El profesor que explica por qué somos tan raros: “El matrimonio monógamo lo transformó todo”
La mentalidad occidental es producto de siglos de pequeños que nos hicieron seres educados, individualistas, que andan rápido y, según el biólogo Joseph Henrich, malos amigos
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Joseph Henrich, director del Departamento de Biología Educativa de la Universidad de Harvard, ha dado este año la campanada en EE UU con un libro en el que nos retrata como seres WEIRDS (raros, en inglés), un acrónimo para definir a los criados en una sociedad occidental (Western), con estudios (Educated), industrializada (Industrialized), adinerada (Rich) y democrática (Democratic). Si estás leyendo estas líneas, es muy posible que la definición te cuadre. Este grupo de población mundial peculiar, que vive sobre todo en América del Norte y Europa, se conduce por la vida rápida y con un individualismo acusado, se rige por principios sobre todo impersonales y no prioriza la amistad por encima de las normas. Lo cuenta todo en “Las personas más raras del mundo” (Capitán Swing).
¿Por qué somos los más raros entre los raros?
Mi teoría para explicar por qué Europa se separó del resto del mundo en usos y costumbres arranca en la Antigüedad tardía, con las prácticas impuestas por la Iglesia Católica. El mayor cambio de todos fue la imposición de la familia monógama, que supuso el fin de los clanes y del matrimonio entre primos. Eso forzó la creación de instituciones que no estuvieran basadas en la Monarquía, como la democracia representativa, las universidades... Los cambios se produjeron muy lentamente pero acabaron haciendo que el poder dejara de residir en la consanguinidad y desembocaron en procesos como la Revolución Industrial.
Su tesis es que esas transformaciones históricas han recableado nuestros cerebros.
Lo que hemos aprendido gracias a la neurociencia es que nuestras mentes se adaptan a las instituciones y al entorno tecnológico que las rodea. Así que, amoldarte a un contexto de familias nucleares, por ejemplo, te forzará a buscar tus propias relaciones sociales. Tendrás que cultivar elementos diferenciadores que te hagan más atractivo, como inteligencia, honestidad, entrega al trabajo... Cosas que hagan que el resto quiera acercarse a ti. En cambio, en otros ambientes, lo que logres dependerá de las conexiones de tu familia. Y esta diferencia afecta enormemente a cómo piensa la gente en todo tipo de situaciones.
¿El afán de control es una neurosis propia de los raros?
Solo en el sentido de que tienen una tendencia a centrarse más en el control interno. Creen que el ser humano es dueño de su destino, que el trabajo duro les llevará a donde quieran y axiomas así.
¿Por qué cree que la lectura fue un punto de inflexión en esta evolución de la que habla?
Su expansión en el siglo XVII tuvo su origen en el deseo de la gente de acceder a los textos de la Biblia por sí mismos, no a través de los sacerdotes. Querían un contacto directo que fuera, además, en su propia lengua, no en latín. Y eso supuso el desarrollo de ciertas partes del cerebro. Algunos dirán que esos cambios físicos que provocó fueron perjudiciales porque mermó otras habilidades, como el reconocimiento facial. La lectura es un buen exponente de cómo la cultura afecta a la biología de manera directa. Nos cambia físicamente, aunque no haya habido mutación genética alguna. Pasa también con los niveles de testosterona, por ejemplo.
¿Cree que la depresión y la ansiedad surgen de este nuevo cerebro?
El tipo de individualismo que comenzó al final del mundo protestante y, probablemente, en el mundo moderno, está asociado al aumento de la tasa de suicidios. La depresión, el desarraigo, la falta de conexiones que mucha gente sufre tiene que ver con un menor contacto con la familia de origen.
¿Estas condiciones que atribuye a los más raros son naturales?
Lo cierto es que el sistema tradicional monárquico del que hablo en el libro está basado en algunos de nuestros instintos más básicos; ayudar a los parientes, evitar el incesto, el vínculo de pareja... Son rasgos que compartimos con otras especies. Así que desmontar ese tipo de cosas fue complicado porque están enraizadas en lo más básico de nuestra condición.
En el libro nos retrata como malos amigos.
