Santiago Compostela: Historia y mito del patrón de las Españas
Hijo de Zebedeo, el apóstol se convirtió muy pronto en el protector e intercesor por excelencia de todo el mundo hispánico, pero ¿por qué razones?
Creada:
Última actualización:
«Dice un hombre que ha visto a Santiago / en tropel con doscientos guerreros. / Iban todos cubiertos de luces, / con guirnaldas de verdes luceros, / Y el caballo que monta Santiago / Era un astro de brillos intensos». Así evoca Lorca en su «Balada ingenua» (1918) el camino mítico de Santiago Campeador por el firmamento, paralelo al de la tierra, que ha marcado indeleblemente los territorios y los confines de las Españas. Muy lejos llegó el apóstol Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, en la tradición y la leyenda que llega hasta la América hispana y lo convierte en el protector e intercesor por excelencia de todo el mundo hispánico.
En la tradición del Nuevo Testamento, Santiago es uno de los discípulos más característicos de Cristo –en el grupo de los Doce cada uno tiene su misión y perfil de equipo sobrenatural–, tras resultar elegido providencialmente. Será caracterizado por su carácter impetuoso como «hijo del trueno», junto con su hermano Juan. Su aura guerrera puede que proceda de esa consideración. Quiere la historia sagrada que después de Pentecostés, Santiago hubiera sido enviado al lejano Occidente, hasta recalar en la actual costa de Galicia, tras pasar por Gibraltar, con el propósito de evangelizar las «Hispaniae». Muchas son las leyendas sobre su arribada: habría desembarcado, para consagrar un templo luego dedicado a San Pedro, no lejos de las Columnas de Heracles, en las cercanías de Cádiz, para luego bordear la costa hasta Iria Flavia. Otras versiones hablan de su llegada a Tarraco o Carthago Nova, las dos grandes ciudades portuarias de la Hispania romana.
En todo caso, sus caminos postreros irán a confluir en Galicia, pasando por la Caesaraugusta romana: no es casualidad la presencia del apóstol en nuestras ciudades principales, hasta llegar al Finis Terrae, tras los pasos de las leyendas grecorromanas, celtas e iberas. En Zaragoza se le habría aparecido la Virgen en una columna –el popularmente llamado Pilar–, en la primera aparición mariana de la historia, aun en vida mortal de María, supuestamente fechada en el año 40.
Luego, tras evangelizar y fundar diversas iglesias, notablemente en Zaragoza y Compostela, habría hecho todo el viaje de vuelta a Judea para encontrarse con María en sus horas finales, antes de la Dormición y posterior Asunción. Santiago habría sido ejecutado por Herodes, según Hechos 1.12, en torno al 44. Ajustada cronología la de su viaje para la realidad histórica pero posible siempre en la vertiente mítica. En todo caso, es la posteridad del Apóstol la que más nos atañe. Se dice que su cuerpo habría llegado de nuevo a España, en concreto hasta Galicia, donde había dejado una huella imborrable: su tumba es crucial para la posterior tradición del Camino de Santiago en el Medievo.
Milagros
Ciertamente, se superpone su leyenda a un camino ya entonces cristianizado que venía a continuar las antigüedades célticas, clásicas y prerromanas. La peregrinación al misterioso fin del mundo, en el sumergirse del sol en el océano exterior, símbolo del ocaso y renacimiento de la existencia, suponía la experiencia iniciática por excelencia que sustenta el mito de la España-umbral del más allá desde los arcanos prehistóricos. No quiero referir la nómina de milagros post-mortem, como el que le atribuye la victoria del asturiano Ramiro I frente a los árabes en la batalla de Clavijo, con la intervención de Santiago a caballo entre la hueste cristiana. Asientan para siempre su halo legendario de patrón de España: son legión las tradiciones locales, fundaciones y milagros en todas sus rutas que se atestiguan en el mundo hispánico y se celebran en las muchas fiestas en ambas orillas de ese océano no hollado hasta entonces que, con el paso a la Nueva España, siguió asociado a la antigua como símbolo de toda superación.
Deja una amplia huella que se traslada, en efecto, a América, donde muchas son las ciudades que llevan su nombre y protección como popular patrono. Poco nos importa ya el carácter precristiano del camino o la identidad de los restos de la tumba, que a veces algunos han supuesto ser la de Prisciliano o algún otro ilustre tardorromano –amplia es la polémica sobre la historicidad del viaje a España, que sigue puesta en duda–, comparados con la inconmensurable dimensión de su figura mítica en las artes, las letras, la toponimia, la onomástica, la devoción popular, etc.. En fin, no conviene olvidar al Apóstol, al santo y al guerrero en la mitología hispánica. Siempre, como recomienda Lorca, «pensad en Santiago / por los turbios caminos del sueño».