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Arcángel: «Empiezas a morircuando te conformas con lo que sabes»

Publica «Tablao»,un homenaje a los lugares sagrados del flamenco en su forma más sencilla y primaria.
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Publica «Tablao»,un homenaje a los lugares sagrados del flamenco en su forma más sencilla y primaria.
Dicen los entendidos que su voz es una de las mejores que llegan. Francisco José Arcángel Ramos (Huelva, 1977) canta y habla como un veterano, piensa como un artista y, pese a su juventud, le asiste la sabiduría del oficio. Acaba de publicar «Tablao», un disco que es un homenaje a los lugares sagrados del flamenco grabado en tres muy representativos: El Corral de la Morería (Madrid), el Tablao del Cordobés (Barcelona) y El Arenal (Sevilla). Un disco de flamenco primigenio, sin arabescos pero con verdad.
–El álbum es un homenaje al cante «a pelo».
–Ésa era la pretensión que tuvimos, uno que captara lo mejor del directo y también una visión diferente de lo que he hecho hasta este momento. Quería que el sonido fuera puro, sencillo y directo.
–¿Fue una grabación íntima?
–Elegí el tablao precisamente por eso, para lograr esa sonoridad especial. Hay muchas opciones para hacer un disco, pero quería la magia y a los músicos muy cerca de mí.
–Tan cerca que uno no se puede esconder.
–Exacto, pero es parte del trabajo nuestro. Todo es resultado de que cada vez me voy aficionando más a no tener miedo a meter la pata. Hasta ahora he hecho las cosas con demasiado miedo, que es ir más allá de enfrentarse con respeto al público. El respeto es esencial, el miedo, no. A mí el miedo no me dejaba ser quien puedo ser ni dar lo que puedo dar. He aprendido que, si te equivocas, basta con pedir perdón. No pasa nada. Que tampoco estás matando a nadie.
–Cuando uno pierde el miedo se equivoca menos.
–Mira, eso ya no lo sé. Lo que es verdad es que al subir tu nivel de tolerancia y la autocrítica eres capaz de sacrificar alguna cosa para conseguir otras en tus actuaciones. Eso no quiere decir en absoluto que rebajes la autoexigencia, sino que tienes las ideas más claras. Yo ya me voy olvidando de hacer todo perfecto para que ya no haya ni el más mínimo fallo, entre otras cosas, porque lo interesante es entrar por caminos del arte que son inciertos y que uno no sabe por dónde te van a llevar. En esos caminos está el aprendizaje.
–¿Está satisfecho con el disco?
–Nunca lo estaré. Ni con éste ni con 27 que grabe. Eso viene de fábrica.
–¿Se quedó con algo dentro?
–Sí, afortunadamente. El día que haga uno y esté contento al cien por cien, estoy muerto como artista.
–En usted hay muchas expectativas. Lo dicen los entendidos.
–Bueno, mejor que piensen así a que me tiren bombas. Pero yo sólo trato de mejorar y de sentirme más a gusto conmigo mismo. No quiero pensar en nada que no me haga cantar mejor mañana.
–¿Cómo se mejora? ¿Es una intuición?
–Conociéndote mejor a ti mismo. Dar notas ya se hace bien desde hace tiempo. Pero el autoconocimiento es inteligencia y te lleva a desprenderte de lo que rodea al arte y que distrae la atención de lo que es importante. Mejorar consiste en ser más selectivo y eso desemboca en quitar artificios.
–¿Ir hacia la pureza?
–Lo que pasa es que la palabra pureza tiene unas connotaciones que no me gustan. Más que eso, yo diría hacia las estructuras primarias de las cosas, que son las que te llegan más profundamente. Creo que ponemos demasiadas barreras alrededor de algo importante que queremos decir y al final no decimos lo importante. Para decir te quiero no hace falta una carta de 25 folios. Hay que hacerlo mirando a los ojos. Y para mí el cante es lo mismo. Si no sabes llegar al lugar de manera directa, te vas apoyando en cosas. Con el tiempo, dejas de hacer concesiones y te exiges más a ti mismo. Lo más sencillo y lo más directo es lo más difícil.
–Es la tensión entre la tradición y modernidad. ¿Cómo la vive?
–Bueno, yo lo vivo de forma más relajada. Hablo de estructuras primarias. Cada vez me interesa más lo que de verdad dice algo, huyo de la verborrea, busco siempre lo sencillo y directo.
–Tiene una letra que se llama «Inacabao» que habla exactamente de eso.
–Debo agradecerle a Isidro Muñoz que la escribiera. Creo que es quien ahora mismo mejor ha entendido cómo se escribe para cantar flamenco.
–La letra habla del arte, que nunca puede darse por completo.
–Claro. «Extrañamente en la vida / Todo acaba inacabao / Mis cosas en mí siempre acaban / Sin haberlas empezao». Pienso que habla de cómo en lo humano en el proceso de aprendizaje es inagotable y puede impedir que nunca se complete una obra de arte. En el proceso, descubres que puedes llegar a amar cosas que antes no comprendías y a odiar lo que antes amabas. Es una sinrazón pero también la realidad del artista.
–Dudar siempre de lo que se hace.
–Bendita duda. Cuando uno cree saberlo todo o se conforma con lo que sabe, empieza a morir.
–Apenas hemos hablado de los tablaos, que es donde el flamenco se hizo como es.
–Claro, nació en los cafés y luego son los lugares donde los sesenta y setenta se formaron y afianzaron las grandes figuras. Uno se acerca al tablao con respeto porque es un espacio único.
–¿Fueron su formación?
–Yo viví la última época, pero muy poco. En ese momento, ya eran espacios que adecuaron su modelo de negocio hacia algo distinto, porque las figuras fueron a espacios más grandes y yo eso lo conocí bastante de refilón. Pero para mí siguen siendo lugares donde se puede escuchar una experiencia íntima y única.
–Y la instrumentación es como debe ser: solamente guitarra y palmas.
–No reniego del resto de instrumentos, pero para situarnos en este espacio tenía que hacerse así, respetando ese sonido como se hacía en la época.