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Arte

El arte de mirar hacia otro lado y otras farsas modernas

Son varios los ejemplos actuales en las propuestas artísticas que siguen estetizando la prostitución

"Mercancía Humana", instalación de alumnas de la Universidad IE
"Mercancía Humana", instalación de alumnas de la Universidad IE Archivo

Las mujeres prostituidas han sido una presencia constante en el arte. En frescos romanos, en la sutileza de los pinceles renacentistas, en el trazo del expresionismo y en muchas manifestaciones más recientes de la fotografía y el cine. Por suerte lo que antes se representaba como rito, pecado o cuento, hoy se empieza a mostrar de forma más humana. Sin embargo, en pleno 2025, en una España que se dice progresista, avanzamos -con trampa y cartón- hacia una especie de regresión disfrazada de libertad. No porque la prostitución exista, que es indiscutible, sino porque se pretende normalizar su existencia como si fuera una elección libre, en lugar de una realidad forzada.

Las mujeres prostituidas no han estado en el arte solo como musas de cuerpos desnudos, sino como reflejo de su tiempo: desde las hetairas griegas hasta las trabajadoras de los burdeles de Montmartre retratadas por Toulouse-Lautrec o las señoritas de Aviñón de Picasso. Todas esas imágenes, por más bellas que sean, están teñidas por una tristeza brutal. Son rostros que nos miran desde los márgenes de la historia, casi siempre en silencio, y siempre cosificadas bajo la mirada masculina y el poder.

"Mujer subiéndose las medias (1894)", de Toulouse - Lautrec
"Mujer subiéndose las medias (1894)", de Toulouse - LautrecArchivo

Y aquí estamos, en el presente. En una España donde, de repente, se discute si la prostitución debe regularse sin resolver antes por qué miles de mujeres -muchas migrantes, muchas sin papeles, muchas menores de edad- se ven empujadas a ese callejón, cuando seguimos teniendo víctimas de trata a la vuelta de nuestra esquina. En un país donde los burdeles se anuncian con total impunidad, disfrazados de clubs, chalets, o en pisos de barrios pudientes donde las mujeres se venden por horas mientras un proxeneta se forra y el cliente se ampara en que pertenece a su vida privada.

Elección sin libertad

Lo más indignante es que todo esto ocurre bajo gobiernos que se autodefinen como feministas, inclusivos, defensores de los derechos humanos. Pero en la práctica, muchas de estas fuerzas políticas han decidido contemporizar, mirar hacia otro lado o, peor aún, blanquear la prostitución con discursos que nos dicen que “empoderamiento es elegir vender tu cuerpo”. Como si la precariedad económica, la migración forzada o la violencia fueran parte del menú de opciones de una mujer libre.

Mientras tanto, en el arte, se sigue representando la prostitución como algo estilizado, estético, fetichizado. En galerías de todo el mundo se cuelgan obras que representan mujeres prostituidas, sin contexto, sin denuncia, convertidas en moda visual. Hay que reivindicar el arte como herramienta crítica. La prostitución no es libertad sexual. Es en todos los casos algún tipo de violencia. ¿Cómo puede una mujer elegir libremente cuando no tiene otra opción?

"Las señoritas de Avignon (1907)", de Pablo Picasso
"Las señoritas de Avignon (1907)", de Pablo Picasso Archivo

El discurso político es preocupante, y también la complicidad cultural. El arte, los medios, incluso ciertas corrientes académicas repiten la narrativa de la “libertad”, cuando en realidad se trata de la libertad de mercado de unos cuantos proxenetas para lucrarse. Nos dicen que la prostitución siempre ha existido, que está en el arte, en la historia, que es parte del mundo. Pero también existieron los esclavos, los campos de concentración, la colonización, y no por ello los vamos a justificar hoy. El argumento de la permanencia no puede ser la coartada de la injusticia.

No, no es progreso romantizar la prostitución. No es progreso legislarla sin abolir sus causas. No es progreso sentarse a debatir tecnicismos mientras se siguen abriendo burdeles frente a nuestras narices. No es progreso vender la vida de una mujer por unos pocos euros la hora. Lo verdaderamente feminista, sería legislar con políticas sociales reales, educación sexual, programas de salida para quienes quieran dejar la prostitución. Lo demás es puro maquillaje, que vemos mucho últimamente.

"Mujer desnuda frente al espejo (1897)", de Toulouse - Lautrec
"Mujer desnuda frente al espejo (1897)", de Toulouse - LautrecArchivo

Un grupo de alumnas de la universidad IE acaba de hacer una instalación con el nombre de "Mercancía Humana" que en estos días invitaba a los viandantes a ver lo invisible en el corazón de la Gran Vía de y por una vez atreverse a mirar lo que hay detrás. La instalación es francamente impactante. La prostitución en el arte puede tener muchas formas, pero en la vida real no es una instalación, ni un lienzo. Es un callejón al que hay que buscarle salida, porque cada vez que alguien con responsabilidad se cruza de brazos, o participa lo que hace es empujar a más mujeres hacia él.