Denuncian la estafa

Ancianos venden una máscara por 150 euros y se subasta por 4 millones

La pareja descubrió el objeto mientras limpiaba y lo llevó a un anticuario, que ocultó su verdadero valor

Imagen de la máscara en la casa de subastas
Imagen de la máscara en la casa de subastasAFP

Una pareja francesa de ancianos ha denunciado a un anticuario por estafarles a cargo de una máscara africana de su propiedad. La pareja en cuestión limpiaba su casa cuando la descubrió, arrumbada. Tras el hallazgo, se pusieron en contacto con un anticuario local que acordó comprársela por 150 euros. Ocultándoles sus sospechas sobre el valor real del objeto, el individuo se puso en contacto con tres casas de subastas en lugar de exhibirla directamente en su local. Finalmente, en marzo del año 2022, una casa de subastas de Montpellier puso en venta la pieza con un precio de salida que oscilaba entre los 300.000 euros como precio más bajo y los 400.000 como valor estimado más alto. El lote se remató finalmente en 4,2 millones de euros. Cuando los ancianos leyeron la noticia de la venta en Prensa no dudaron en denunciarlo.

A sabiendas de que se trataba de un objeto valioso, el «dealer» contactó con un especialista en arte africano, quien, después de estudiarla, determinó que se trataba de una máscara Fang tradicional de Gabón utilizada en bodas, funerales y otros rituales. Este tipo de objeto es difícil de encontrar fuera de su lugar de procedencia, y existe solamente una docena de ejemplares en museos de todo el mundo. Con el fin de evitar el proceso legal, el comerciante de antigüedades ofreció a la pareja de ancianos una compensación de 300.000 euros, que el hijo de ambos rechazó. El tribunal de Apelaciones ha decidido aceptar la demanda ante las pruebas objetivas de estafa y, por tal motivo, paralizado el proceso de venta.

Este caso constituye otra evidencia más de la opacidad y las irregularidades que presiden el mercado del arte. Siempre se ha dicho que, junto con las drogas y la prostitución, el del arte es el sector económico más oscuro. Y no les falta razón a quienes así piensan. La clave de la alegalidad en la que suele vivir el sector reside en el valor relativo de una obra artística –lo que se denomina su «valor simbólico»–. ¿Quién determina lo que vale un objeto? ¿A qué obedece que, de repente, un autor casi desconocido venda su trabajo por cifras astronómicas o un Cezanne sea adquirido por 300 millones de euros? No hay parámetros objetivos para determinar dichos números. Y de esto se aprovechan los personajes turbios que operan en el mercado del arte.

Pero una cosa es aprovecharse del valor relativo del arte y otra muy distinta incurrir en estafas tan descaradas como la perpetrada por este anticuario. Comprar una máscara por 150 euros a una pareja de ancianos y que termine por subastarse en más de cuatro millones no cabe en ninguno de los escenarios excesivos e imprevisibles de las transacciones artísticas. La operación debe ser anulada y la máscara devuelta a sus propietarios iniciales para comenzar de nuevo el proceso de comercialización. Es más, de salir adelante la demanda –como es del todo previsible– se sentará un precedente para evitar futuras situaciones que llenan de desconfianza a un sector como el del arte. Comportamientos como el del anticuario sobran en este mundo que, todavía hoy, sigue siendo un territorio sin ley.