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Antonio Bartrina: «Hay tangos que se aplican a este tiempo político»

El grupo de tango madrileño Malevaje celebra 30 años con un concierto en la Sala Rialto.
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El grupo de tango madrileño Malevaje celebra 30 años con un concierto en la Sala Rialto.
Empezaron a tocar tangos por casualidad, sin tener «ni puta idea», como dice con voz ronca y acento cheli Antonio Bartrina, pero en el caldo de cultivo perfecto. En los años 80 en Madrid había «ganas de hacer cosas, cualquier cosa», y por eso no sonaba alienígena que unos rockeros se juntasen a tocar unos tangos de noche en un bar. Desde entonces han pasado tres décadas de funcionamiento, de mitología mestiza que hay que celebrar. Será el 3 de octubre en la Sala Rialto de Madrid, donde estará la banda original más los compañeros que han ido pasando por el grupo a lo largo de los años. «Cantaremos los temas de siempre, y los nuevos incluidos en el disco ‘‘30 años de tangos”», dice Bartrina.
–¿Cuál fue el instinto le llevó al tango?
–Desde muy niño los escuché en casa. Mi padre se dedicaba a la electrónica y escuchaba zarzuela, tangos o cuplés. Pero no me enteré de lo que decían hasta que me hice algo mayor. Es que los tangos son muy duros, son impresionantes. Es la vida misma. Osvaldo Larrea nos decía que el éxito del tango es que te cuenta tu propia vida.
–Todo fue por casualidad.
–No tenía ninguna intención de hacer un grupo. Cantamos un par de días, se fue liando la cosa... ¡y hasta aquí hemos llegado!
–Eran una banda de rock.
–Claro. Fernando Gilabert, Ramón Godes y Edi Clavo, que era batería de Gabinete Caligari, venían del entorno del rock. No había mucho donde elegir: rock o pop. No como ahora, que hay tanta música. Por eso nuestro estilo era el rock, aunque respetábamos la raíz del tango. Y claro, no íbamos a cantar historias de Buenos Aires años 20, sino de Madrid años 80.
–¿El tango es una novela de dos minutos... a ser posible desgarradora?
–De alguna manera, sí. Es la esencia. Pero también hay tangos románticos y dulces. «Garufa», por ejemplo, es divertido. Habla de un tipo que vive en la constante juerga. El tango retrata momentos de la vida.
–Dicen que no hace falta mucha voz, pero sí un poco de chulería.
–Lo de poquita voz no estoy de acuerdo pero lo otro, pues sí, pero justa y bien situada. También un grado de pesadumbre, de nostalgia, de desarraigo... pero sobre todo, creerse lo que estás contando.
–¿Por eso puede haber una conexión Buenos Aires-Madrid?
–Hay un paralelismo entre el guapo porteño con el chulo madrileño. Lo que pasa es que en Argentina la cosa era más dura. Los emigrantes iban a hacer fortuna y la mayoría se encontraron con que estaba la cosa peor. El guapo porteño era cuchillero y en Madrid no hacía falta llegar a tanto.
–Y si el tango nos cuenta nuestra propia vida... ¿Cuál le iría bien al momento actual?
–Muchos, pero «Cambalache», seguro. También «Al mundo le falta un tornillo» o «Todo es mentira»... Hay muchos tangos sociales y casi todos cuadran con el momento que vivimos.
–¿«El mundo fue y será una porquería» o no es para tanto?
–Bueno, hay momentos en los que el gran Discépolo se queda corto. Porque ¡madre mía la que están liando!
–Todos los caminos conducen a Gardel... pero ¿qué tenía si le quitamos la aureola de mito?
–Gardel tenía una voz increíble, llena de matices y con una afinación increíble. Además, fue el primero que cantó tangos. Él le dio voz a lo que antes de él solo era una música instrumental.
–¿Participaba de la Movida? ¿La echa de menos?
–Estábamos un poco aparte. Echo mucho de menos la libertad que había en aquel entonces y ahora cada vez hay menos. Había tanta que no sabían cómo manejar aquella situación. Ahora han aprendido, ¡pero bien! También añoro las facilidades que había para tocar. Pero, sobre todo, lo que le dije a Germán Pose para su libro «La mala fama» (Berenice): Que ser joven en los 80 fue gloria bendita.
–¿Qué sensación le produjo leerse en el libro?
–Me encantó porque hay mil libros sobre La Movida, pero el suyo no habla de eso, sino de la experiencia de una serie de personas, como yo, nacidas en los 60 y que confluyeron en aquel Madrid de los 80. Además, todos son amigos o conocidos... y el propio autor es un periodista y escritor excepcional.
–¿Qué tango le cantaría a Cataluña?
–No me lo había planteado, no sé si están «p’a mucho cante» o para que nos callemos todos. Quizá les cantaría «Todo es mentira», que compuse yo, pero no para los catalanes o los españoles, sino para los políticos.

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