuperarse después de la pandemia. Filippo Cosmelli fue quien les acompañó en su visita a la pinacoteca vaticana, donde la foto de la pareja ante la obra maestra de Miguel Ángel provocó la indignación de millones de personas. «Las fotos en la Capilla Sixtina las puede hacer cualquiera reservando una visita privada. Antes de indignarse, sería mejor informarse», zanjó el cantante. Y de esa manera fue.
«La visita a los Museos Vaticanos fue a puerta cerrada, de noche, pero canónica. Quien hace visitas privadas puede hacer una o dos fotos, previa autorización del personal del museo presente durante la visita. Y así ocurrió también para Chiara Ferragni y Fedez», confirmó Cosmelli a medios italianos. Es decir, la pareja de «influencers» no disfrutó de ningún privilegio ni tuvo acceso a un recorrido exclusivo que no esté al alcance de quien pueda pagarlo.
El mito del «flash»
Los motivos por los que la mayoría de pinacotecas alrededor del mundo prohíben reproducir imágenes de su interior son varios. En primer lugar, se trata de una cuestión de protección de los derechos de autor. No obstante, una de las creencias más extendidas es que los flashes de las cámaras pueden dañar las pinturas y los objetos delicados. Sin embargo, una investigación de la Universidad de Cambridge sobre el daño causado por la fotografía con flash sugiere que su uso representa «un peligro insignificante para la mayoría de las exhibiciones de los museos».
Otra de las excusas esgrimidas por los museos es evitar que las personas se detengan ante las obras, lo que no sólo mejora la calidad de la visita sino que también la agiliza, facilitando el ingreso de nuevos visitantes –y más entradas– en cada vez menos tiempo. Por otra parte, la prohibición favorece que los turistas que quieran llevarse un recuerdo fotográfico tengan que conformarse con los que se adquieren en las tiendas del propio museo, lo que también incrementaría las ganancias en un momento tan delicado para las mayoría de las pinacotecas del mundo. Incluso hay expertos que defienden que la prohibición de imágenes aumenta la seguridad al evitar que los posibles ladrones tengan acceso a fotografías del interior de las salas y puedan identificar con mayor comodidad la s obras y, sobre todo, donde están colocadas y cómo están distribuidas las cámaras de vigilancia.
En realidad, como sugiere el economista y profesor de la Universidad de Boston, Jay Zagorski, en un artículo publicado en la revista «The Conversation», subir una imagen de una obra de arte a Internet debería provocar el efecto contrario: cuanto más se fotografíe y reconozca un objetivo, más difícil será venderlo después de haberlo robado.
La política de no tomar fotografías ni vídeos, que tanta polvadera levanta en ocasiones, no se limita a los museos italianos. El Museo del Louvre en París, el Museo del Prado o el Centro Reina Sofía en Madrid tampoco permiten tomar una instantánea de ninguna de sus obras. A no ser, por supuesto, que te llames Mick Jagger, seas vocalista de los Rolling Stones y te encuentres en España para iniciar una gira mundial (y posiblemente la última) de su mítica banda. En ese caso, en efecto, sí podrás posar delante del «Guernica», de Pablo Picasso, ante la indignación y envidia del resto de turistas que esos días hayan circulado por la misma estancia.
El público joven
A través de un comunicado, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía aclaró que la prohibición de tomar fotos se debe a un intento de mejorar la calidad de la visita, una circunstancia que no estaba en juego el día en el que el cantante de sus Satánicas Majestades visitó las instalaciones ya que la pinacoteca se cerró exclusivamente para él. El museo pidió disculpas de manera inmediata y destacó que se trataba únicamente de una «acción de comunicación».
Y es que a menudo, las visitas de celebridades a una pinacoteca tienen un efecto rebote en el número de visitas. Las fotografías que Chiara Ferragni sacó, por ejemplo, en la Galería de los Uffizi de Florencia, donde posó para un reportaje publicado en la revista «Vogue», provocaron más de un millar de comentarios positivos y otros tantos negativos en la cuenta del museo. Una vez más, las críticas contra los supuestos privilegios de los que disfruta la «influencer» inundaron las redes sociales, pero en esta ocasión, fue el director de la pinacoteca florentina quien zanjó los rumores de forma categórica, asegurando que los «selfies» de la italiana habían aumentado de manera exponencial las visitas al museo, sobre todo, entre los más jóvenes. Y esto se ajusta a las nuevas políticas de los museos, que tienen un objetivo: atraer a sus recintos al público más juvenil, que se ha alejado de ellos y que no encuentran grandes motivaciones en contemplar cuadros. Este es justo uno de los caballos de batalla de estas instituciones. «Por primera vez desde la reapertura tras el confinamiento, hemos tenido el sábado y el domingo más de 3.000 personas al día. Los visitantes han crecido un 27 por ciento respecto al fin de semana anterior y nuestras redes sociales han pegado un salto», explicó el director del museo, Eike Schmidt. «Los Uffizi no necesitan a Chiara Ferragni, ni Chiara Ferragni a los Uffizi», reconoció más tarde el historiador de arte alemán en una entrevista con «La Repubblica», pero la combinación de cultura, márketing y divulgación puede crear un efecto rebote donde todas las partes salen ganando.