Marc Pataut mira a los excluidos
El museo Reina Sofía dedica una exposición al fotógrafo y sus imágenes a favor de los más desfavorecidos
El museo Reina Sofía dedica una exposición al fotógrafo y sus imágenes a favor de los más desfavorecidos
Marc Pataut gasta una mirada documentalista, de denuncia, que tiene que ver mucho con el arte como compromiso, de la creación como ajuste de cuentas con la realidad. El Museo Reina Sofía le dedica una retrospectiva de trescientas imágenes, que es como un camino enlosado por la indiferencia de un mundo que no entiende, o no quiere entender, de compasiones, piedades o clemencias, que no desea observar cómo viven otros seres excluidos de las maneras comunes que nos rigen.
Como aquel George Orwell joven, capaz de adentrarse en los barrios estragados por la depauperación y la miseria, el artista se adentra en los campamentos y alfoces que el ojo del hombre moderno no desea mirar. Son series de instantáneas, la mayoría tomadas en los años noventa, que ofrecen una radiografía distinta de las variadas sociedades que habitamos, una idea nada placentera de que existen hombres, mujeres y niños que no duermen acunados en el confort de la clase media, pero que también tienen sus normas de convivencia, sus ritos, sus hábitos, que tampoco son extraños, como si el propio fotógrafo a la vez que enseña, exigiera, también, respeto por estos seres. “Son trabajos que se han ido haciendo durante bastante tiempo.
En general pasan varios años. Hay una idea de vivir con las personas con las que se trabaja. Y también de repartir el foco de la cámara. Intenta crear espacios de trabajo con la gente con la que está, desarrollar talleres de fotografía en hospitales o en centros penitenciarios o con las revistas que se ocupan de la gente de la calle. Prevalece una idea democrática de producir imágenes y de cómo éstas se van construyendo a través de situaciones cotidianas. En cierta manera es la antítesis del fotoperiodismo, que es el instante. Aquí lo importante es crear una comunidad y que estas imágenes sirvan para algo cuando el público las vea”, comenta Jorge Ribalta, comisario de la muestra. Él mismo comenta que el tamaño de estas instantáneas no es relevante. De hecho, en el recorrido pueden percibirse diferentes tamaños entre sí, dependiendo del tema y de la intención que tengan. Las dedicadas a los niños psicóticos que están en hospitales tienen dimensiones mayores que otras, mucho más pequeñas, como ese conjunto de 170 tomas que fueron elaboradas en realidad como un álbum familiar, algo íntimo, personal, que ayuda a los visitantes a adentrarse en la manera de vivir de estos desposeídos. “El documental -explica Ribalta- surge para representar a la clase trabajadora.
Desde este punto de vista, Pataut se inserta en esa misma tradición, que es la documentación de los desfavorecidos de diferentes tipos. Pero hay también una crítica hacia esa relación autoritaria o paternalista con los desfavorecidos. No intenta generar piedad por parte del espectador, sino cómo son esos excluidos y, a la vez, mantener íntegra su alteridad. No busca incorporarlos en una sociedad, y sí mantener su diferencia. No busca tanto normalizar como una idea de heterogeneidad. Su propósito es revelar que en nuestro mundo hay otras formas de vida en común que no pasan por la lógica dominante”. La muestra arranca y termina en instituciones psquiátricas, pero, entre medias, se pueden ver a los desclasados, a la gente sin techo. Para lleva a cabo estos trabajos, Marc Pataut ha colaborado con asociaciones que asisten a poblaciones inmersas en la precariedad, con instituciones que se encargan de amparar a parados y trabajadores sin recursos. Una de las series que retratan esto es la que está dedicada a los chabolistas que ocupaban el solar donde más tarde se construyó el estadio de Saint Denis para un mundial. “Estuvo dos años conviviendo con ellos”, comenta Ribalta. Pero un trabajo también consiste en arrojar preguntas y es justo lo que hace cuando acude a las minas del norte de Francia y se pregunta cuál es el futuro de este colectivo en el siglo XXI, cuando el carbón va a dejar de utilizarse.