Está basado en un experimento que se llama «el dilema del copiloto». Imagine que viaja en un coche que conduce su mejor amigo. Va a una gran velocidad en una zona urbana y, de pronto, el vehículo atropella a alguien y lo mata. En el juicio, el abogado le pide que mienta, que diga que su amigo iba despacio. ¿Qué hace? Hay lugares en el mundo en los que el 90% de la población dirá que mentiría por su amigo y otros en los que ni el 10%. En las sociedades más raras es donde se encuentra un mayor porcentaje de gente que diría solo la verdad. Están dispuestos a sacrificar relaciones para cumplir con principios impersonales.
Esas cualidades, tan enfocadas a los logros, parecen muy relacionadas con el capitalismo. ¿No es todo economía al final?
La verdad es que no encuentro ese término muy útil porque significa cosas distintas para cada uno y, al final, no explica nada. Trato de entender cómo hemos llegado a un mundo en el que mandan normas impersonales, los desconocidos colaboran en organizaciones impersonales...
Habla también de cómo los mercados lo cambiaron todo porque se basan en la confianza en desconocidos.
Exacto. Es uno de los puntos interesantes y contradictorios. A no ser que te fíes de los desconocidos, nunca acudirás al mercado. Se basan en la confianza y su extensión favoreció el intercambio comercial que, a su vez, propició un aumento de la fe en los otros.
¿La pandemia y la guerra en Europa nos han restado rareza?
Sí, en realidad cualquier shock nos vuelve más cerrados, características nada raras, y menos dados a una moral universal. Esos acontecimientos traumáticos hacen que nos preocupemos más de los que tenemos cerca.
Es muy interesante eso de que los raros tenemos un pensamiento lineal, nada holístico.
En Psicología se distingue entre el pensamiento analítico y el holístico. Los que usan el primer método abordan las cuestiones estableciendo categorías con propiedades compartidas. Y luego tratan de explicar el comportamiento basándote en esas propiedades. Tienden a pensar en línea recta: los procesos siguen un curso lineal. Al otro lado del espectro, los pensadores holísticos se fijan en las relaciones entre las cosas y el trasfondo. El contexto es más importante.
La evolución del concepto tiempo es muy reveladora.
Teniendo en cuenta la importancia de cultivar rasgos únicos que nos hagan más atractivos, la consecución de logros es decisiva. Esto se traduce en una gran presión sobre la inversión del tiempo, el ahorro y el gasto... todas analogías económicas. Esto aparece en Europa a partir del siglo XVI. Incluso hacia el final de la Edad Media ya estaban midiendo el tiempo, se inventa el reloj mecánico y su uso se extiende por Oriente Medio. Había un claro interés en el concepto temporal. Luego podemos fijarnos en experimentos contemporáneos. En los lugares más raros, los relojes son muy precisos, como en las estaciones de tren en Zurich. En cambio, en otros lugares puede haber un retraso de diez o quince minutos y a nadie parece importarle.
¿Los raros están por todas partes o solo en EE UU y Europa?
Sí, en países donde impere el individualismo. Ahí están los que habitan el lado más acusado del espectro. Pero es muy difícil saber qué pasa en lugares de África, por ejemplo, porque nos faltan muchos datos. O Asia Central.
En el libro presenta datos comparativos interesantes. Por ejemplo, dice que los raros caminan más rápido.
Sí, es una forma de medir ese ahorro de tiempo del que hablábamos antes. Es gente que quiere sacar adelante muchas cosas, así que tienen prisa por llegar, por hacer. El foco está puesto en los logros. Ahí hay un patrón de comportamiento que se puede medir y comparar con otros. En cambio, si las relaciones te importan por encima de lo demás sueles llegar tarde porque te detienes a hablar con la gente que te cruzas. Pero es importante destacar que no se trata de una especifidad psicológica de un grupo concreto. Es una dimensión que está ahí porque diferentes patrones históricos e instituciones la han propiciado, no una característica mental.
¿No es una amenaza para la especie tanto individualismo y autoimportancia?
Posiblemente cosas como el cambio climático, causado por el afán de productividad desmedido, sí lo son. Pero los raros son muy cooperativos, otra cosa es que no lo sean con sus familias. Colaboran a nivel económico, empresarial, no en un grado interpersonal. Es importante distinguir entre ambos niveles y, precisamente, en mi libro reconcilio las visiones de Adam Smith y Karl Marx. Es verdad que la extensión del capitalismo ha provocado una cierta ruptura de las otras relaciones que nos otorgaban identidad, pero también lo es que hay menos nepotismo y los factores que pueden corromper las instituciones impersonales son menos.