Calificada de "desconcertante" o "incómoda"

Elon Musk y su madre, retrato posapocalíptico

Musk se retrata junto a su madre en una sesión fotográfica con la legendaria Annie Leibovitz y un resultado sujeto a interpretaciones

Elon Musk y su madre
Elon Musk y su madreInstagram

El pasado 18 de septiembre, Maye Musk –madre del multimillonario Elon Musk y mítica modelo de L’Oreal–, subió a su perfil de Instagram el retrato que la célebre fotógrafa de estrellas, Annie Leibovitz, les realizó a su hijo y ella durante su última visita a Nueva York. La imagen estaba acompañada por un comentario suyo que decía: «Estoy muy emocionada de haber participado en esta sesión de la legendaria Annie Leibovitz con Elon, mi increíble hijo». La respuesta obtenida por esta publicación fueron unos cientos de comentarios que resaltaban la belleza de la fotografía, así como la íntima conexión existente entre madre e hijo. Durante los días siguientes, el retrato pasó desapercibido y no tuvo más trascendencia social. Sin embargo, el aparentemente inocuo y funcional posado ha empezado a levantar todo tipo de comentarios que han pasado de las benignas apreciaciones iniciales a contemplar la fotografía de Leibovitz como «desconcertante» y a adjetivarla con términos como «posapocalíptica» e «incómoda».

¿En dónde radica este elemento turbador y de extrañeza que desprende dicho retrato familiar? Para comenzar, el tratamiento que le ha conferido Leibovitz la acerca más a la pintura que a la fotografía. No hay decorado de ningún tipo ni tampoco alusiones a un tiempo específico. Parece como si la autora hubiera querido situar a ambos personajes en una realidad intemporal, que encajaría perfectamente con la actitud mesiánica de Elon Musk, alguien a quien, por su carácter visionario, la época en la que vive se le queda pequeña y su dimensión solo se puede medir en la escala de lo eterno. La pose de los retratados contribuye a generar cierta inquietud: Maye, vestida con una camisa blanca, está situada detrás de su hijo, como si estuvieran sentados en un banco que no se puede ver. Al igual que Elon, ella tampoco sonríe, pero alza la cabeza con dignidad. Stephen Bunard, especialista en lenguaje corporal, se ha atrevido a comparar a Maye Musk con el personaje de Cruella de Vil interpretado por Glenn Close en «101 dálmatas». De hecho, los dedos de sus mano izquierda –parcialmente introducida en el bolsillo de su pantalón– aparecen ligeramente alargados y afilados, como si se quisiera enfatizar el típico maniqueísmo de las películas de Disney. Como manifiesta Bunard, el tono sombrío de la fotografía solo es atenuado por el alivio de vislumbrar, a través de la ventana del fondo, el «skyline» de Manhattan. De alguna manera, la constatación de que la ciudad continúa en pie constituye un indicio de la vida continúa y de que los peores presagios no se han consumado.

La fotografía de Annie Leibovitz dista mucho de ser el convencional retrato familiar. Ya se trate de algo pactado con la fotógrafa o de una serie de licencias que ella misma se ha tomado, lo cierto es que esta obra posee un conjunto de connotaciones oscuras que precisamente no buscan la idealización de tan afamados personajes.