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¿Y ahora qué hacemos con el Museo Ruso?

El debate está sobre la mesa en el Ayuntamiento de Málaga: ¿bloqueo total a la patria de Putin o aferrarse a la luz de la cultura?
Álex ZeaEuropa Press

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De primeras, algo obvio, pero indispensable: Putin no es toda Rusia. No vale generalizar y poner la careta del autócrata a todo aquel que no haya quemado su pasaporte ruso. Mirar con sospechas a los ciudadanos de Moscú, San Petersburgo, Kazán, Ekaterimburgo... es no entender nada. Suficiente tienen muchos de allí con semejante espécimen. Culto y buen pianista, como recordaba hace bien poco Nacho Duato, pero un impresentable a todas luces.
¿Podrían revolverse en masa y echar abajo el régimen? Desde miles de kilómetros es muy sencillo decirlo. Sería precioso visto por los de Occidente, siempre dispuestos a diseñar un mundo a nuestro antojo. Todo el pueblo a una contra un sistema férreo protegido por un ejército de guardaespaldas que no hacen preguntas al jefe. Habría que sentirse en esas carnes y comprobar de primera mano lo «fácil» o no de la «revolución» contra un déspota del siglo XXI (aunque anclado en utopías del pasado). Demasiado daño se le va a hacer a las gentes rusas con un bloqueo (que puede que sea el menos malo de los daños siempre que se compare con un escenario bélico global, lo que no quita que sea una buena jodienda para los ciudadanos de a pie) por culpa del de arriba, como para meterles bajo el paraguas del «putinismo».
Por todo ello conviene separar entre el asesino y el resto del país, también de su cultura; y aquí entra el Museo Ruso de Málaga, ahora en el centro de los focos. Para lograr el intercambio de piezas entre el de San Petersburgo (estatal) y la Costa del Sol, el Ayuntamiento paga cada año 400.000 euros. Una cifra que ha alarmado a muchos después de la invasión de Ucrania y en la obsesión por arrinconar a «lo ruso». Mientras el alcalde, Francisco de la Torre, se muestra convencido (por el momento) de mantener la colaboración porque el arte «es el mejor antídoto contra la barbarie», la concejala de Cultura, Noelia Losada, ya habla de «dejar en “stand by”» la próxima exposición.
A esta última postura se suma la oposición con la petición de «deponer las transferencias» municipales y devolver la Medalla Pushkin entregada por Vladimir Putin en 2018. Y por si faltaban voces en el debate, el propio Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, también pide a De la Torre, al menos, reflexionar sobre «una fotografía incómoda», asegura Moreno: «Los símbolos y los gestos también suman en esta lucha por aislar a Putin».
Pero no nos volvamos locos con la política de la cancelación, que suele pecar de buenista. Putin no es toda Rusia, de nuevo, y empezar a condenar, entre otros, al Hermitage de Catalina la Grande (con todos sus tesoros y de inspiración europea) por el simple hecho de haber coincidido en la nacionalidad con el gran villano de nuestros días es perderse en la discusión.